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José Javier Gómez Arroyo
Vega de Pas
Jueves, 20 de octubre 2022, 12:03
Considerado como uno de los juegos más antiguos de la humanidad, la primera constancia del juego de los bolos la encontramos en la época neolítica, sobre el año 4.500 a. C., a juzgar por las señales de bolas de piedra y bolos de hueso ... encontrados en yacimientos arqueológicos, aunque será en la época del antiguo Egipto cuando realmente se tenga la certeza de estas pruebas como práctica lúdica y que fue adoptada por las culturas griega y romana hasta llegar a la Edad Media en que se convirtió en uno de los entretenimientos más populares.
Presente igualmente en cada uno de los pueblos de Cantabria, no deja de llamar la atención que la primera referencia del juego de los bolos en nuestra región se deba a una prohibición por parte de las autoridades, como nos apunta Diego Saravia Lavín y Miguel Simal Moraga en el completo estudio titulado «Juegos tradicionales de Cantabria» y publicado por la Fundación Marcelino Botín en 2004: «En el mes de junio de 1627 el Concejo de Santander tomaba el acuerdo de que «se pregone que ninguna persona sea osada de jugar a los bolos en ninguna calle de la villa so pena de 200 maravedíes». Esta prohibición en la capital, y otras que, por imposición de un profundo sentimiento religioso, no permitían jugar ciertos días hasta finalizar la misa mayor, no pudieron frenar la expansión del juego de los bolos, cuyos corros, curiosamente, se asentaban junto a las iglesias.» (Juegos tradicionales de Cantabria, Los bolos, tomo II).
Sorprendentemente, en 1722, el también municipio cántabro de Ampuero dictaba con respecto a los bolos «que ningún vecino pueda ocuparse en el juego en día de trabajo, ni de día ni de noche, como tampoco en día de fiesta hasta que se haya dicho Misa Mayor» y, poco después, concretamente en 1773, acordaría igualmente la villa de Santillana del Mar «que a ninguno se le permita semejante diversión a tales horas, que causan notable escándalo, y el que hiciese lo contrario, da facultad al Regidor General del Estado para que le saque dos reales de multa».
Dentro de las diversas modalidades de esta práctica de entretenimiento está el bolo pasiego, jugado especialmente en las villas de San Pedro del Romeral y Vega de Pas, además de en las zonas adyacentes de Luena y Resconorio y no tanto así en la villa pasiega de San Roque de Riomiera, donde tradicionalmente se ha jugado más al bolo Palma, aunque, en cualquier caso, con el mismo fin de entretenimiento y no exento de contratiempos también, pues dado el generoso tamaño de las bolas lanzadas, denominadas de manilla o agarradera y que oscila entre cuatro y siete kilos de peso para derribar los bolos plantados, estas se llevaron por delante cuantiosos tobillos en una época en que este juego se practicaba a la salida de misa y a campo abierto en las plazas de ambas villas, cuando además proliferaban los mercadillos públicos que concentraban gran cantidad de visitantes.
En este sentido, ya en el año 1861, el alcalde de la villa de Vega de Pas don José Pelayo y Conde se hizo eco también de las numerosas quejas al ayuntamiento de la localidad y se adelantó a la resolución del Código Penal español de 1995 y que establecía los denominados Trabajos en Beneficio de la Comunidad, ya que este regidor pasiego «acordó la prohibición del juego de los bolos los días de mercado en esta plaza bajo la pena de cuatro brazas de camino a la persona que contravenga esta disposición» (Archivo Histórico de Vega de Pas, leg. 7, nº 3 DSCN 7686) e impedimento que vería otra vez la luz a instancia de la vecina Liberata Trueba Pellón en 1910 «pidiendo que se prohíba en absoluto expresado juego en el sitio referido de la plaza, y la corporación municipal acordó prohibir en absoluto referido juego de los bolos…» (A.H. Leg. 10, nº 4, DSCN 0876), quien sabe si por considerarlo «cosa de hombres» y desconociendo que las mujeres también han sido grandes jugadoras en este deporte, como igualmente da fe el estudio «Tras la leyenda de la Robleda» del escritor Julio Braun Trueba y en el que se ofrece una certificación histórica de los bolos a través de dos procesos judiciales fechados en 1792 y 1807 y que reflejan la fuerte identificación de este juego con el mundo femenino; y, entre ellas, dos ilustres jugadoras cántabras como fueron la política Matilde de la Torre y la escritora Concha Espina.
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