Secciones
Servicios
Destacamos
«Fue un susto en mitad de la calma». Algo parecido a cuando empieza un aguacero de lluvia que cae de pronto y, como viene, se va. Hasta el mes de septiembre, en el municipio cántabro de San Roque de Riomiera podían presumir de estar libres de covid-19. Para los 356 habitantes de la localidad era como si el bicho no existiera. No obstante, un brote de 16 positivos hizo saltar las alarmas e interrumpió de golpe la tranquilidad que respiraban los vecinos. Afortunadamente quedó en un «susto». Sobre todo porque «llegaba un virus que no conocíamos», explicaba ayer Natalia Castillo, a las puertas de su restaurante Casa Vicente. Ella fue una de las personas contagiadas. Tras los primeros síntomas, decidió bajar la persiana de su negocio y avisó a los vecinos. Lo hizo antes incluso de tener los resultados de la prueba que confirmara su positivo. Así que el local estuvo sin recibir clientes durante varias semanas mientras pasaba la enfermedad aislada en su casa. Afortunadamente el trasiego ha vuelto al establecimiento. «Hace ya días», añadía ayer mientras varios clientes salían de su bar pasadas las once de la mañana.
En resumen: «He cambiado la puerta de mi casa por la del bar», comentaba contenta de poder abrir de nuevo. No obstante, aunque ha recuperado la actividad y ya ha vuelto a servir cafés, Natalia reconoce que la preocupación no desaparece. «Esto puede volver a pasar, es algo a lo que nos tendremos que enfrentar», reflexiona, dado que el bicho sigue en la calle. Eso sí, en su mano está reducir las posibilidades de que ocurra y tiene clara cuál es la forma de conseguirlo: «Limpiar el local, lavarse las manos y extremar las precauciones». El guion que han seguido para que no aumentara la cifra de afectados.
En cuanto se registraron los primeros contagios, todos los vecinos del municipio reaccionaron rápido y, además de seguir las recomendaciones sanitarias, llevar mascarilla y utilizar gel, decidieron quedarse en casa para reducir la exposición y el contacto entre ellos. «Nos quedamos más en casa y evitamos los grupos grandes de gente», contaba Julián Gómez Samperio, vecino de San Roque. «Durante esas semanas todo era más solitario», reconocía. También optaron por limitar las salidas a las imprescindibles. Esa era la única forma de acabar con el virus y funcionó. Por eso ahora «vamos recuperando la actividad», añadía a la salida del bar. Poco a poco porque aún mantiene el miedo a «contagiarse», reconoce.
Natalia Castillo | Hostelera
Hugo Zabala es el farmacéutico del municipio y resume como «susto grande» el brote de septiembre. Para dar «más seguridad» decidió atender a través de la ventana del establecimiento y cerrar la puerta de entrada. Estuvo «pendiente» de cómo avanzaban las personas contagiadas que se han recuperado «sin complicaciones», resume. Aunque alguno ha pasado varios días ingresado. Ese parón hizo que, durante unas semanas, el pueblo quedara «algo paralizado», dice, pero la rápida reacción de los vecinos ha servido para que esa imagen quede atrás. Ayer, en apenas veinte minutos, se formó cola para entrar en su farmacia a la par que, justo al lado, un par de vecinos abandonaban un bar para acercarse a otro. Y dos turistas leían un cartel informativo. Allí ha vuelto la tranquilidad de siempre. Pero no la que les mantenía en casa aislados.
Para Antonio Fernández, alcalde del municipio, una de las claves que ha servido para evitar más positivos ha sido la «responsabilidad individual» de los vecinos. Pasado un mes y, tras haber sido uno de los contagiados, «todavía me da un poco de miedo», reconoce. Allí no tienen dudas, los habitantes «han sabido cuidarse bien y por eso nos hemos recuperado pronto», valoraba José Antonio Abascal, concejal en el consistorio. Y a partir de ahora «se puede hacer de todo, pero con responsabilidad» y guardando las distancias.
Julián Gómez | Vecino
A pesar de las buenas noticias, esa preocupación no se ha ido y es inevitable que el covid se siga colando en muchas de las conversaciones que surgen en los establecimientos. En el municipio se conocen todos por el nombre y apellido y quien se acerca a tomar algo al bar, suele preguntar por los vecinos que estaban contagiados y se preocupa por cómo se recuperan. «¿Y qué tal está? ¿Sigue ingresado?», preguntaba uno de ellos al entrar en el bar Casa Setién. Así que, junto con una de las responsables del negocio, repasaron la situación. «La gente ha hecho las cosas bien», coincidían. En ese mismo local desayunaba Sergio Escobar que es propietario de siete cabañas en San Roque de Riomiera. El municipio es tan pequeño que «nos sorprendió que el virus llegara porque esto parece un oasis», comentaba. En su caso el aumento de los contagios afectó a las llamadas para hospedarse en sus alojamientos. «Si esto ocurre en verano, hubiera sido distinto. Aún así afectó a alguna reserva».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.