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Mariana Cores
Lunes, 13 de junio 2016, 11:27
El Instituto Cántabro de Oftalmología, conocido popularmente como la Clínica Cotero, echará el cierre definitivamente el próximo 30 de junio. Atrás quedan 23 años de miles de graduaciones y operaciones con la tecnología más puntera del momento, que situaron a la clínica a la ... altura de otras instituciones de prestigio como el Instituto Oftalmológico Fernández-Vega, en Asturias. La crisis que vapulea a la región desde su inicio no ha pasado de largo por el centro oftalmológico del paseo de Pérez Galdós. Pero como dice su fundador, José Norberto Fernández del Cotero, «es una fase de transición. Ahora nos vamos a la consulta original, la que abrió mi padre, en el Paseo Menéndez Pelayo, y ya veremos si la siguiente generación quiere retomar este proyecto». En esta nueva andadura le acompañará el oftalmólogo Ramy Abdin Lahoz. «Nos queremos distinguir por la calidad y no por la cantidad. Seguiremos operando, pero en el Hospital Santa Clotilde. Yo me encargo del polo anterior del ojo y el doctor Abdin del posterior».
En menos de tres semanas las instalaciones serán entregadas a su nuevo dueño y se despedirán de la plantilla, integrada por catorce personas, «nunca ha sido tan pequeña. En los mejores momentos llegamos a ser 30 en Santander y otros 50 en la clínica Vissum que abrimos en Madrid», recuerda. La disminución del número de pacientes ha sido paulatina en los últimos años como consecuencia de «la crisis, que ha golpeado a todo el sector de la medicina privada».
Además, «los costes se han elevado mucho. Esto unido a lo anterior, hace que una clínica de este tamaño, en medio de la ciudad, sea imposible de mantener», agrega. A todo ello se le suma «una serie de factores externos, como una competencia encarnizada, no siempre leal, en un sector bastante convulso. Todo el mundo quiere su parcela y si no puede alcanzarla, pisa al de al lado», afirma. Pero también reconoce que de esta situación «estábamos advertidos».
Hace cerca de diez años que iniciaron un proyecto más ambicioso, que era trasladar la clínica a otro espacio paralelo a la S-20, pero la situación económica le exigió prudencia y nunca llegó a desarrollarse.
Fernández del Cotero recuerda que «fuimos los primeros de España en apostar por ser un hospital de día, sin camas, en la que los pacientes, tras la operación, se iban a su casa». Este proyecto se empezó a gestar «durante mi estancia en Estados Unidos en el año 1986. Tardé cuatro años en montar lo que yo tenía en la cabeza». En aquel momento, apunta, «el resto de profesionales nos miraban sorprendidos. Tanto los Barraquer de Barcelona como los Vega de Asturias no podían entender lo que hacíamos. Ahora, el tiempo nos ha dado la razón y todos los centros con cirugía oftalmológica son ambulatorios. A no ser que se trate de una intervención más grave, es extraño que alguien se quede ingresado», asevera Fernández del Cotero. Pero no fue esto en lo único que resultaron pioneros. En el año 1999, el Instituto obtuvo el certificado de calidad basado en la normativa internacional ISO 9001, que determina los requisitos para un Sistema de Gestión de la Calidad. «Fuimos la primera institución médica de Europa en conseguirlo. Aplicamos las normas a todos los departamentos de la clínica», explica el oftalmólogo santanderino. Así que la clínica disponía de cuatro comités especializados con reuniones periódicas para tratar asuntos relativos a su función, como la gerencia, la calidad y aspectos científicos y éticos.
El futuro de una saga
El nombre de Cantabria y de los Cotero «también fue más allá de las fronteras españolas de la mano de la Fundación Cotero, con la que, además de realizar tareas de prevención visual escolar por toda la región, llegamos a hacer hasta diez expediciones a Togo (África). La Fundación se creó en honor a mi padre, que fue un gran oftalmólogo, y siempre le gustó ayudar a la gente». A sus 63 años, Fernández del Cotero asegura que «este no es ni mucho menos el fin. Vamos por la cuarta generación de oftalmólogos que inició mi abuelo en 1885 y que ahora continúa mi hija Laura. Cada 33 años ha surgido un médico nuevo dedicado a la vista en mi familia. El siguiente puede ser uno de mis siete nietos».
Desde que se empezara a gestionar el cese de la actividad de la clínica, también hubo que negociar el cierre de los servicios externos instalados en la planta superior del edificio (reproducción asistida, ginecología, dermatología y urología), algunos de los cuales han iniciado ya su traslado al centro de consultas médicas, situado junto a la Clínica Mompía.
Fernández del Cotero opina que el nivel de la salud oftalmológica en Cantabria «es muy bueno, aunque podríamos mejorar. El Hospital Valdecilla es un referente, aunque hayan surgido problemas con el traslado del servicio a Liencres. En general, los pacientes tienen ahora mucha mejor atención. Lo malo son los profesionales que se inclinan más por la cantidad de los pacientes que por la calidad».
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