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JOSE JAVIER GÓMEZ ARROYO
Viernes, 23 de agosto 2019, 07:25
El título que nos sirve como cabecera para este artículo era en realidad la acreditación que la pasiega María Gómez Martínez tenía para entrar en Palacio. Nacida un 29 de septiembre de 1831 en Vega de Pas, doña María fue el ama de cría del ... Príncipe de Asturias y que habría de reinar con el nombre de Alfonso XII. Acorde al informe que se custodia en el Palacio Real de Madrid, María Gómez «...tiene edad de veinticinco años y es mujer del labrador Juan Mantecón, con leche de ocho días por tercer parto...» para finalizar añadiendo que «... es un tipo verdaderamente aldeano montañés».
Incorporadas las montañesas en la corte española a partir del reinado de Fernando VII, que eligió para su hija Isabel a la vecina de Peñacastillo doña Francisca Ramón González, las montañas cántabras continuaron siendo sana garantía para los doctores de nobles familias a las que surtieron con la maternal leche de Villacarriedo, Selaya, Valle de Toranzo o Valle de Trasmiera, aunque las nodrizas pasiegas, en sus tres villas en concreto, fueron haciéndose con dicha función en la Familia Real por su robustez y salubridad, además de una discreción y fidelidad que las convirtió a su vez en comisionadas para con la herencia de tan digno puesto y que a menudo recaía en alguna de sus paisanas, pues como ya hiciera constar el médico de cámara de la Casa Real don Dionisio Villanueva Solís en el informe de 1858 cuando visitó Vega de Pas, estas villas pasiegas contaban: «... sin aguas detenidas ni enfermedad endémica alguna, cuyos habitantes, con alimentación sana, gozan de robustez y buena constitución». (Archivo del Palacio Real de Madrid, Preñados y Partos, caja 107).
Ni que decir tiene que el giro que experimentó María Gómez en su hasta entonces aldeana vida fue como para echarse a temblar, comenzando porque el lactante a quien debía prestar su solícito oficio no era un bebé cualquiera, era el príncipe de Asturias, que además de hijo de los reyes de España era ahijado del Papa y estaba llamado a ser el portador de la Corona en la Jefatura del Estado.
Acostumbrada a salir de su cabaña y ver montes, prados y vacas, María se encuentra ahora con un montón de generales, varios ayudantes de campo y un equipo de refinadas doncellas que visten al regio churumbel y se lo entregan para su crianza, sin olvidar que cuando vivía en Vega de Pas contaba con los vecinos de la villa de Espinosa de los Monteros junto a su valle, ahora lo que tiene junto a su habitación es a los Monteros de Espinosa, la guardia Real que velará por su seguridad y la del bebé. El niño tiene un médico exclusivo para cuidar por su salud, una institutriz que ostenta el noble título de marquesa de Malpica y varias personas para su servidumbre; y su nodriza, según la costumbre española, duerme junto al lecho de la real criatura y si se despierta durante la noche «... el ama se levanta y lo cuida...», ya que así lo ordena la etiqueta de Palacio.
Las nodrizas pasiegas fueron en sí mismo un género social y cultural que acarreaba diversas prebendas, por no decir que hasta derechos y obligaciones, pues además de la suculenta remuneración económica, elevada para la época y que invertían en sus propios Montes de Pas, contaban con la merced de poder trabajar en las ciudades, posibilidad de excluir a familiares del servicio militar obligatorio, cartas de recomendación para los mismos parientes y un largo etcétera de dispensas, además de contar con generosas propinas para sus propios hijos, calificados como hermanos de leche. Conocida igualmente esta poderosa influencia de las nodrizas por la ciudadanía pasiega y sus instituciones políticas, la corporación del Ayuntamiento de Vega de Pas no tendrá reparo en servirse de tan Real cauce para la consecución de la ansiada carretera que los sacase de su aislacionismo.
Cansados por las continuas promesas de los políticos para hacer el vial que los comunicase con la nacional de Burgos a Santander y haciendo valer el conocido refrán que dice «pueden más dos tetas que dos carretas», el cabildo pasiego recurrirá, con una inusual plegaria, al influjo de la nodriza María Gómez Martínez para con el Reino de España: «En esta villa de Vega de Pas a diez y siete de marzo de mil ochocientos sesenta, reunidos en su sala consistorial los señores de Ayuntamiento que suscriben bajo la presidencia del Señor Alcalde, por ante mi el secretario acordaron que el municipio eleve a Su Majestad la Reina Nuestra Señora una reverente exposición por conducto de la nodriza del Príncipe de Asturias, con el objeto de que se abra desde esta plaza el camino que conduce a Entrambasmestas...» (Acta del Ayuntamiento de 17 de marzo de 1860. Archivo histórico de Vega de Pas). Sobra decir que los trámites para tal objetivo se iniciaron de inmediato, significando esta carretera para los pasiegos y sus tres villas de San Pedro del Romeral, San Roque de Riomiera y Vega de Pas, una vía que suponía la salida al gran mercado del ganado que seleccionaban y de los quesos y mantecas que tanto prestigio les daban.
María Gómez Martínez no sólo fue la considerable nodriza del rey Alfonso XII, sino que también significó ser una influencia política y el vivo ejemplo de un movimiento migratorio protagonizado por las valientes mujeres pasiegas. Mujeres que hubieron de dejar por obligación, que no se nos olvide nunca, a sus propios hijos, maridos y familia para ganarse el sustento económico que mejorase su precaria calidad de vida. Mujeres que significaron la lucha y el amor por su tierra y que se convirtieron en bastión del desarrollo económico y social de sus tres villas, donde invertían todo el rendimiento económico que con su prestigiosa lactancia y sacrificio ganaban; y mujeres que llenaron de salubridad pasiega a las estirpes más nobles de la sociedad y a su Familia Real española, pues como afirmase doña Emilia Pardo Bazán: «... de Pas salía la mujerona, recia y bien plantada como la diosa Cibeles, destinada a transfundir en las venas de los regios vástagos una sangre pura, apacible, jugosa, nunca alterada por los cuidados y las cavilaciones que el alto puesto lleva consigo. Su montesina figura, sus carrillos de albérchigo, hacían sonreír de gozo a las pálidas reinas recién paridas y exangües... Nuestra gran Monarquía, como un edificio sobre toscas cariátides, descansaba sobre senos de pasiegas...» (Viajes por España. Emilia Pardo Bazán).
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