![Un mar de placas y muchas calidades](https://s1.ppllstatics.com/eldiariomontanes/www/pre2017/multimedia/noticias/201606/05/media/14529581.jpg)
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Juan Carlos Flores-Gispert
Lunes, 6 de junio 2016, 07:20
En las calles de la capital de Cantabria hay 690 placas censadas que dan una valiosa información: a qué personaje o acontecimiento esta dedicada esa vía. Hay siete centenares de placas y de una variedad tal que sorprende por la falta de uniformidad. Hace 20años el Ayuntamiento procedió a la renovación de las placas de las calles de Santander buscando que todas fueran iguales. Pero manteniendo aquellas que se consideraban históricas, las de piedra dedicadas a personalidades ilustres, como el bibliotecario Miguel Artigas, el alcalde Luis Martínez o la dedicada a Marcelino Sanz de Sautuola, que dio a conocer al mundo las cuevas de Altamira. Al tiempo, el Ayuntamiento olvidó retirar unas antiestéticas placas colocadas pocos años antes en las calles y que llevaban publicidad de comercios de las vías en las que estaban situadas. Una docena de esas placas, la mayoría con la leyenda borrada permanece colocada, pero como explica la concejala de Servicios Generales, Carmen Ruiz Lavín, «se irán retirando de las calles para homogeneizar los estilos». Hay placas de este estilo publicitario en las calles San Fernando, Hernán Cortes, Plaza de Pombo, Eduardo Benot, Paseo de Pereda, Florida, Isabel la Católica, Mies del Valle y La Enseñanza, entre otras.
Hay más placas viejas metálicas que no se ajustan al modelo general oficial en este momento en Santander y que se olvidó retirar cuando se implantó el modelo azul con escudo. Son placas de fondo blanco y eran oficiales antes de la democracia. Las hay en el pasadizo Zorrilla, ente Bonifaz y Santa Lucía. Y en la calle de Gómez Oreña y en Cervantes esquina Miguel Artigas, sobre la fachada de la veterana paragüería Niágara. Con un metro de separación hay dos placas que honran al inmortal Cervantes. Una azul y otra blanca. Alguien olvidó retirar la vieja.
Es muy barato cambiar las placas de las calles. Cada una del modelo azul que el Ayuntamiento ha puesto recientemente en las calles Eulalio Ferrer, Ataúlfo Argenta o Severiano Ballesteros cuesta 68 euros, incluido el IVA. En Ataúlfo Argenta, una calle de 691 metros de longitud, hay seis placas nuevas azules. Antes se llamaba del General Mola. Los operarios olvidaron retirar la placa del franquista y ahí permanece, sobre la veterana tienda de confección La Novedad. Pero la calle ha perdido ese nombre por acuerdo plenario municipal.
¿Hay algún criterio a la hora de colocar las placas en las calles, distancia en metros, número de placas según longitud de las calles...? La concejala Ruiz Lavín responde que «el procedimiento establece la colocación de placas identificativas al principio y al final de los principales accesos y en una, al menos, de las esquinas de cada cruce». En la calle dedicada a Lope de Vega, de 340 metros de longitud, hay siete placas. De ellas, tres están en los primeros diez metros, la última en la fachada de la que fue residencia López Dóriga y checa de Neila frente a la iglesia de los carmelitas. En este edificio de estilo francés, propiedad del Gobierno de Cantabria transferido por el ministerio de Justicia, hay una placa de piedra que recuerda al importante poeta y dramaturgo del Siglo de Oro español. Se sustituirá por una de metal con fondo azul y escudo de la ciudad de líneas blancas cuando la vieja de piedra se caiga por su peso y se haga añicos.
¿Se pide permiso a los vecinos para colocar las placas en las fachadas de edificios particulares? «Sí, en efecto, se pide permiso a los vecinos para colocar las placas en las fachadas de edificios particulares», responde la edil.
Una de las placas más famosas y retratadas es la de los Jardines de Piquío, sobre un mástil y rematada con el escudo de Santander multicolor y con un texto que firma el alcalde. Sin nombre del alcalde, para que perviva en el tiempo. No hay certeza de en qué año se colocó la placa ni quién era entonces el primer edil de Santander, pero el texto es bien claro: «Siendo estos jardines propiedad de todos los ciudadanos, a ellos interesa su conservación. Por eso los pone bajo su especial cuidado y vigilancia el alcalde». La placa maciza de metal necesita una pequeña restauración y repintado de cara al verano.
En las próximas semanas el Ayuntamiento procederá a la sustitución de las placas con los nombres franquistas de cuatro calles de la ciudad y a colocar nuevas con el nombre exacto oficial a otras dos (Alzamiento Nacional de 1808 contra los franceses e Islas Canarias). Y quizá el año próximo se cambie el nombre de otras dieciocho calles de carácter eminentemente franquista como decidió el Consejo de la Cultura de Santander hace ocho semanas. Los expertos designados por el Ayuntamiento tienen que buscarles nuevo nombre. Entre ellas está el paseo del General Dávila. El Ayuntamiento no puede concretar el número de placas que deberá encargar para las nuevas denominaciones, «porque dependiendo de la longitud de las calles se colocarán más o menos placas. En el paseo del General Dávila serán bastantes más que en las transversales de la zona de Castilla-Hermida», explica Ruiz Lavín. El paseo del General Dávila tiene 3,6 kilómetros de longitud. Entre el Ayuntamiento y Puertochico (un kilómetro) hay dos placas de publicidad que urge sustituir por nuevas y oficiales para que el turista se pueda orientar y por demostrar que la ciudad está cuidada. Una de las placas viejas, despintaba y en la que prácticamente no se lee nada, está sobre la fachada de la Botica del Puente. Otra sobre la tienda de confección Juvenia.
Quien llegue a la calle Florida por la Alameda de Jesús de Monasterio no podrá identificar esa calle. La placa es de las viejas, con publicidad, pero no se lee nada de nada: el nombre se borró hace tiempo.
Hay placas que identifican mal la categoría de la calle. Calvo Sotelo no es calle, sino avenida. Jesús de Monasterio no es calle sino Alameda (la Alameda Primera). General Dávila no es calle sino paseo. El nomenclator oficial lo dice bien claro pero las placas se hicieron mal hace veinte años y no han sido sustituidas.
La hemeroteca está llena de reportajes de entonces en los que se denunció que la empresa a la que el Ayuntamiento el encargó las placas puso mal hasta los apellidos de Sanz de Sautuola. Era una empresa de fuera de Cantabria y no conocía a los prohombres de esta tierra. Por cierto «en la calle de Francisco Cubría el Ayuntamiento nunca puso la placa», dice su hijo el doctor Cubría Mirapeix. «Fallecido el escritor el 3 de abril de 1968 en Pleno Municipal se le concedió la titularidad de la calle. Terminando 1969, su nieto Francisco Cubría Piris, se lamentaba de que no ponían la placa del abuelo. Encargué la placa y el primer día del año 1970, nos fuimos con una escalera y el taladro y colocamos la placa al inicio de la cuesta». Ahí queda para el anecdotario del barrio.
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Ana del Castillo
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