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josé javier gómez arroyo
Vega de Pas
Lunes, 1 de marzo 2021, 17:02
La magia, en sus diferentes formas de ilusionismo escénico, cartomagia,escapismo, prestidigitación, mentalismo, micromagia... nos ha fascinado siempre por hacer realidad lo imposible. Denominada como 'reina de las artes', quizá por aglutinar expresión, técnica, ingenio, habilidad... y, ante todo, ilusión, nuestra querida España se consagra como lugar preeminente al contar con grandes magos a lo largo de su dilatada historia, como también se corona Cantabria con sus dos asociaciones mágicas y en las que, bajo el nombre de Reunión de Ilusionistas Santanderinos y el Círculo de Ilusionistas de Cantabria, contamos igualmente con grandes artistas, muchos de ellos con proyección internacional, como es Raúl Alegría, galardonado en 2018 con el premio Merlín Award por la International Magicians Society, estimado como el Óscar de la magia y consiguiendo aflorar de la chistera mundial del ilusionismo y para orgullo de esta tierra el nombre de Santander, ciudad que le vio nacer, al ser uno de los más grandes en la especialidad del escapismo.
Esta citada disciplina de la magia, que aglutina a los maestros de la evasión, ha tenido a lo largo de la historia gran aceptación, pues desde los pioneros hermanos Davenport al célebre Harry Houdini, cuyos secretos siguen fascinando tanto a magos como a espectadores, varios ejecutantes han ido posteriormente asentando esta práctica del escamoteo, incluyendo también a magas como Adelaide Herrmann o Dorothy Dietrich, que rompieron el techo de cristal para las mujeres en esta maestría. Uno de ellos fue Mr. Tolmaque, conocido mago escapista en Inglaterra, Francia y Estados Unidos y cuya reseña encontramos en el libro 'Crónicas del tiempo de Isabel II' de Carlos Cambronero, que recoge las variedades artísticas que sirvieron los teatros de Madrid entre 1830 y 1868 y donde, refiriendo al célebre circo Príncipe Alfonso, narraba:
«Después de Leotard se exhibió en este circo otra novedad que durante cuatro días produjo excelente impresión en el público, y la hubiera causado durante más tiempo si un incidente imprevisto no hubiese obligado al 'soi disant' (supuesto) artista a tomar las de Villadiego. Mr. Tolmaque se sentaba en medio de la pista, en una silla, a la cual le ataban de pies y manos los espectadores de la manera que lo tenían por conveniente; se cubría después al sujeto con un velo por espacio de dos minutos, pasados los cuales aparecía completamente suelto con las cuerdas a sus pies sin haber sido cortadas. A la cuarta noche no se pudo desatar y le dieron una grita que se oía en los jardines de Recoletos...» Pero... ¿quién pudo haber atado tan firmemente a un profesional del escapismo burlando su desafío?
Tirando de hemeroteca, cuál es nuestra sorpresa que, aun siendo conscientes de que la noble raza pasiega es como el perejil de todas las salsas nacionales, fue precisamente uno de esta estirpe quien provocó la mágica atadura de traca, como atestigua el periódico El Contemporáneo de 7 de agosto de 1863: «En el circo del Príncipe Alfonso ocurrió anteanoche un lance que produjo cierto disgusto en el público y no poco escándalo. Un pasiego tuvo tal habilidad para atar al hombre de la cuerda indiana, Mr. Tolmaque, que por más esfuerzos que hizo durante unos ocho minutos, no pudo desatarse hasta que se vio obligado a romper la cuerda». Y no solo eso, sino que además de arruinarle el número, rescindirle el contrato y tener que presentarse ante el gobernador de la provincia para dar explicaciones, el pasiego le dejó bastante maltrecho, como también dio fe al día siguiente el diario La Correspondencia de España: «... a propósito de este asunto, dícese que las ligaduras que le hizo fueron de tal naturaleza que, además de hacerle 25 nudos, le dejaron algunos miembros sin movimiento y hasta sin circulación, tanto que conserva aún en los brazos la huella de la cuerda y los cardenales...». Así que, visto lo visto, solo queda pedir a nuestro gran mago del escapismo Raúl Alegría que, en sus tan sorprendentes como arriesgadas puestas en escena, saque como colaborador del público a algún trasmerano, lebaniego o meracho, pero... ¡por Dios!... ¡nunca a un pasiego!
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Ana del Castillo
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