El propietario de las vacas de San Roque había sido denunciado por amenazas

Según ha sabido este periódico, las diferencias entre ambos surgieron la pasada primavera, cuando las yeguas propiedad de un ganadero afincado en Merilla cruzaron a pastar a las fincas arrendadas por Rubén y Raúl, animales que el primero, Rubén, echó a la carretera.

Siempre según la versión ofrecida al juez por el denunciante, un tiempo después, Rubén y él se encontraron personalmente, produciéndose una discusión durante la cual, dice el demandante, el chico vertió serias amenazas contra él.

De acuerdo con la declaración del denunciante, Rubén le recriminó que dos de sus yeguas habían traspasado a su finca y le habían dañado el estacado y que si se lo acababan tumbando «iba a ir a por él con más gente», una advertencia que el ganadero puso en conocimiento de la Guardia Civil.

Que un tiempo después las vacas del denunciante se volvieran a colar en una propiedad ajena, en este caso en uno de los terrenos del primo de Rubén, Raúl, no ayudó a limar asperezas entre los dos vecinos enfrentados, que este verano, el 14 de julio, tan solo quince días antes de revelarse la salvaje matanza de las vacas limusinas de Rubén y Raúl, se encontraron en los juzgados para resolver allí la denuncia por las supuestas amenazas del uno al otro.

Rubén, que no niega el incidente, aunque sí esas amenazas, matiza en relación con ese episodio que las reses del denunciante, las vacas y las yeguas, «habían estado como un mes comiendo en nuestras fincas» y que, algo cansado ya de esa situación, «un día se las echamos a la carretera y él llamó a los guardias, que al final nos acabaron dando la razón a nosotros».

Luego de eso, relata el joven, «fui donde él, es verdad, para decirle que tenía que sacar a sus vacas de allí, pero nunca le amenacé, eso no es cierto», dice y repite el ganadero, pendiente de la resolución del juicio.

Todavía muy castigado emocionalmente por la pérdida de sus vacas, más aún por las circunstancias en que fallecieron, Rubén se niega a pensar que ni este ni ningún otro de los habituales roces que se producen entre ganaderos por estas causas, «nimiedades, al fin y al cabo», hayan podido derivar en la matanza de sus animales de una forma tan cruel, porque, recuerda, «una cosa es discutir porque tus vacas se han colado en mi finca y otra muy diferente es hacer lo que han hecho».

Prudente, él prefiere esperar «a ver qué dice la Guardia Civil», que todavía no ha remitido al juzgado de turno el atestado con las conclusiones de su investigación, y, mientras tanto, ocupar su tiempo en rehacerse.

Transcurridos apenas diez días desde que se produjeran los hechos, Rubén ha comenzado a rearmar su ganadería, que la matanza redujo de 28 a tres vacas y a la que durante la última semana ha incorporado a seis o siete que ha adquirido con sus ahorros. «Y ahora quiero comprar otras diez», dice Rubén, que medita pedir un préstamo bancario. A dos mil euros por cabeza... «pues me sale por un pico, claro, pero si quiero seguir adelante, y esa es una idea que no me va a quitar nadie de la cabeza, no hay más remedio», concluye Rubén, que aguarda impaciente las ayudas prometidas.