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La chica del Páramo de Masa

La chica del Páramo de Masa

Leyendas de aquí ·

Paso para viajar de Cantabria a la Meseta, se ha situado allí, como en multitud de lugares, la leyenda de la autoestopista fantasma

Aser Falagán

Santander

Sábado, 16 de abril 2022, 07:51

Si de camino pasamos por Ontaneda podíamos coger unos helados». «Vamos por Las Hoces, que a las cinco juega el Torina». «Tira por Los Corrales, a ver si nos podemos desviar un poco para saludar a mi primo, el monje de Las Caldas». Vaya si hay cosas que decir camino de Santander a Burgos. Pero no; siempre la misma cantinela. «En esa curva me maté yo». Cantabria tiene su propia chica de la curva. En realidad ronda el Páramo de Masa, ya en la provincia de Burgos, pero como es el camino habitual para los cántabros que viajan a la capital burgalesa –y a Madrid, antes de la autovía– es a ellos a quienes se les aparece.

Más sobrenatural que la historia en sí sería que alguien no conozca esta leyenda urbana, pero, por si acaso, ahí va: Una persona conduce en plena noche cuando observa que alguien hace auto stop. Al parar comprueba que es una chica joven vestida de blanco, la invita a subir y ella se acomoda en el coche. Apenas habla y responde a las preguntas con monosílabos, pero de pronto señala la carretera y advierte al conductor: «Cuidado: en esa curva me maté yo». Él pega un respingo, el coche vacila por un momento, baja velocidad y toma con la máxima precaución la curva mientras mientras observa entre incrédulo y aterrado que el asiento está vacío. La chica ha desaparecido.

Según la versión el relato es más o menos truculento. En ocasiones el espectro quiere avisar sobre un peligro. Otras, distraer a quien conduce y provocar el accidente. Tiene incluso epílogo: la víctima acude alarmada a la primera comisaría que encuentra y descubre que años atrás una joven murió en aquel lugar. Cuando le muestran la foto, comprueba que era ella y le informan de que no es la primera persona en denunciarlo.

El relato, viejo como pocos, parece más un cuento tradicional de fantasmas trasladado a la época moderna hasta convertirse en leyenda urbana. Antonio Ortí y Josep Sampere lo detectaron en multitud de lugares, como señalan en 'Leyendas urbanas en España', donde citan además un estudio de los folkloristas Richard K. Berdsley y Rosalie Hankei, que en 1943 localizaron el mito hasta en 79 lugares diferentes de Estados Unidos y distinguieron cuatro variantes.

En la más común, la autoestopista señala el punto donde tuvo el accidente y se descubre así que es un fantasma –el capítulo de lo de la visita a la policía no existe–, en otras en una santa o cualquier otra figura del folklore o la historia local y en una, tercera algún tipo de divinidad.

La cuarta es más elaborada: un chico conoce a una chica y después la acompaña a casa. Como la noche es fría, le presta su chaqueta y cuando al día siguiente vuelve para recuperarle le abre la madre, que le informa que su hija falleció años atrás. Cuando va a su tumba a comprobarlo, se encuentra su chaqueta perfectamente doblada junto a la lápida.

La historia se contaba ya en sus diferentes versiones con jinetes y carros o diligencias, y muchos folkloristas han encontrado trazas de ella en la literatura universal y en infinidad de países. Generalmente la chica viste de blanco, lo que alumbró la versión de que tuvo el accidente el día de su boda (aunque muchas novias vestían de negro hasta entrado el siglo XX), lo que funde la trama con otro arquetipo: el de 'La Dama de Blanco'. Aunque cambia bastante según las intenciones del espectro, el cuento tiene, como ocurre con muchos –en especial los infantiles– moraleja: viajar –o conducir– con precaución desconfiar de los extraños que se encuentre por el camino y no recoger autoestopistas.

Volviendo al Páramo de Masa, que allí ocurren cosas raras no es algo nuevo. Íñigo Muñoyierro contó en el diario El Correo que a uno de sus pueblos, la minúscula localidad de Cernégula, se la asocia desde hace siglos con la magia, la hechicería y las aquelarres; con brujas llegadas de Navarra y Cantabria para esconderse de la persecución de inquisidores y otras amenazas. También con el culto al diablo, aunque esto puede tener mucho que ver con una leyenda negra inquisitorial inventada para perseguir aún más a las librepensadoras en una época oscura.

En todo caso, un aura mágica rodea según la tradición oral al páramo, así que no resulta extraño que se aparezca allí la chica de la curva. O al menos que se apareciera, porque ahora las carreteras son bastante diferentes a las del siglo XIX y XX. Calzadas más anchas, mejor visibilidad y curvas corregidas. Quizá el punto negro del Puerto del Páramo de Masa, un paso mesetario a algo más de mil metros de altitud ya no exista. y la chica de la curva, ya sin tema de conversación, le proponga otro desvío: pasar por Vega y comprar unos sobaos y unas quesadas. Ese sí que sería un excelente consejo.

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