![El túnel de Tetuán, que unió el viejo y el nuevo Santander, cumple 25 años](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/pre2017/multimedia/noticias/201605/07/media/cortadas/tunel--575x323.jpg)
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Violeta Santiago
Domingo, 8 de mayo 2016, 14:35
La construcción del túnel de Tetuán fue mucho más que la obra para un pasadizo. Para empezar, porque fue todo un reto para la ingeniería civil del momento por las características del macizo que atraviesa, que obligó a usar por vez primera en España el jet grouting, la técnica del hormigón inyectado, que consiste en introducir en el terreno un material cementante. Con él, además, se diseñó la primera glorieta de la ciudad (la de los delfines) y se abrieron dos calles nuevas: una en su parte superior y la vía alcalde Vega Lamera, la que lleva al campo de fútbol.
También tuvo su lado de transformación social. Levantarlo supuso el derribo de una ermita y, para sustituirla, se tuvo que edificar otra iglesia a pocos metros (que acoge la parroquia de San José). Además, se regeneró un punto en el que había una fila de casas antiguas, que se fueron abajo. A los propietarios se los realojó en Cazoña, el primer barrio-dormitorio del municipio. Todo, para conectar el centro de Santander con El Sardinero y viceversa aligerando el tráfico tanto por el Alto de Miranda, como por Canalejas y el Paseo de la Reina Victoria.
Ahora se cumplen 25 años de la remodelación que convirtió a Santander en la urbe española pionera en contar con un túnel urbano (con viviendas encima) tan largo: 676 metros poco más de medio kilómetro para unir la vieja ciudad con otra que recién apuntaba, como Valdenoja y La Pereda, y con todo el área de la Universidad de Cantabria, que se hizo accesible andando desde el centro en apenas 15 minutos.
Desde el primer día de su apertura, el corredor fue la sensación. Se proyectó pensando que lo atravesarían al día 8.000 coches (la primera semana que estuvo operativo lo recorrieron 50.000, «una romería», describía El Diario Montañés de hace un cuarto de siglo). Pero hoy la ciudad no sabría qué hacer sin él: el año pasado, lo cruzaron en los dos sentidos casi 10 millones de vehículos.
El túnel marcó varios hitos para orgullo de los santanderinos: por vez primera se usó en su construcción en este país el jet grouting, además de que se «empezó por el tejado», lo que no era habitual en aquellos tiempos ya que, en lugar de excavar la superficie que se necesitaba, se hizo primero la estructura superior y luego se extrajeron casi 100.000 metros cúbicos de tierra y materiales, entre el desmonte y la roca. Por las difíciles características del terreno, se necesitaron rozadoras, explosivos y medios mecánicos y, para consolidarlo, se usaron 18.500 metros cúbicos de hormigón.
También fue un hito, aunque en negativo, el incremento de su coste: se adjudicó a Dragados y Construcciones en 840 millones de pesetas y acabó costando 2.000 millones, también de pesetas. La obra empezó a junio de 1989 y, en teoría, tendría que haberse terminado a finales de 1990. Eran tiempos tensos entre el presidente de Cantabria, Juan Hormaechea (que había abandonado el PP para crear un nuevo partido, la UPCA) y su sustituto en el Ayuntamiento de Santander, Manuel Huerta, y esto provocó numerosos retrasos en la ejecución del plan. El primero no dejó de poner obstáculos al proyecto a base de negar los trámites que dependían del Gobierno regional, por ejemplo, el expediente de expropiación de terrenos de la boca sur.
A las trabas políticas se unieron las técnicas y hasta las climatológicas, por lo que las noticias sobre las demoras fueron constantes. Tanto, que faltó poco para que no pudiera inaugurarse una semana antes de las elecciones autonómicas y municipales de 1991. Ahora la ley impide a los alcaldes lanzarse a inaugurar antes de los comicios y sería imposible convocar un acto de estreno como el de entonces. El túnel se abrió un viernes 17 de mayo a las 20.00 horas, con la banda municipal dando un concierto, hablando los políticos de «obra histórica» y repartiéndose entre los vecinos camisetas conmemorativas. Ese mismo día empezó a utilizarse. Se olvidó enseguida el dar la vuelta por Canalejas o por Castelar y Reina Victoria, el mismo rodeo que se sigue dando cuando se cierra por las noches por mantenimiento y que tanto molesta a los usuarios habituales.
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