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El caso de la matanza de 25 vacas en la cabaña pasiega de San Roque de Riomiera escribió un nuevo capítulo. Los tres ... detenidos por el caso, todos jóvenes ganaderos de la zona y amigos entre sí, declararon ante la titular del Juzgado Número 1 de Medio Cudeyo y, posteriormente, quedaron en libertad pero en calidad de investigados por los cargos de maltrato animal y daños. La magistrada del caso les impuso medidas cautelares, como la congelación de sus cuentas bancarias y la obligación de estar localizables.
De los tres investigados, los dos hermanos de San Roque, de 24 y 26 años respectivamente, aceptaron declarar y negaron que tuviesen algo que ver con los hechos. No obstante, el tercer ganadero se acogió a su derecho a no declarar de momento. Eso sí, todos ellos aceptaron entregar sus respectivos dispositivos móviles para que la Policía Judicial pueda hacer un volcado de los mismos.
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Tras conocerse las detenciones, Rubén Fernández, uno de los dos propietarios de las vacas masacradas en la cabaña, se muestra aliviado por la noticia, a la vez que procura contener la rabia por lo sucedido. «Parece que está más cerca de saberse todo lo que pasó», declaró a preguntas de El Diario Montañés. «Nosotros queremos que se haga justicia y que, si se demuestra que fueron ellos los que hicieron esta barbaridad, que paguen por ello», añadió. El joven ganadero, junto a su primo Raúl, ha perdido 25 de sus 30 animales, un ganado valorado en más de 44.000 euros según marca el expediente judicial. No obstante, Rubén Fernández estima el valor real en «unos diez millones de pesetas (60.000 euros)». Pero el joven no solo quiere ser resarcido por las muertes, quiere también que caiga sobre los culpables todo el peso de la ley por la cruel muerte de sus vacas. «Al fin se empieza a ver la luz de todo el sufrimiento que vivimos allí mucha gente ese día», incide Rubén, quien insiste en que los culpables, sean quienes sean, «paguen minuto a minuto, no solo la valoración económica de los animales, sino por lo que le hicieron a esas vacas».
El móvil de la matanza aún no ha trascendido, pero sí es cierto que Rubén Fernández había tenido un pleito tiempo atrás por verter amenazas contra uno de los tres ganaderos detenidos, tal y como él mismo reconoce.
Rubén Fernández
Ganadero afectado
Pasadas las diez y media de la mañana entraban por la rampa que da a los calabozos del Juzgado de Medio Cudeyo tres patrullas de la Guardia Civil. En una de ellas iban los dos hermanos detenidos y, en otro coche, el tercer ganadero. En la puerta principal se encontraban ya desde hacía un buen rato familiares y amigos de los muchachos que, algo nerviosos, esperaban su llegada para arroparlos.
Tras acceder escoltados y esposados a los juzgados, los tres investigados comparecían en torno a las 13.00 horas para declarar ante la titular del juzgado. Durante la mañana, la magistrada había decidido levantar el secreto de sumario. En el caso de los dos hermanos detenidos, estos accedieron a declarar «porque no tenían nada que ocultar», relatan a El Diario Montañés fuentes del caso. Lo hicieron para negar que tuvieran algo que ver con la matanza de las vacas, ya que la investigación de la Guardia Civil les situaba esa noche cerca de la cabaña donde sucedieron los hechos. No obstante, ellos explicaron que habían acudido a las fiestas de Abionzo con el tercer investigado y otro amigo. Que eran cuatro en el coche y que, en torno a las 02.30 horas de la madrugada, regresaron por el puerto de la Estranguada hasta San Roque. Coincide que ese camino pasa cerca de donde la Guardia Civil les había posicionado a los tres con los móviles y que el cuarto pasajero- que al parecer no está incluido en el sumario- podría dar fe de ello.
Fuentes del caso también trasladaron a este periódico que existe un segundo testigo exculpatorio, que sería una mujer que habría estado en la fiesta con ellos y no cogió el atajo, sino que fue hacia San Roque por el camino habitual, es decir, por Selaya y el Alto Campillo. Según el relato de los dos ganaderos, la muchacha les cruzó con el coche poco después también en San Roque, es decir, el tiempo de más que le llevó dar el rodeo para llegar al punto de encuentro. Esto demostraría, siempre según su versión, que tardaron el tiempo justo del desplazamiento y no pudieron haber cometido el delito que se les imputa.
Hay otro dato a aportar en la declaración de los dos hermanos ante la jueza y es que ambos pusieron sus móviles a disposición de la Policía Judicial y autorizaron un volcado del contenido de los mismos. También, el tercer implicado, que prefirió no declarar en esta primera comparecencia por consejo de su letrado, autorizó la revisión de su teléfono por parte de la investigación.
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