Secciones
Servicios
Destacamos
josé javier gómez arroyo
Vega de Pas
Martes, 16 de noviembre 2021, 18:31
Entre los siglos XIII al XVIII la conocida como pena de galeras utilizaba a los condenados como remeros para mover los barcos de guerra durante el resto de su vida y sin recibir otra cosa a cambio que la comida para mantenerlos fuertes y activos, ... mientras que otros eran encerrados en lúgubres mazmorras donde se les abandonaba a su suerte buscando así la reparación del daño con el propio sufrimiento. Tanto aquella motorizada penitencia como la otra vengativa sanción fueron cambiando paulatinamente con la aparición en el siglo XVI de las denominadas «Casas de corrección» y que tomarán conciencia para resarcir a los convictos, siendo el origen de los centros penitenciarios con que contamos hoy en día y en los que se irá fomentando como terapia de rehabilitación el aprendizaje de oficios que sirvieran para el propio sustento de los reclusos y del mismo hogar destinado al castigo. Pero no será hasta el siglo XX, con el nombramiento de la abogada y política republicana Victoria Kent como jefa de la Dirección General de Prisiones, cuando se reconozca la necesidad de renovar a fondo ese sistema correccional, buscando con ello la dignificación del recluso y un trato más humanitario, sobre todo para las mujeres, contando para semejante menester con los funcionarios de prisiones mejor preparados y, entre ellos, el pasiego Vidal de las Pozas Abascal.
Nacido en San Roque de Riomiera, Vidal de la Pozas obtuvo por oposición el ingreso en la Escuela de Criminología en 1908, siendo destinado como ayudante de prisiones en Cáceres dos años más tarde. Con una sólida formación dentro de este sistema penitenciario acabó ocupando la dirección de las cárceles de Oviedo, Pontevedra y la Provincial de Santander, terminando sus días profesionales como director también de la prisión de mujeres de Ventas en Madrid y del Reformatorio de Adultos de Alicante. Aquellos conocimientos en ciencia penitenciaria, junto a una vasta cultura que se procuró, le condujeron a abrazar las ideas reformistas que promulgaba la propia Victoria Kent, abogando igualmente, en el caso de Santander, por la creación de una nueva prisión que resultase al menos más digna y que vería su consecución el 17 de junio de 1935. Poco antes, en su despedida santanderina, el poeta y periodista José del Río Sainz decía sobre él: «Cuando se planteaba uno de esos problemas regionales que hacen moverse ineficazmente y por lo regular a nuestras fuerzas vivas, nosotros, en vez de ver a los diputados o gerifaltes, íbamos en busca de don Vidal, cuya opinión nos parecía la de más interés. Don Vidal estaba en lo justo siempre. Tenía de su raza ese sentido práctico, impermeable a los apasionamientos enfermizos, esa medida de lo justo y de lo conveniente que es la misma de todos los pasiegos adoctrinados por la vida, la gran maestra… () … Un hombre bueno, pero un hombre bueno al que no se puede engañar, que siente crecer la hierba y que adivina el pensamiento ajeno antes de que se traduzca en palabras; un pasiego, en suma, que a sus dotes innatas une todo lo que ha podido darle su afición a los buenos libros». (La Voz de Cantabria, 4 de marzo de 1934).
Dentro de estas enmiendas en el régimen carcelario durante la Segunda República española, que él mismo llevó a cabo con sabia intuición, estaba el que las prisiones lograsen ser lugares aptos para vivir, mejorando la alimentación y haciendo partícipes a los cautivos de las labores cotidianas, además de poder formarse en algún oficio, tener acceso a la información de periódicos y apoyando al tiempo el hecho de escuchar las opiniones de los propios reos en un buzón confidencial dentro del propio presidio para poder así ser capaces de mejorar el sistema. La antigua prensa de Cantabria recoge algunas de sus actuaciones en este sentido, organizando comidas extraordinarias, conciertos y actuaciones de coros e incluso favoreciendo las donaciones de dinero para los reos por parte de terceras personas, siquiera para tabaco que distrajese su desgraciada penitencia, como el legado que hizo al morir el eminente doctor montañés Joaquín Cortiguera en 1927 y que, quién sabe si por su amistad y aprecio a don Vidal, dejó escrito en su testamento que se entregaran cinco pesetas a todos los individuos que se encontrasen presos el día de su fallecimiento y que los mismos reclusos correspondieron, en un delicado gesto, cediendo a su vez una pequeña cantidad para que el capellán de la prisión ofreciese una misa por su tolerante y caritativa alma. Vidal de las Pozas Abascal, tras la guerra civil española, continuó como director durante un corto periodo en la prisión de Ventas en Madrid y en el Reformatorio de Adultos de Alicante hasta su jubilación, aunque, lamentablemente, preso de su ideario reformista también, falleciendo años después en marzo de 1949.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.