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José javier gómez arroyo
Vega de Pas
Miércoles, 24 de marzo 2021, 17:01
El pintor y grabador italiano Lorenzo Baldissera Tiépolo, hijo del célebre artista Giovanni Battista Tiépolo, se vio tristemente eclipsado por la fama de su padre, aunque será a partir del siglo XX cuando se le empiece a valorar en su justa medida, especialmente ... como retratista al pastel y alejándose de los retratos idealizados que su progenitor solía pintar. Lo más notable de su creación serán una serie de retratos de tipos populares, con ojos vivaces y escasa interacción entre las diversas figuras representadas en apretados espacios, por lo que resultan un tanto forzadas en su composición y de lo que es un claro ejemplo este cartón pintado en 1772, uno de los primeros de esta serie y titulado 'La nodriza y los soldados'.
La obra, perteneciente a Patrimonio Nacional y custodiada en el Palacio Real de Madrid junto a otros retratos de tipos que esconden agudas reseñas al cortejo y otros aspectos de la vida misma, constituye hoy y en palabras del especialista en indumentaria Gustavo Cotera el primer testimonio iconográfico sobre las nodrizas pasiegas: «Erróneamente se ha creído que fue durante el siglo XIX que las pasiegas se dedicaron a criar hijos ajenos, cuando existen pruebas de que ya en la centuria anterior pululaban por la Corte amas con el «pecao» (cuévano) a la espalda... ()... nada menos que Tiépolo retrata a una carirredonda pasiega, cargada con el niño y un cuévano magistralmente pintado, llena de encanto y vigorosa naturalidad, vuelve el plácido rostro hacia el espectador, sin hacer mucho caso de los requiebros de sus cortejadores de uniforme...» (El traje en Cantabria. Gustavo Cotera. Editorial Cantabria S.A. Santander 1999.)
El término nodriza o ama de cría nos aparece citado ya el reinado de Hammurabi (1792-1750 AC.) erudito gobernante célebre por sus códigos legales en los que abordaba temas tan diversos como los precios de los productos agrícolas, los castigos a los condenados o las disposiciones de las nodrizas que habían de amamantar a los hijos del pueblo, siendo también citadas en la Biblia judeocristiana o en el Antiguo Testamento y jugando al tiempo un papel destacado en la Grecia clásica e incluso en el Imperio Romano, donde era costumbre recurrir a ellas para amamantar a sus vástagos. Es a partir del siglo XIII cuando encontramos referencias más concretas para España en las Partidas de Alfonso X El Sabio (1221-1284) y donde se anotan las condiciones que debían reunir las nodrizas o la manera en que debían ser criados los hijos de los reyes: «...deven aver tales amas que ayan leche asaz, e sean bien acostumbradas e sanas, e fermosas, e de buen linaje, e de buenas costrumbres, e señaladamente que non sean muy sañudas...» Siglos después, concretamente en el año 1541, Damián Carbón continuaría con esta funesta declaración de principios en su «Libro del arte de la Comadres y del Regimiento de las premiadas y paridas y de los niños» y que seguro levantará ampollas hoy en día entre quienes se empeñan en ver solo el contenido sin analizar el contexto histórico: «La nodriza requiere ser hábil, capaz y tener el sueño ligero para levantarse cada vez necesite ser atendido y reconfortado. Lo ideal es que reúna todas o la mayoría de las siguientes cualidades: edad media para contar con un carácter templado y leche de buena calidad, figura proporcionada, tez blanca y rosada, senos anchos y carnes duras. Ha de tener buenas costumbres (alegre, cuidadosa, limpia, sensata, discreta y casta) pues la criatura adopta los hábitos de quien la amamanta. Sus senos deben estar sólidos para guardar el calor que haga digerible la leche y ser de un tamaño adecuado para que la criatura los pueda tomar sin cansarse. Antes de amamantar al niño la mujer debe sacar al aire su teta, comer bien y tomar un lectuario con vino malvático para rectificar su leche...», por lo que no extraña que posteriormente algunos brillantes escritores las acusaran de malas madres (Pedro Antonio de Alarcón) de groseras aldeanas (Mesonero Romanos) o de humanas vacas (Pérez Galdós). Acertadamente José Manuel Fraile Gil, en su brillante ensayo 'Amas de cría, campesinas en la urbe', nos da la clave: «Muchos asentaban esta antipatía en la idea de que el ama hacía de su alumbramiento un mero negocio que la sentara desde el duro escaño aldeano al mullido sofá de las ciudades...» Aunque esto, por supuesto, no fue el caso de las sufridas, valientes y entregadas nodrizas pasiegas.
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