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José Javier Gómez Arroyo
Vega de Pas
Lunes, 11 de julio 2022, 11:29
Nieta de la reina Victoria del Reino Unido y ahijada de la emperatriz Eugenia de Montijo, su compuesto y precioso nombre ha pasado desapercibido aun cuando su labor en el mundo de la sanidad en España haya sido más que primordial. Valiente y transgresora en ... una época en que las mujeres estaban relegadas a un segundo plano, Victoria Eugenia de Battenberg contrajo matrimonio en 1906 con el rey Alfonso XIII muy enamorada, aunque con mal pie, pues recién salida del altar la pareja sufrió un atentado a manos del anarquista Mateo Morral que les arrojó una bomba oculta en un ramo de flores, causando 25 muertos y sin lograr el aciago objetivo de matar a los reyes. Su singular y fuerte carácter no encajaba mucho en una sociedad española poco acostumbrada a ver a una mujer fumar en público, vestir pantalones, practicar deporte o que, siendo reina, decidiera amamantar ella misma a su primer vástago y príncipe de Asturias don Alfonso. Pero incluso con estos infortunios, además de un marido licencioso que acabó desdeñándola, supo siempre mantener con dignidad la compostura en su regia profesión y logró acercarse a la población española a través de obras benéficas y por su empeño en crear una escuela de enfermería en la Cruz Roja Española.
Esta institución, que preserva la salud y alivia el sufrimiento humano, forma parte del Movimiento Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja con actuaciones precisas y urgentes en guerras, desastres naturales, accidentes y demás adversidades y donde nuestra protagonista de hoy jugó un papel crucial a partir de 1914 con la formación del Cuerpo de Damas Enfermeras, fundamental en los denominados hospitales de campaña y a los que asistían mujeres ya con una formación sanitaria y científica por expresa indicación de la propia Victoria Eugenia, preparación profesional impensable en aquella época en la que la función femenina se relegaba a la ridícula coletilla de “las labores propias de su sexo” y que se fue ampliando a todo el colectivo de enfermería en España con un principio básico para esta soberana, como era el de la vocación humanitaria.
Entre 1914 y 1922, aprovechando los veranos regios en el palacio de La Magdalena de Santander, se sucedieron variadas visitas de la reina a Vega de Pas, algunas formales recogidas por la prensa y otras ya de carácter privado en las que, aun sabiendo que cumplimentó oficialmente al Dr. Madrazo en Santander en varias ocasiones, desconocemos si doña Victoria Eugenia llegó a visitar su Sanatorio Quirúrgico en esta localidad, que por aquellos años estaba ya destinado a asilo de ancianos del propio municipio, a reposo de enfermos derivados del que tenía en la capital y a prácticas de enfermería. Pero de lo que sí tenemos constancia es que mantuvo aquí interesantes conversaciones sobre este dispensario con don Manuel Hernández Martín, colaborador de Madrazo que se había procurado estudios de auxiliar de enfermería y profesión a la que el propio operador pasiego concedía especial atención: “…para todo lo cual se exige que no solo el cirujano se haya purificado de antemano antes de practicar la operación, sino que con la misma minuciosidad y detalle se tienen que purificar los médicos y ayudantes, los mozos empleados en las salas de operaciones y enfermeros y enfermeras.” (Memoria del Sanatorio Madrazo, año 1896).
Casualidades de la vida, el 16 de abril de 2022, al cumplirse un siglo de la última visita pública que hizo la reina Victoria Eugenia a Vega de Pas, el ayuntamiento de esta villa hacía entrega del título de Embajador del Sobao Pasiego y la Quesada al Colegio de Enfermería de Cantabria en reconocimiento a su labor durante la pandemia de Covid-19 y, por encima de todos los merecidos agasajos que este resignado gremio recibía por manos de su presidenta María Luz Fernández, pudimos percibir también en aquel sonoro aplauso la herencia de esta regia dama que fue Victoria Eugenia, ovación a una básica cimentación que dio respuesta a unas necesidades a través de las escuelas de enfermería que creó en España y, ante todo, a esas vocaciones tan considerables en esta profesión como son el sacrificio y la humanidad y de las que este colectivo, tanto cántabro como español, nos ha brindado un admirable ejemplo.
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