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Luisa Escudero Ortiz en 1986. Colección José Javier Gómez Arroyo
Dos historias hermanadas
Historias pasiegas

Dos historias hermanadas

Luisa Escudero Ortiz salvó de la destrucción en la Guerra Civil de 1936 la antigua imagen de la Virgen del Rosario en la villa pasiega de San Pedro del Romeral

José javier gómez arroyo

Vega de Pas

Domingo, 9 de enero 2022, 22:09

Poseía esa dosis que mezcla energía y optimismo y que reflejaba en una cálida sonrisa siempre acompañada de disponibilidad para hacer el bien a sus semejantes con generosidad, pero también con firmeza, pues no era una mujer débil sino bondadosa y, como astuta mujer pasiega ... que era, enérgica centinela de su hacienda y familia al mando de la tienda-bar que durante muchos años regentó en el barrio de Bustiyerro-El Rosario de la villa de San Pedro del Romeral. Y si es cierto el dicho de que la bondad tiene poder para hacernos felices, desde luego Luisa en su mesura fue dichosa, con los suyos y con sus vecinos, con su sacrificada vida para salir adelante y con el beneficio de su firme creencia religiosa por la que, gracias a ese credo que profesaba y a su arrojo, los pasiegos y demás gentes seguimos conservando la antigua talla de la Virgen del Rosario en la preciosa ermita del mismo nombre y barrio, santuario erigido a principios del siglo XVIII y que mueve tanto la fe y veneración de feligreses como la consideración y admiración de no creyentes, siquiera por formar parte de nuestro rico patrimonio cultural cántabro y español. Aquel arriesgado hecho lo narró nuestra protagonista, siendo ya muy mayor, para la revista Pasyegos en 1986: «Desde muy joven he tenido mucha devoción a la Virgen. Durante la guerra la saqué de la iglesia y la guardé en un pesebre tapándola con unos helechos. Unos días después vinieron unos soldados desde San Pedro, entraron en la cuadra y lo revolvieron todo, pero no la encontraron. Mi padre me decía «prepárate que nos llevan». Tampoco encontraron los candelabros que habíamos escondido en unos dujos (colmenas) y que son los que están ahora en la iglesia, ¡fue un milagro!. Como teníamos miedo de tener la Virgen en casa, una noche la saqué y la llevé al monte tapándola con un paño del altar y musgo que recogí. A los pocos días estuvieron unos soldados en el sitio donde la había escondido y no la vieron. Como veis ¡hay Dios bien grande!».

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