Una 'mina' de mamuts entre la Sierra de Cabarga y el valle de Cayón
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El espacio natural que fluye entre Medio Cudeyo, Villaescusa, Penagos, Liérganes y Cayón es un punto clave de referencia paleontológicaEntre la Sierra de Cabarga, tocando de cerca los límites que unen este macizo natural con los municipios deMedio Cudeyo, Entrambasaguas, Penagos, Liérganes, Villaescusa, Piélagos o, un poco más lejos, el Valle de Cayón hace ya más de un siglo que los obreros de las ... explotaciones de hierro de la zona encontraron el mejor petróleo para un paleontólogo: la colección más importante documentada de huesos de mamuts hallada en la región. Orconera, La Inadvertida, Heras o Cabarga fueron algunas de las minas donde se hallaron los restos, pero también de otros animales interesantes como bisontes o rinocerontes. Descubrimientos que quedaron documentados a inicios del XX gracias, entre otros investigadores, al padre Jesús Carballo, pero también a 'guardianes' anónimos que se dieron cuenta, ya entonces, del enorme legado que tenían entre manos.
Para comprender mejor esta curiosa historia de animales prehistóricos hay que retrotraerse a la actividad minera que se alojaba desde época romana, o mucho antes incluso, en la Sierra de Cabarga. Los movimientos de tierra para extraer el hierro de las entrañas de las montañas hicieron aflorar multitud de piezas arqueológicas. Vasijas y monedas romanas o el enigmático caldero de Cabárceno dan buena prueba de ello. No obstante, la verdadera explosión de hallazgos llega entre finales del XIX e inicios del XX, con las explotaciones de hierro.
Pese al protagonismo minero que guardan estos descubrimientos, la primera de las historias de estos 'guardianes' contemporáneos de este patrimonio –gracias a los cuales hoy se puede disfrutar de una importante colección en el Mupac– se localiza en la actividad industrial de la Tejera de Sarón. Allí, a mediados de siglo pasado, se encontraron restos de estos paquidermos gigantes durante las labores de extracción de tierra de la finca La Barrera. Fue entonces cuando un joven Atanasio Laredo Lavín (familiar del propietario) recogió aquellos «huesos grandes» y los trasladó al Museo de Prehistoria de Santander con la pretensión de su estudio y exposición. Para su desgracia, no volvió a saber nada de ellos. Un enigma que hoy en día sigue sin desvelarse aunque algunas fuentes explican que el pequeño tesoro de Atanasio fue a parar a tierras galas de las que nunca volvió. Fue tal su decepción que el hombre conservó casi hasta el final de sus días algunas de las piezas que no trasladó al museo (unas vértebras) y las donó al centro de salud de Sarón en 2007, donde estuvieron expuestas las originales un tiempo hasta que la intermediación de una médico del centro con la familia y el director del Mupac, Roberto Ontañón, lograron trasladarlas al museo, facilitando una réplica exacta que hoy se pueden ver en el citado consultorio.
En esa época «muchos de los restos de mamut y fauna desaparecieron las colecciones del museo» reconocía esta semana el director del Mupac, que lo achacaba también a las vicisitudes históricas por las que ha pasado la institución errante. El incendio de Santander fue uno de los motivos que se esgrimieron en los años cuarenta para perder otra de las colecciones importantes de la zona, pero lo cierto es que los protagonistas de algunas de estas historias tienen otras hipótesis sobre una versión que se tambalea por muchos costados.
«Son restos que están depositados de forma natural hace miles de años. Hay que entender que aquella zona entonces era muy distinta, era un estuario en pleno curso del Pas y el Pisueña un lugar llano y bueno para vivir», relata Ontañón para desvelar el misterio de tanta concentración de paquidermos allí. También destaca el hecho de que los ejemplares encontrados seguramente fallecieron por causas naturales hace más de 50.000 años.
Entre estas historias entrañables vinculadas a los hallazgos está la del ingeniero Roberto Shallcrass que, durante unas labores de extracción en la mina de Orconera en los años treinta, localizó los restos de otro esqueleto de mamut casi completo. Fue el padre Carballo quien documentó el mismo y aquellos huesos fueron a parar al museo aunque también se perdieron. La versión oficial de la época lo achacó al incendio de Santander, pero hay voces que –como en el caso de Sarón– discrepan del relato buenista de aquellos años. Lo cierto es que lo que sucediese o no ya poco importa. El Mupac conserva hoy en día un molar intacto de aquel hallazgo donado en 2018 por el hijo de aquel intrépido ingeniero de Orconera, también llamado Roberto Shallcrass, y que falleció en 2020 con el sueño de su padre cumplido. Según relata ahora el hijo del último Shallcrass, Eduardo Shallcrass, su padre estaba «empeñado» en que el molar estuviese expuesto en el museo cántabro. Una gesta que, sin embargo, le costó años conseguir, puesto que la pieza había viajado a Suiza a casa de un familiar y, traer la misma desde allí fue toda una aventura. El problema no era entonces traer el molar sino el viaje. «Trasladar un elemento patrimonial generaba cierto miedo a nuestros familiares de allí, puesto que no es tan sencillo». Tanto es así que el diente viajó primero a Francia, donde permaneció un tiempo y luego a España –casi dos años después– donde Roberto Shallcrass hijo cumplió su promesa. «Nunca he visto a nadie tan emocionado con una donación», recordaba esta semana Roberto Ontañón que fue quien recibió la valiosa pieza de sus manos.
Cuenta la tradición oral que, en la Sierra de Cabarga, se descubrieron muchos más huesos y objetos que nunca fueron documentados.
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