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Asistentes al homenaje celebrado ayer junto a la estatua del diestro Félix Rodríguez. DM

120 años de uno de los mejores toreros de la Edad de Plata

Se cumple el aniversario del nacimiento de Félix Rodríguez, un diestro completo en todos los tercios lastrado por una enfermedad reumática

Borja Cavia

Santander

Jueves, 26 de junio 2025, 02:00

Aunque su partida de nacimiento es del día 26 de junio de 1905, en la misma se indicaba «nacido el día de ayer», por lo que Félix Rodríguez vio la luz en Santander un 25 de junio de hace 120 años, una efémeride que su peña celebró con la colocación de un ramo de flores en la estatua del torero que preside la puerta 4 de la plaza de toros de Cuatro Caminos. Hijo de ferroviario y emigrado a Valencia cuando todavía era un niño, para muchos Rodríguez es considerado un diestro valenciano, aunque la realidad es que pasa por ser uno de los toreros cántabros más importantes de la historia, si no es el que más.

Félix era un hombre culto, diplomado en perito mercantil antes de coger los trastos y que, influenciado por la cercanía entre la estación de tren y la plaza de toros de Valencia, se decidió por ser torero cuando la historia del mismo afrontaba la Edad de Plata después de la gloriosa década de los 10 marcada por la rivalidad entre Joselito y Belmonte. Debutó de luces en la calle de Játiva el 19 de febrero de 1922, junto a Esparteret y Antonio Mesa con novillos de Antonio Fuentes, y, aunque al principio le bautizaron como 'Dinamita', pronto figuró en los carteles con el nombre de pila y el apellido paterno.

Aunque la partida de nacimiento es del 26 de junio de 1905, su alumbramieno tuvo lugar el día 25 en Santander

En 1929 le cortó un rabo a Cafetero en la plaza mexicana de El Toreo después de ligarle 27 naturales

Comenzaba así una carrera corta, pero intensa, más fugaz de lo que los públicos y la crítica esperaban, aunque tachonada de éxito ya desde sus primeras apariciones en plazas importantes.

Valencia II le cedió el primer toro de su vida, de nombre 'Giradillo', en la plaza de Barcelona, una tarde en la que cortó su primera oreja como matador. Uno de los críticos más importantes de la época, que firmaba como Don Qujote, escribió de él que toreaba «mucho y bien» y que podía ser «una figura histórica», una palabras recogidas por el periodista Paco Aguado. Con el apoyo del mundo del arte y de la cultura (el pintor Ruano Llopis llegó a hacerle algún cartel de toros), si la figura del santanderino no llegó a despegar fue por una enfermedad reumática degenerativa que se complicó por culpa de un modo de vida distraído y bohemio que freno la que era una de las tauromaquias más completas de una época algo huérfana de figuras tras la caída del heredero de Gallito, Manuel Granero, en las astas de Pocapena en mayo de 1922.

Con todo, en su carrera figuran hitos como la confirmación en Madrid del 24 de abril de 1927, apenas 21 días después de su alternativa, con un toro de Aleas y, sobre todo, el rabo cortado en el coso mejicano de El Toreo en 1929 al toro Cafetero, de Piedras Negras, después de ligarle 27 naturales. Una carrera repleta de altibajos, en la que, por ejemplo, en 1928 solo pudo matar 24 de las 114 tardes que tenía firmadas.

Huella

Pese a ello, Félix Rodríguez dejó huella, en toda España y especialmente en Santander, donde una docena de aficionados y miembros de su peña quisieron ayer mantener viva su llama con un acto íntimo, poco publicitado, al que asistieron el presidente del Consejo de Administración de Cuatro Caminos, Indalecio Sobrino; el gerente de Lances de Futuro, la empresa adjudicataria del coso, José María Garzón; la concejala del Ayuntamiento de Santander Lorena Gutiérrez y el presidente de la peña taurina que lleva el nombre de Félix Rodrígiez, fundada en 1927, Juan Manuel Diego.

Torero dominador, completo con capote, muleta y espada, variado en los quites y con una conformación física armónica, Rodríguez destacó por consolidad una personalidad propia en base a goterones de todas las figuras de años anteriores. Su carrera decayó hasta llegar a los años 30 casi sin festejos, lastrado por la enfermedad, su vida disoluta y unos gustos de buen vivir que le llevaron a tener una vida personal desordenada.

Félix Rodríguez falleció en Madrid, en un pequeño hotel, el 31 de enero de 1943, con apenas 37 años, después de una carrera llevada al límite y de dejar huella en todos los aficionados cántabros.

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