Rita Linares fue la autora de este ilustrativo óleo del siglo XIX, rebautizado como 'La pasiega del pañuelo' y que forma parte de la colección del museo etnográfico 'El Hombre y el Campo' en San Vicente de Toranzo
josé javier gómez arroyo
Vega de Pas
Martes, 23 de febrero 2021, 15:18
Cuando referimos a la mujer en el ámbito de la pintura del siglo XIX nos encontramos con grandes dificultades para percatarse de ellas, precisamente porque ni se las valoraba en el aprendizaje ni se las consideraba en la creación artística, desconocimiento acrecentado por ... el error de pensar entonces que las obras ejecutadas por las mujeres eran de peor calidad y que ha provocado que infravaloremos el propio arte femenino del pasado. Aunque, por fortuna, las recientes investigaciones en este campo sacan a la luz cada vez más a estas virtuosas que, bajo una perspectiva masculina y como dato anecdótico, algunas de ellas incluso hubieron de fingir ser varones para llevar a cabo las tareas artísticas que se proponían, como es el claro ejemplo de la pintora Rosa Bonheur y que representaba escenas campestres y de animales con gran perfección, eso sí, previa petición de permiso a la policía y disfrazándose de hombre para poder entrar en los mataderos e hipódromos y estudiar mejor así la anatomía de los animales que luego llevaría al lienzo. Y si aludimos también al sacrificado trabajo de las incontables pasiegas que hubieron de salir a vender sus mercancías, aquí representadas en tierna escena, estas hallaron parecidas cortapisas, pues también se vieron en el anonimato, no de su gesta histórica y que hoy valoramos profundamente, pero sí en su quehacer diario y en un mundo de sometimiento, cuando ellas fueron en realidad las que más sustanciosos beneficios aportaron a las tres villas pasiegas con su labor externa, incluso tropezando igualmente con esa incompatibilidad entre feminidad y trabajo asalariado y que, aun no precisando camuflarse de hombres para su misión, sí hubieron de enmascarar sus derechos como trabajadoras. Tanto la pintora Rita Linares Salanava como su pasiega retratada, que parece advertir al espectador su atención con compasiva pose en el camino, manifiestan hoy un arquetipo de aquellas dos formas de vida femenina aquí señaladas.
Entre los escasos datos con que contamos sobre la artista, nacida en Granada en 1838 y vinculada al círculo artístico de Manuel Gómez-Moreno González, se le atribuye un carácter sensible e imaginativo, por lo que ya se la presupone perteneciente a familia burguesa o acaudalada, dicho esto, por supuesto, sin querer manifestar que el dinero esté relacionado con el talento o la delicadeza. Rita Linares contrajo matrimonio con el militar Emilio Herrera Ojeda, de cuya unión nació su hijo Emilio Herrera Linares, destacado militar, aviador, científico aeronáutico, presidente de la República española en el exilio de 1960 a 1962 y precursor de los trajes espaciales que llevaron al hombre a la Luna, de quien siempre se dijo que heredó de su madre la facilidad para el dibujo, e igualmente abuela paterna del también reconocido poeta y novelista José Herrera Petere y perteneciente a la llamada generación del 36. Pero incluso con esta progenie, Rita apenas fue considerada en su tiempo, como tampoco lo fueron las pasiegas que con gran esfuerzo hubieron de recorrer largos caminos ataviadas con sus hermoseados trajes, el cuévano a la espalda cargado de quesos, mantecas, sobaos, telas o quincalla y cuando su empleo, por supuesto nada cualificado y ni tan siquiera bien pagado, constituía algo ajeno a la prioridad de su cometido maternal y doméstico y, además, con el añadido de verse también ensombrecidas por su linaje.
La obra, fechada el 2 de octubre de 1856 y titulada como Pasiega, no sería mostrada al público hasta 1872 y con motivo de la exposición de la Escuela de Bellas Artes que tuvo lugar en Granada aquel año, justo cuando su autora, al menos, ya había sido nombrada socia de mérito por la propia institución y a la que perteneció hasta su fallecimiento en 1905. Adquirida por Carlos López D'Hers para el sorpresivo museo El Hombre y el Campo y que hace parada obligada en San Vicente de Toranzo, la pintura fue rebautizada como 'La pasiega del pañuelo' en su presentación oficial en 2015 y conforma hoy un ilustrativo referente para el conocimiento de la indumentaria pasiega, formando parte del patrimonio de Cantabria y como ejemplo del valor de la mujer trabajadora, tanto en el arte por su pintora como en la sacrificada vida por su pintura.
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