Los jóvenes resucitan Luena

Precisamente, los niños han sido el aliciente para que estos jóvenes amigos con raíces en Luena se hayan animado estos días a hacer la segunda de las fiestas que han programado estos meses. Un evento que ha tenido lugar este sábado y que reunió a un nutrido grupo de familias dispuestas a disfrutar de la visita del Cartero Real que hará que los deseos de los más pequeños se cumplan la próxima noche de Reyes. De hecho, hubo sorpresa y, además de jugar al bingo o compartir un rato divertido, disfrutaron de la visita de Melchor y una tarde mágica, en la que los niños pusieron su grano de arena montando un mercadillo navideño.

Paula Ibañez, Raquel Ortíz o Adriana Sañudo son tres integrantes de este grupo de jóvenes que tienen sus raíces en Luena y que han vuelto a mirar al pueblo como un refugio al que regresar y conservar para que siga latiendo. Tienen entre 20 y 30 años y representan a esta nueva generación que ha regresado a Luena. Ellas, junto a primos, hermanos, novios y amigos, se han propuesto aportar su grano de arena para llevar actividades al pueblo y que los vecinos no se sientan tan solos, abandonen el sofá y el calor de la lumbre.

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Todas han regresado por algún motivo o vínculo con Luena. «Mis padres son de aquí aunque yo vivo en Santander, durante la pandemia compré una casa con mi novio aquí», explica Paula Ibañez que es vocal de la Junta Vecinal y que añade que otro de los motivos para regresar son sus «yeguas». Y es que el núcleo rural ofrece esta oportunidad y también la tranquilidad y el silencio, que no da la ciudad.

Paula es maestra y su destino está ligado, en los últimos años a pueblos en riesgo de despoblación como Valderredible o Soba. Por eso sabe lo importante que es generar actividades que «unan a la gente», explica. El pasado noviembre este grupo de jóvenes se propusieron festejar San Andres y lo lograron «a pesar de las adversidades ya que hizo muy mal tiempo», subrayan. Pero no hay esfuerzo sin recompensa y la suya fue contar con la colaboración de vecinos, locales hosteleros y negocios para hacer realidad la aventura. Y es que para organizar San Andrés hubo que tirar de ingenio, ganas y recaudar los fondos suficientes. Para ello, esta particular comisión de fiestas se inventó de todo: rifas, venta de pañuelos y sudaderas celestes...y el puerta a puerta a ver quien arrima el hombro. Además, los bares, restaurantes, comercios y vecinos han participado activamente. «Los vecinos tienen que dejar de estar acomodados y salir de casa», explican las jóvenes, de ahí que se hayan liado la manta a la cabeza para organizar con más amigos de su edad actividades que les unan en un valle inmenso que se despliega a las dos orillas del Puerto del Escudo con más de una treintena de pueblos, muy aislados entre sí, donde encontrarse en invierno no siempre es sencillo.

Si Paula ponía las ganas de hacer cosas en su municipio, Raquel, que vive en Ontaneda pero tiene familia en Luena, aporta la experiencia de montar el bar y a Adriana, que reside en Castañeda, le gusta sobre todo regresar los fines de semana a la casa de sus abuelos, donde tiene tanta infancia llena de buenos recuerdos. Ellas, junto a más amigos de la Peña, están haciendo posible este cuento de Navidad que tiene otro punto de encuentro, la reapertura de Casa Ramón en El Escudo. Allí planean junto a los mayores cuál será la próxima.