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josé linares
Domingo, 23 de septiembre 2018, 09:32
La plaza de las pasiegas en Granada debe su nombre a todas esas mujeres que tuvieron que emigrar y dejar sus casas para realizar un larguísimo viaje recién paridas y emplearse como amas de cría en Granada y en otros muchos lugares de ... España.
Según se cuenta, no tardaban en ser contratadas una vez que llegaban hasta la ciudad nazarí porque la fama de las amas de cría pasiegas se había extendido por toda la península tras ser las preferidas por los reyes para amamantar a sus recién nacidos.
Los requisitos que se pedían generalmente eran tener de 19 a 26 años de edad, estar vacunadas, estar criando mínimo a su segundo hijo e incluso tener buen físico y conducta moral. Claro que cuando se trataba de criar en familia real a estos requisitos había que sumarles otros más exigentes como no padecer o haber padecido enfermedades en la piel (ella y su marido eran revisados por el médico de la corte). También se tenía en cuenta la buena conducta moral (certificado que expedía el cura del pueblo), la complexión robusta y que su marido se dedicara a las labores del campo, y no podían haber criado a hijos ajenos.
Las jóvenes pasiegas partían en carretas, acompañadas por un perrito al que daban de mamar para que no se les cortara la leche. Las más osadas llegaban hasta el otro extremo de España donde todavía quedan numerosas muestras del paso de las nodrizas, como ésta plaza de 'Las Pasiegas' que recoge su nombre en reconocimiento al valor y a la calidad humana de esas mujeres norteñas a las que familias andaluzas daban a criar sus hijos en toda confianza.
No debía de ser fácil para estas casi niñas emprender un larguísimo viaje dejando atrás sus familias y su tierra querida, cambiar la libertad de los montes por el bullicio de la ciudad, darse a otra familia y criar hijos que no eran los suyos; pasar noches en vela acordándote de su gente, llorar, echar de menos los rincones preferidos o sentir el frío de la niebla en tu cara por las mañanas.
Tan lejos de su casa, tan distinto el habla, tan extraño todo, pero era necesario el sacrificio para mejorar la situación económica familiar y una vez cumplida 'la misión' volvían a hacer, por fin, el camino de vuelta al pueblo donde seguían criando a sus amados y extrañados hijos naturales.
Largo camino llevaste
por carreteras amargas
cuantas lágrimas perdiste
de Selaya hasta Granada
La luna viajó contigo
y en tu pecho dos medallas:
el San Roque es por tu padre
Y Valvanuz cerca del alma
la virgen de los pasiegos
la que siempre nos ampara
Desde el norte hasta el sur
de la cabaña a la plaza
del monte a la catedral
del Pisueña hasta la Alhambra
Que ya eres ama de cría
y crías de buena gana
a este pequeño andaluz
que te mira mientras mama
Jugo de teta pasiega
que derramas por España
calmando hambres de niños
que lloran por las mañanas
Leche de miel y de estrellas
que de la montaña brota
como río blanco llega
desde el pecho hasta la boca.
.
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