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Álvaro Machín
Viernes, 16 de septiembre 2016, 07:16
Empezó en un colchón. En el entresuelo del número 24 de Cisneros había muchos tirados por el suelo. Así dormían. "Anoche había cinco, pero el piso era un vete y ven. Unos días diez y hasta veinte". No tenían luz y usaban velas y de ... eso, de una vela caída que prendió el colchón, hablaban por el barrio. Más de cinco horas ardiendo en plena noche. Muchas llamas y humo, con los vecinos de los portales adyacentes desalojados y temblando. Pero del 24, pocos. Se fue la que ocupaba el local comercial, un chico que estuvo un tiempo de alquiler... Nadie quería estar allí. Hablan de peleas, ruidos, habituales llamadas a la policía... "Debido a que es un edificio de madera antiguo, al estado de la vivienda y al de las personas que la frecuentan, existe un riesgo real de incendio". La frase está sacada de un escrito registrado en el Ayuntamiento dos veces. Una por parte de los vecinos en 2015 y otra desde la Asociación Nueva Florida, en febrero de este mismo año. Ayer, con los bomberos sellando los accesos del inmueble a media mañana, alguien pasó por delante de la puerta. Alguien que sabía lo que era dormir en el entresuelo. Le hicieron preguntas. ¿Cuánto tiempo? ¿Cuánta gente? Al final, acabó diciendo: "Era una casa de yonquis, la gente va y viene".
Es en Cisneros, al principio. Muy cerca de la Plaza de la Esperanza y de la iglesia de San Francisco. "Sobre la una de la mañana se empezó a escuchar movimiento y luego han salido corriendo a la calle gritando que había fuego y que llamaran a los bomberos". Los padres de Lucía viven en el 22. Más de veinte operarios del Parque de Santander y ocho vehículos, junto a agentes de la Policía Local, se emplearon a fondo. Tenían miedo de que las llamas se extendieran y sacaron a la calle a los que viven al lado. Hasta las siete y media de la mañana no lo dieron por extinguido. Después empezaron a precintar el 24. Sufre importantes daños y entrar sin las debidas precacuciones es un riesgo. Y lo es de verdad. En una de las habitaciones hay un boquete en mitad del suelo. La imagen del interior del entresuelo, las huellas que muestran pese a lo poco que han dejado las llamas cómo se vivía ahí dentro, es dura. Dormían juntos, en los colchones repartidos por el piso. Bajo los pies, en cada paso, restos de ropa, objetos y basura amontonada. Insalubre, sin luz...
Denuncias
La Policía Científica tendrá que confirmar las causas exactas del siniestro y los técnicos municipales determinar el estado del edificio. El futuro. Pero los vecinos no dejaban de contarle a todo el que pasaba por delante las historias vividas "durante los últimos tres años". "Hace un mes o dos sacaron a una persona muerta. Dijeron que fue una sobredosis y cada vez que venía la policía nos preguntaba cómo podíamos vivir aquí, con este panorama justo al lado de casa". Porque vinieron a menudo. "Nos indicaron que lo notificáramos en el Registro del Ayuntamiento y que cada vez que ocurriera algo, llamáramos a la policía. Las condiciones eran de asustar. Tiene que haber informes de todas las veces que han venido".
Unos testimonios que ratificaba María Eugenia Carpintero, la presidenta de la asociación Nueva Florida. "Drogándose en el portal, vómitos, meadas, ruidos, molestias a los vecinos...". Cuenta que se habló con Medio Ambiente, que se pusieron en contacto con el Delegado del Gobierno... "Por medio de este escrito queremos dejar constancia del riesgo de que suceda una tragedia en esta calle si no se erradica la situación problemática existente", pone en el documento que registraron, en el que se habla de gente "que no es propietaria" y que "se cuela por la ventana que da a la calle Cisneros para consumir allí sustancias ilegales".
Los relatos, a pie de portal, incluyen episodios que ponen los pelos de punta. Cuentan que una vecina se encontró en su buzón una prueba del VIH junto a una jeringuilla usada. "Y a menudo venían gritando por la calle desde abajo a alguno que estaba en el piso: Oye, prepárame la droga. Todo eso con niños delante, en mitad del barrio". "Voy a poner lavadoras", contaba una vecina que iba y venía al corrillo de la tertulia con el piso ennegrecido y quejándose de cómo le habían quedado las alfombras. Justo entonces otra mujer les preguntó a los bomberos si podía entrar al entresuelo. Decía que su mochila estaba arriba, que tenía su pasaporte dentro.
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