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José Javier Gómez Arroyo
Vega de Pas
Miércoles, 9 de marzo 2022, 17:39
Desde la época de las pinturas rupestres hasta el presente con las redes sociales los sistemas de comunicación de los que nos servimos para salvaguardar y compartir el conocimiento han ido variando a través de los siglos, por lo que queda claro que los cauces ... de expresión no dejarán de evolucionar nunca y, en este sentido, el dibujo forma una parte muy importante en este lenguaje de intercambio, quizá el más significativo después del sonido. Así lo entendió nuestro gran retratista Francisco de Goya y quien, tras la enfermedad que le dejó a partir del año 1794 sin apenas poder escuchar, supo reflejar a través de la delineación la historia de España y su sociedad. Estos diferentes apuntes, a menudo acompañados de diversas anotaciones escritas, quedaron plasmados en una serie de álbumes en los que el artífice aragonés pudo dar rienda suelta a su opinión y, a diferencia de las estampas o grabados que realizó destinados a transmitir ideas a un amplio público, forman una especie de diario ocular muy privativo y que solo mostraba a su círculo más cercano. Conforme la sordera le iba aislando, este exclusivo punto de mira que fue convirtiéndose en un sentimiento reflejado en su arte puede resultar en ocasiones irónico y hasta despreciativo, muchas veces justiciero y hasta conmovedor, quién sabe si por infundirle miedos e inseguridades o quizá fruto de una juventud añorada y que veía avanzar hacia una realidad decrépita por la vejez, pero en cualquier caso, tras las pinturas de entretenimientos y diversiones como 'La gallina ciega' o 'El columpio', se suceden en estos cuadernos los 'Desastres de la guerra' y diversos temas sociales con un acento muy diferente, más realista y atormentado quizá, como si apagándose los rescoldos de su convencional vigilia comenzase el humeante sueño de la razón.
En la magnífica exposición de dibujos de Goya con que nos obsequió en 2017 el mayor liceo artístico santanderino que representa el Centro Botín, acertadamente comisariada por Manuela Mena y José Manuel Matilla y dentro del ambicioso proyecto que la propia Fundación presentó junto al Museo del Prado para su investigación y catalogación, pudimos recrearnos en todas las etapas de su extensa carrera y comprender las ideas críticas que reflejó en ellos y que, dicho sea de paso, no parecen diferir mucho de las actuales, lo que convierte al pensamiento del propio artista que vivió entre los siglos XVIII y principios del XIX en una contemporánea reflexión; y atención que también puso en el mundo pasiego, como nos anunciaba el gran investigador en indumentaria Gustavo Cotera: «La búsqueda por la iconografía de entonces nos depara, nuevamente, gratísima sorpresa, una pasiega bosquejada por Goya, cosa que hasta hoy desconocíamos en Cantabria. Se trata de un dibujo a la pluma con mancha de sepia sobre papel amarillento, donde una regatona con su cuévano se nos muestra raída de haldas, toscamente calzada y cubierta por una oscura caperuza de filo blanco, tal vez en la línea de las tocas pintadas por Tiépolo, Del Castillo y Carnicero«.(G. Cotera, El traje en Cantabria. Ed. Cantabria, 1999).
Lo triste es que, investigando más sobre este pequeño dibujo, parece ser que la última vez que se pudo contemplar a esta pasiega que porta el característico cuévano fue en 1922, en Madrid, en la Exposición de dibujos que comprendía los años 1750 a 1860 y organizada por la Sociedad Española de Amigos del Arte, muestra que recogió entonces el ingeniero y crítico de arte Félix Boix en un considerable catálogo y del que nos proviene su título, descripción, medidas y esta única imagen existente que aquí se presenta. Perteneciente a la colección de don Cesáreo de Aragón y Barroeta, VI marqués de Casa Torre y curiosamente abuelo de la aristócrata española y reina consorte que fue de los belgas doña Fabiola de Mora y Aragón, la Pasiega de Goya pasó a manos de su hijo Fernando que la conservaba como parte de un cuaderno de ocho dibujos en aguada sepia y, desde entonces, a pesar de que el especialista Pierre Gassier también incluyó en 1975 la referencia de este dibujo en sus investigaciones sobre el pintor, no se volvió a saber más de su paradero, por lo que solo queda desear que vuelva algún día a ver de nuevo la luz, algo que para la iconografía pasiega y cántabra supondría consolidar un orgullo más, pues no todos los pueblos pueden presumir de haberse visto representados por este genio universal de la pintura que fue Francisco de Goya.
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