«Nosotros no somos el origen del brote», replican en el bar Villa Plaza
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El establecimiento figura en el punto de mira de Sanidad como foco inicial de los contagios tras una reunión de un grupo de cazadoresUna vez hecho el rastreo de los positivos en Villacarriedo el pasado miércoles, Sanidad atribuyó el foco inicial de los contagios a una reunión de cazadores celebrada en un bar de la localidad. Tan pronto como el consejero Miguel Rodríguez hizo pública la ... hipótesis, en el pueblo cayeron en la cuenta de que se refería al café Villa Plaza, ubicado frente al Ayuntamiento. «Lo llaman el bar de los cazadores porque mi padre es cazador y muchas veces, cuando viene del monte con los amigos, llegan aquí y se toman algo para descansar», aclara Facundo Martínez, hijo del propietario del establecimiento familiar, que no comparte la tesis de Sanidad. «Dicen que fue por esa reunión, pero no estamos de acuerdo. Por aquí ha pasado mucha gente y no tienen por qué haber sido ellos», zanja.
De cualquier manera el daño está ya hecho, porque aunque el negocio permanece abierto, sólo los clientes de siempre, los más fieles, continúan yendo. Otros muchos han cogido miedo. Este jueves, a las doce de la mañana, estaba completamente vacío, con Facundo y su madre, Lita, desinfectando las mesas y la barra; aunque esta última no se utiliza.
«En Sanidad nos dijeron que pusiéramos una cinta y que no sirviéramos en ella y es lo que hemos hecho», aclaran. Por lo demás, las mesas mantienen la distancia en el interior. Afuera, en una pequeña terraza a pie de calle, hay otras cuatro mesas, también con la separación debida. «Habrá que esperar a que todo esto pase y la gente volverá. Pero de momento nos ha tocado ser el centro de atención y hay que aguantarlo», explica la madre. El modo en que relativiza la situación es ejemplo de entereza, porque en otros establecimientos del pueblo, como en el bar La Bombilla, existe un temor mayor por cómo el coronavirus puede hacer mella en la caja.
«Nos han dicho desde el principio que todo partió de los cazadores pero al final sólo ha habido dos de ellos que han dado positivo: un padre y un hijo», argumenta Martínez. «Sin embargo, también aquí venía una señora que cuida a su madre en Peñacastillo, en Santander, que resultó positiva y se lo contagió al resto de la familia. Esa persona no es cazadora. Sabiendo eso, ¿quién ha traído el virus? Pues no sabría decirlo porque luego también ha habido muchos positivos en colegios. Eso ha sido un foco importante del que nadie habla».
Por suerte ninguno de los miembros de la familia del bar se ha contagiado por el momento. «Al menos que yo sepa, porque hasta que no me den el resultado de la prueba PCR que he hecho hoy no lo sabré, pero síntomas no tenemos ninguno, eso está claro», afirma el joven.
A día de hoy, el daño a la familia no es tanto sanitario como monetario, porque el bar vacío, con la televisión como único sonido de fondo y la barra acordonada con una cinta, refleja el impacto negativo que la pandemia está causando a muchos negocios por culpa del miedo.
Afuera, impreso bien grande, para que se lea con claridad, se ha pegado sobre el ventanal el bando publicado por el Ayuntamiento el pasado lunes, que recuerda la obligatoriedad de mantener la distancia de seguridad, de llevar mascarilla, lavarse las manos y evitar reuniones con personas no convivientes.
Al lado, figura otro cartel con las normas de uso de la terraza, que recomienda esperar a que un camarero acomode a los clientes en las mesas, que prohibe fumar y manipular el mobiliario. También advierte de la necesidad de utilizar la mascarilla para ir al servicio y la conveniencia de utilizar los dispensadores de gel hidroalcohólico que se facilitan a la entrada. «Creemos que hay que recordárselo a la gente porque además, con las cosas tal y como están, todas las precauciones son pocas», aclara el camarero.
«Notamos que viene mucha menos gente. Había unas señoras que jugaban la partida todas las tardes y ya no han vuelto a aparecer, supongo que por miedo. Luego, en los mediodías, también está la cosa muy floja... A ver si pasa todo esto y recuperamos la normalidad», aclara Martínez.
Sólo le extraña que el virus haya tardado tanto en dar la cara de manera tan clara en un pueblo que ha estado abarrotado de 'forasteros' durante el verano. «Ha venido mucha, pero muchísima gente de fuera. Más que nunca. No quedaba una cabaña por alquilar y luego hay muchos excursionistas y visitantes. Y sin embargo es ahora, cuando todo eso ha bajado, que nos pasa esto», ironiza el joven propietario del bar Villa Plaza.
Su jornada laboral termina estos días antes de lo esperado. «Yo estoy por las tardes y si normalmente podía cerrar a la una de la madrugada, que es lo que está permitido, ahora, como no hay gente, pues lo dejo todo recogido a las diez y media. A ver lo que dura esto y que no nos haga mucho daño», formula casi como un deseo.
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