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José Javier gómez arroyo
Vega de Pas
Lunes, 9 de agosto 2021, 17:57
Su trágica muerte, a los cuatro días de haber sido víctima de un atentado el 11 de enero de 1921 cuando volvía en automóvil a su domicilio en Bilbao, sigue siendo a día de hoy una incógnita, pues, a pesar de que hubo detenidos ... y dos juicios, se decretó la inculpabilidad de los apresados por falta de pruebas, aunque lo que nadie entonces puso en duda es la autoría y que se atribuyó al sindicalismo anarquista; y si quienes le asesinaron lo hicieron para liberar alguna opresión, esta no fue otra que la del miedo a salir a la calle en apoyo de aquél hombre ejemplar y que conmueve ver las fotografías de la época con una legión de treinta mil personas escoltando su sepelio y grandeza, desde obreros hasta individuos de buen porte, gente de todas clases sociales.
Nacido en Baracaldo en 1868, Manuel era conocido como el hijo de 'los pasiegos' por ser sus padres oriundos de la villa de Vega de Pas. Su tesón, junto al empeño de su madre para que estudiase, le llevaron con apenas 16 años a ser perito mercantil y entrar a trabajar como pinche en Altos Hornos de Bilbao de la mano de su padre obrero en la fábrica y que, tras fusionarse en 1902 con otras empresas siderometalúrgicas, vería la luz como Altos Hornos de Vizcaya, la mayor empresa española del siglo XX y en la que llegaría en 1912 a ser director gerente administrativo hasta el día de su fallecimiento. Su biografía, publicada por la fundación Bilbao 700-III Millenium y recogida por su nieto Gabriel Zabalo y su bisnieto Juan Feijoo, junto al amigo de la familia Cameron Watson, doctor en Estudios Vascos por la Universidad de Nevada en Estados Unidos, lleva por título 'Manuel Gómez, homo faber', refiriendo al 'hombre que fabrica' y locución latina de la que nos servimos igualmente para titular este artículo brindado a la memoria de este trabajador y su origen pasiego, pues su nombre se une a la de notorios de esta estirpe que, de la nada y con mucho sacrificio, crearon un imperio económico al tiempo que humano; y como dijo el poeta y periodista 'Pick' en su obituario: «Y era pasiego. ¿De San Roque? ¿De San Pedro? ¿De la Vega?. Lo mismo da. Era pasiego y eso basta. Las características del pasiego son las mismas en cualquiera de los tres Ayuntamientos de donde proceda o en cualquiera de las cinco partes del mundo donde se halle... ()... Los pasiegos son unas gentes admirablemente dispuestas para las ascensiones ásperas, para los asaltos difíciles.» (Artículo «Una víctima ilustre», La Atalaya, 16 de enero de 1921).
Leal a su raza y reflexivo en su cometido, desde que entró como adolescente en la gran empresa vasca con dos reales por sueldo y que con los años llegaría a capitanear, ya se fijaba en todo el entramado de la gestión administrativa y en la articulación de los departamentos, observaba minuciosamente el funcionamiento de las máquinas y mareaba a preguntas a los operarios mientras estos se relajaban en un breve descanso que Manuel siempre rehusaba para aprender: «...lo mismo sabía lo que ganaban los obreros de esta o la otra categoría que las toneladas de carbón que consumía una caldera cualquiera; y así, lentamente, se fue abriendo camino y dejó de copiar cartas para dedicarse a otras labores de más importancia. He ahí retratada toda la admirable tenacidad pasiega», añadía el periodista José del Río Sainz en su artículo. La gestión de Altos Hornos de Vizcaya durante su mandato no pudo haber sido más sobresaliente, teniendo en cuenta además el contexto mundial en que catapultó la firma a ser pionera en España en producción de acero, con una Primera Guerra Mundial que Gómez Canales supo aprovechar para la compra de otros negocios industriales, como Hulleras del Turón o los Astilleros del Nervión y realizando en su mandato importantes inversiones, además de una trascendental labor social y benéfica para los trabajadores y a quienes dotó de escuelas, sanatorios, viviendas o economatos. Y si la sangre pasiega que portaba le sirvió como facultad de adaptación a los tiempos que le tocó vivir, donde desde un origen humilde ascendió a lo más alto sin perder sus convicciones religiosas ni sociales y mucho menos descuidando el amparo y lealtad a la clase obrera que lideró con la discreción que siempre acompaña a esta montaraz estirpe, que sirva también este pequeño recuerdo para situar en la historia de los ilustres a este triunfador que solo pudo ser abatido por el odio, la cobardía y la sinrazón, lo cual le convierte en más grande aún si cabe.
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