El verano en una cabaña pasiega
Estampas de Verano ·
Estas características construcciones se han remozado para albergar modernos alojamientos ruralesSecciones
Servicios
Destacamos
Estampas de Verano ·
Estas características construcciones se han remozado para albergar modernos alojamientos ruralesBasta con escuchar a David para convencerse. Cuando habla transmite entusiasmo. Es abogado. Su mujer, Isabel, profesora. Y tienen tres hijos. Viven en Málaga y han optado por pasar sus vacaciones en una cabaña pasiega a mil kilómetros de distancia. ¿Por qué? Sencillo. «Aquí ... se puede desconectar y buscar las raíces de la vida», explican. e alojan en la carretera que sube al alto del Caracol entre el valle del Miera y el del Pisueña. Miran de frente el Portillo de Lunada. «Escuchar los campanos de las vacas, oír el viento, contemplar la sencillez de la piedra o la madera... Eso es lo que hacemos, ¿te parece poco?», responden.
Antes era habitual toparse con estas construcciones tan características casi abandonadas. Sin moradores ni actividad. Muchas de ellas han sido restauradas por completo para ser empleadas como alojamientos rurales. Están repartidas por las tres villas pasiegas. Y se cotizan caras. No es raro que pasen, sin remozar o prácticamente derruidas, de los 30.000 euros. Las que además tienen terreno superan los 60.000. Diez millones en pesetas o dos millones en duros si quien echa las cuentas es un pasiego veterano. «Nosotros buscamos el monte, el verdor. Nos encanta el Norte. Aquí la temperatura es, por lo menos diez grados más baja, lo que nos da una tregua», explica David. Es su primera vez en Cantabria. Antes habían estado en Somiedo, en Asturias. «Nos traslada mucha energía positiva», cuentan. Son unas vacaciones diferentes. «Es una manera de estar cerca de tus raíces, aunque en realidad no sean estas», añade la pareja. «Para no parar de hacer cosas y girar como un rodillo ya tenemos el resto del año. A nosotros nos gusta parar por completo y disfrutar de la vida tranquila», recalcan David e Isabel.
Ellos se han adaptado bien, pero ¿y los niños? Tienen tres: Ángela, Francisco y Lola. Mientras dura la visita, juegan al balón en uno de los laterales de la cabaña. «Llevan una semana sin casi internet, ni videoconsolas, ni nada parecido y, aunque parezca sorprendente, no se acuerdan. Se pasan todo el día en la calle», explica David. Tampoco paran. «Ayer estuvimos en el hayedo de Zamina, muy cerca de aquí, y les encantó. Otro día fuimos a Selaya, otro a comer a San Roque y también bajamos a Santander para conocer la ciudad», enumera. Así que hoy se han tomado el día sabático. Los más pequeños continúan entretenidos y su padres disfrutan de la lectura y la contemplación del paisaje. Sobre la rugosa mesa de madera de fuera hay un ejemplar de El Quijote. «Lo estoy leyendo, no es una pose», afirma Isabel. Por la tarde, harán una barbacoa.
Porque la cabaña pasiega en la que se alojan tiene todas las comodidades de cualquier otro alojamiento rural. En la planta baja, en lo que antes fue la cuadra, se reparte un amplio salón comedor, la cocina y el baño. Todo corrido. Está decorado con gusto y un toque acogedor. Destacan la piedra y la madera. La luz que se filtra, junto con la de las lámparas, también invita al recogimiento. A la vida sosegada. Hay dos formas de caldear el ambiente. En una esquina una chimenea en chaflán. La otra es una moderna estufa de 'pellets', con esos pequeños cilindros de serrín prensado que tanta energía calorífica desprenden. «Alguna noche la hemos encendido y en un rato ya estaba la cabaña entera caldeada», cuenta este matrimonio. «Somos la envidia de la familia cuando llamamos y les contamos que aquí, para dormir, no echamos una manta encima», confiesa David.
Junto a su cabaña hay otras. El ritmo de vida también es tranquilo. La gente que opta por pasar de esta forma sus vacaciones no busca el bullicio. Placeres simples. Leer un libro, dar un paseo por el monte o simplemente sentarse y ver pasar las horas. En San Roque de Riomiera ya están acostumbrados a su presencia. «Los meses punta son julio y agosto, el resto del año suelen venir parejas o grupos de amigos, sobre todo los fines de semana y los puentes festivos», explica Carmen, una vecina de la zona. Uno de los objetivos que tienen en el municipio es poner en valor este tipo de construcciones que tanto representan para ellos. Los alojamientos rurales tratan de esmerarse en que, al menos por fuera, no pierdan las señas de identidad. Otra cosa es por dentro. Ahí hay barra libre. «No creo que a los turistas les gustase vivir como lo hacían nuestros antepasados», comenta esta mujer entre risas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.