Secciones
Servicios
Destacamos
Aparca el coche, coge el palo y sale corriendo 'prao' arriba con atlética agilidad. Rubén Fernández quiere bajar el ganado al borde de la finca para mostrar a los periodistas parte de su nuevo rebaño. Hace justo un año se llevó el disgusto de su ... vida: 25 de las 28 vacas de carne que tenía junto con su primo aparecieron muertas por asfixia dentro de una cabaña pasiega del barrio de Carcabal, en el municipio de San Roque de Riomiera. Tres jóvenes del pueblo, también ganaderos, fueron detenidos cinco meses después por el Seprona de la Guardia Civil como presuntos autores y fueron puestos en libertad a la espera de juicio. Rubén reconoce que ha pasado «un año horrible», pero trata de recuperarse y salir adelante. «No todo ha sido malo. También ha habido cosas buenas», admite. «Cuanto termine todo esto, tengo mucho que agradecer a mucha gente. Me quedo con eso», añade.
Lo que nunca olvidará será el 30 de julio de 2023. Relata que, a medida que se acercaba el primer aniversario, comenzó a dormir mal porque no se quitaba de la cabeza lo que le sucedió ese día. Para más inri, el teléfono móvil se ha encargado de recordárselo mostrándole las fotos de la matanza. Esa jornada descubrió junto a su primo que las 28 vacas que tenían pastando al aire libre se encontraban en el interior de una cabaña con la aldaba echada. Sólo se salvaron ocho. El resto murieron asfixiadas y algunas incluso acuchilladas. Un año después, cual ave fénix, trata de remontar el vuelo. Relata que nunca pensó en dejar el ganado porque todo su entorno lo animó a seguir adelante. De la cabaña que había logrado reunir con su pariente, a él sólo le quedaron tres vivas y a su primo cinco. En este tiempo ha comprado 24. En septiembre quiere incorporar otra decena. «Lo que no he parado de tener son gastos», subraya antes de echar cuentas en pesetas, como siguen haciendo los ganaderos. «Las vacas nuevas me han costado entre seis y siete millones de pesetas -36.000-42.000 euros-, que para mí es muchísimo», continúa. «Quiero cerrar este capítulo cuanto antes, porque además del disgusto, que eso no me lo quitará nadie, sólo he perdido dinero», apostilla.
Y no sólo ha gastado en animales. «Al día siguiente de las detenciones, tuve que desembolsar otros 2.000 euros. Necesitaba tener abogado, procurador, he tenido que pagar un perito... En este tiempo, habré gastado otros 6.000 euros más», continúa. No elude hablar del juicio, pero no lo hace de los tres presuntos autores de la matanza. Mantiene la misma versión del principio. «Sólo pido que se haga justicia y que el que la haya hecho que la pague. Confío mucho en el buen trabajo del Seprona de la Guardia Civil. La geolocalización de los móviles sitúa a los sospechosos en el domicilio de los hechos. Es decir, en la cabaña», continúa.
Rubén Fernández
Ganadero
Mientras la fecha del juicio sale -la investigación continúa abierta y fuentes de la Guardia Civil no descartan que haya más implicados-, Rubén reparte su día entre sus animales y los de sus padres. La familia cuenta con 90 vacas pintas (frisonas de leche). Su objetivo es seguir así e ir poco a poco incrementado su cabaña de producción cárnica. Ahora tiene más finca que animales, así que su objetivo es llegar al medio centenar de reses, que calcula que es lo que le permite el terreno.
Pero la matanza de sus vacas y las de su primo no sólo les ha costado disgustos y dinero. «Ahora tengo más trabajo. Las de antes las tenía hechas a mí. Sólo con un silbido me obedecían. Las había criado desde jatas», recuerda. Las que tiene ahora las tuvo que comprar grandes porque no podía permitirse perder cuatro o cinco años criando de nuevo. «Menos mal que las tres que se salvaron me hacen algo de rebaño», reconoce mientras las señala orgulloso con el palo.
Rubén Fernández
Ganadero
Se temía que las secuelas hicieran mella en ellas, pero no sucedió así. «Ni siquiera abortaron dos meses después, como nos temíamos. Estuvieron una temporada muy ariscas, pero ahora están mucho más tranquilas», explica. Incluso han vuelto a pastar en el lugar de la matanza. «Lo que no les gusta es pasar junto a la cabaña. Cada vez que las llevo allí, ni se acercan. Los animales saben lo que les pasó y lo que sufrieron», afirma.
Antes de continuar con sus labores ganaderas y despedirse, Rubén reflexiona: «Lo que he aprendido de lo que nos ha pasado es que en este mundo hay todo tipo de gente y que tampoco puedes tener al lado a cualquiera. Con unos pocos, pero buenos, vale».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.