!["La reconstrucción de Santander tras el fuego fue una crónica de pillos"](https://s2.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/pre2017/multimedia/noticias/201602/18/media/cortadas/webincendioaula--575x298.jpg)
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Juan Carlos Flores-Gispert
Jueves, 18 de febrero 2016, 07:27
Del fuego arrasador surgió una ciudad con vocación de modernidad, que perdió la práctica totalidad de su patrimonio histórico y artístico, y que reconstruyó su centro comercial y de negocio siguiendo la línea recta, dejando atrás las intrincadas callejuelas que permanecían de la época medieval intramuros. Siguiendo un modelo de construcciones herrerianas. «Pero la reconstrucción fue una crónica de pillos, que se quedaron con los terrenos expropiados de quienes lo perdieron todo y construyeron sobre ellos». Lo dijo ayer el médico José María Cubría Mirapeix, presidente de honor de la federación Acanto, para la Defensa del Patrimonio Cultural y Natural de Cantabria, en el Aula de Cultura de El DIARIO MONTAÑÉS, que inauguró ayer en el Ateneo de Santander el ciclo de conferencias y coloquios en torno al incendio de febrero de 1941. Una serie que se desarrollará por la ciudad y que ofrecerá, entre otras instituciones, el Ayuntamiento de Santander.
En el Ateneo se habló de cómo era el Santander de antes del incendio, con sus pequeñas callejuelas y sus negocios familiares, sus palacios, iglesias, monumentos y sus antiguas casas (Miguel Echevarría Bonet, Graduado en Historia por la Universidad de Cantabria) y de cómo el incendio destruyó todo eso (Aurelio González de Riancho Colongues, médico y y reconocido historiador y defensor de la arquitectura regional) y cómo se reconstruyó Santander y la ciudad que surgió del fuego, a cargo de Cubría, que no ahorró críticas a cómo se desarrolló todo el proceso para levantar el 'nuevo' Santander «que el régimen de Franco puso como ejemplo de su capacidad para gobernar». El acto sirvió, como explicó el presidente del Ateneo, Manuel Ángel Castañeda, «para rendir recuerdo a quienes perdieron su casa, su comercio y al bombero madrileño Julián Sánchez, que falleció en el incendio». Y también reconoció, como hicieron el resto de participantes en la mesa redonda, la figura del historiador José Luis Casado Soto, «que fue quien mejor investigó la catástrofe y el Santander del fuego». Y, como exdirector de EL DIARIO MONTAÑÉS, dedicó un homenaje también al veterano rotativo cántabro, fundado en 1902. «El director de entonces, Manuel González Hoyos, marchó hacia Palencia para editar allí el periódico que llegaría a Santander dos días después. Y el subdirector, Florencio de la Lama salió hacia Bilbao con la misma intención, de manera que se editaron dos diarios». Y como dijo, resumiendo en un repleto salón de actos del Ateneo: «El incendio ha dejado huella en todos».
Porque el fuego «destruyó mucho y quedó en el solar de Santander un cementerio de hierros, escombros y silencio y la reconstrucción fue un tormentoso proceso de sombras manifiestas», sentenció al iniciar su intervención Cubría, primeras palabras de la que sería una crítica de cómo se hicieron las cosas «para construir una ciudad de una forma que benefició a unos y perjudicó a otros. Allí aparecieron la banca y las inmobiliarias, que afilaron sus dientes. La solución final fue la expropiación de los solares a sus propietarios para parcelar la ciudad y construir. Los propietarios solo podían volver a tener sus solares mediante el derecho de tanteo. Fue una auténtica crónica de pillos sin que salieran adelante propuestas como la del abogado Francisco Cubría (su padre) para que los propietarios pudieran recuperar los derechos de sus parcelas para que aquello no se convirtiera en un negocio y se respetase el derecho de los siniestrados».
El joven historiador (25 años) Miguel Echevarría habló de que lo desaparecido en el incendio era «muy similar a las calles Arrabal y Medio, y al Cabildo de Arriba» y realizó con fotografías y planos un recorrido por las calles incendiadas y el patrimonio que se perdió, «pero el incendio no fue sino la continuación de la desaparición del viejo Santander, que se había iniciado años antes tirando edificios con el deseo de modernizar la ciudad».
Y González de Riancho, que lleva la arquitectura en el adn familiar, como los anteriores con gran profusión de fotografías, destacó que el incendio fue «un tremendo desastre, se perdió patrimonio, iglesias, el Ateneo, palacios y centros oficiales. Cuando los santanderinos se levantaron el día 16 vivieron escenas dantescas, pensaron que su vida se había derrumbado y salvaron lo poco que pudieron. Y en el centro de la ciudad quedó un enorme boquete de 100.000 metros cuadrados de superficie y 10.000 personas sin casa, miles sin trabajo y con la memoria resquebrajada».
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Ana del Castillo
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