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Una niña corre delante de un perro en una calle del pueblo de San Martín de Toranzo. Alberto Aja

San Martín de Toranzo, «un lugar único aún por descubrir»

Pueblo de Cantabria 2024. Los vecinos de la localidad que ha ganado el certamen regional destacan su «paisaje bucólico»

Lucía Alcolea

San Martín de Toranzo

Miércoles, 31 de julio 2024, 07:28

Existe una diferencia apreciable entre el sonido de la lluvia contra el suelo y el sonido de la lluvia cayendo sobre la hierba. El segundo resulta sosegado y cadencioso. Y es así exactamente como suena la lluvia en San Martín de Toranzo, en el municipio de Santiurde de Toranzo, que acaba de ganar el Premio al Pueblo de Cantabria 2024. El tiempo en San Martín se para y la vida sucede despacio, al mismo ritmo que evoluciona la naturaleza, sin prisa y sin ruido, como si cada sonido ocupase justamente su lugar. El pueblo de 185 vecinos –muchos jubilados– es verde, y no es una exageración o una licencia literaria. Es verde porque hay más árboles que casas o animales. De hecho, según relata Venancio Pardo, un vecino que reside junto al manantial de La Pila, «tenemos un parque de robles como no hay otro en Cantabria». Un parque con una extensión de 400 carros de tierra –cada carro son unos 150 metros cuadrados–. Hagan sus cálculos.

Las edificaciones son bajas, de piedra, y se asientan en barriadas sobre terreno llano –no hay cuestas–. Cada casa tiene su jardín; muchas, también un perro, cabras, vacas o un gallinero. Caminando, uno se encuentra una piedra en la que se ha tallado que esa calle fue ensanchada en 2008. Caminando un poco más, hay un corral con cuatro mesas rodeado de árboles. Y más allá una fuente, justo donde se estrecha el camino. Pero sobre todo hay árboles con un aroma que hasta se saborea. «Y todo limpio, porque fíjate, que no hay papeles ni nada», indica Venancio parque a través.

El robledal está frente a la ermita del Carmen, cuyas piedras disminuyen el calor sofocante. Las gallinas cacarean constantemente y el sol se clava en la parte de atrás de las piernas. Ahí está también la vieja bolera «de 1714». Cuenta Venancio que la imagen de la Virgen del Carmen que hay sobre el altar conserva un brazo de hace cuatrocientos años –el resto del cuerpo de la escultura se quemó en la guerra–.

«El paisaje es precioso y los vecinos nos llevamos muy bien entre nosotros y cuidamos mucho el pueblo»

Gabriela Pardo

Hostelera

Ya fuera de la iglesia, se aprecia la otra bolera, la nueva, que el alcalde pedáneo, José Prado, proyecta cubrir, tapar, «porque desentona con el resto del paisaje». Es una de las actuaciones en las que invertirán los 130.000 euros del premio. Lo que quiere el pedáneo es hacer muchas cosas pequeñas «con una cantidad de dinero que para un pueblo como este es importante». Además, adecentará el entorno del manantial de La Pila, porque el agua es también lo que hace especial al pueblo. «De aquí se surte a la ciudad de Santander», afirma José Fina Martínez, otra vecina «de toda la vida».

El problema es que en torno al manantial hay bancos medio derruidos y una reja verde oxidada. «Queremos colocar un vallado de madera» y señalizar los puntos de interés de la localidad, porque uno se pierde entre tanta paz y un silencio que parece presencial. Otro proyecto es eliminar el cableado y restaurar lavaderos y fuentes.

La alarma de la iglesia de San Martín es como varios pájaros sonando a la vez. «Es para que no entren –los pájaros–», aclara José, quien presume del mantenimiento que realizan de los monumentos. «La ermita está inmaculada, con los tres retablos recién restaurados». De las labores de mantenimiento se ocupan él y unos cuantos vecinos jubilados. Gratis, se entiende. La maquinaria la pone el Ayuntamiento de Santiurde y la bucólica estampa de San Martín de Toranzo se completa con el monte de Las Peñas, que está alrededor del pueblo se mire por donde se mire. Así que sí, es una imagen «de cuento».

«Estoy encantada con el premio porque en este pueblo disfrutamos todos y es bueno que venga gente»

María Antonia Portilla

Vecina

Y vivir ahí no es caro. O sí. Aunque no abundan nuevas construcciones, «se vende todo lo que sale a la venta y hay gente de Madrid y de Sevilla con segundas residencias», pero los propietarios optan sobre todo por restaurar las construcciones, «lo que puede llegar a costar 600.000 euros». Es requisito imprescindible respetar la piedra y no intentar vivir en las alturas. «Como verás, es un lugar idílico, salvaje, virgen y aún por descubrir». Y a cinco minutos de Ontaneda en coche, porque lo que no tiene San Martín es servicios ni tampoco restaurantes o alojamientos turísticos. Es su talón de Aquiles. «Esta no es una zona en la que florezca mucho la hostelería».

«San Martín se merecía ganar porque lo tiene todo, el clima, el agua, las fiestas y el ambiente familiar»

Antolín Muñoz

Visitante

Solo hay un bar en el pueblo, con mesas de madera, pastas de almendra, rosquillas de anís y alguna ración para picar en el momento. Lo regenta Gabriela Pardo, que es espléndida como el paisaje.«Los vecinos nos llevamos como si fuéramos una gran familia», dice. Y algo de eso debe haber porque Lara Muñoz tiene 19 años y estudia Medicina en la Universidad de Cantabria, pero no vive en Santander; vive en San Martín –va y viene cada día–. ¿Por qué? «porque aquí todo es verde y natural», reconoce en la era del postureo.

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