Esbozos de igualdad

Poeta, novelista, ensayista o articulista en diarios de prestigio como La Atalaya, El Cantábrico, Heraldo de Aragón, Mundo Gráfico, La Montaña, Hoja del Lunes, etc. y a la par que conferenciante en diversos ateneos culturales en los que abogó por esa meta de equilibrio, Manolita fue unánimemente elogiada en toda la prensa nacional. A pesar de haber nacido en Zaragoza en 1896, recaló en Santander de la mano de sus progenitores siendo apenas un bebé, ya que su padre, Luis Polo Español, fue concejal de hacienda en el ayuntamiento de la capital cántabra y director del Sanatorio Quirúrgico del Dr. Madrazo en la misma ciudad. Su madre, Mercedes Martínez-Conde y Diego-Madrazo, era sobrina carnal del reputado médico pasiego, por lo que la primera obra literaria de nuestra protagonista tuvo a bien ser prologada por esta eminencia de la cirugía en España en aquellos principios del siglo XX y quien presentía: «Las páginas de tu librito parecen arrancadas de tu corazón sincero y poético, y en cada una veo una lágrima temblando en tus párpados o una herida en el fondo de tu alma...», pues nuestra joven prosista ya fijaba su aspiración por que las mujeres, indiscutible base del triunfo de la feminidad, pudieran comenzar su vida encontrando en la conquista del amor «un corazón generoso y constante que sepa vibrar y sentir al unísono del nuestro...», esto es, compartir la vida con una persona en igualdad de condiciones, sentimientos y obligaciones.

Casada con el reputado médico militar Antonio del Campo de Armijo y hermana a su vez del respetado periodista Luis Polo, nuestra protagonista supo transmitir el amor por las letras a sus hijos José Antonio y Marisa del Campo, esta última igualmente una galardonada poetisa y escritora. Manolita, a la muerte de su padre en 1927, regresó a la ciudad aragonesa convirtiéndose en asidua colaboradora en prensa y radio y sin olvidar nunca la capital de La Montaña, pues ya de jovencita dejó reflejado en sus poemas el amor que sintió por ambos asientos: «Hay dos cosas en el mundo que nunca hemos de olvidar: en Zaragoza, la Virgen, y aquí, en Santander, el mar»,el mismo cariño que sintió también por la villa de Vega de Pas, patria de su madre y donde pasaba largas temporadas junto a sus amigas pasiegas escuchando atenta y con juvenil inocencia «... las nociones sapientísimas de vida, de naturaleza, que nuestro tío querido, don Enrique Diego-Madrazo, nos da con su voz agradable junto a las claras aguas que, en cascadas raudas, brotan de las peñas revestidas de vegetaciones múltiples...» (Desde el Valle del Pas, Impresiones, diario El Cantábrico, 9 de junio de 1913.) Pero aquella alma nueva, sensible y delicada, como también la definió el doctor Madrazo, dejó de luchar un 22 de enero de 1983 y solo queda salvaguardar sus aspiraciones, junto a las de tantas otras mujeres olvidadas, que labraron la particular historia de su lucha por secar esa temblorosa lágrima y curar la lesionada alma que refería el ilustre doctor en su presentación.