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Mariana Cores
Lunes, 17 de octubre 2016, 07:23
Sor Encarna dice estar «muy contenta». Y no es para menos. El Ayuntamiento le ha hecho saber que le va a ceder un piso para que tres mujeres con problemas psíquicos, que no tienen quien se encargue de ellas, puedan vivir bajo su amparo y ... cuidado. Sor Encarna pertenece a las Hermanitas de la Caridad y actualmente, junto con otras cinco hermanas, atiende a siete mujeres en dos pisos del Gobierno de Cantabria. Ahora recibe un tercero, «porque hay tanta demanda, que no damos abasto». Es el mismo que el alcalde, Íñigo de la Serna, ofreció a la plataforma Stop Desahucios Santander, organización que, tras varios meses de deliberaciones, lo ha rechazado. Las Hermanitas de la Caridad lo tienen claro: «Todo lo que nos ofrezcan para ayudar a otros es bien recibido».
Stop Desahucios
El nuevo piso que en breve se les entregará a las Hermanitas de la Caridad, fue ofrecido por el Ayuntamiento en primer lugar a Stop Desahucios para que pudiera destinarlo a la acogida de familias que tuvieran que abandonar su vivienda habitual mientras buscaban soluciones, que les ayudaran a superar su situación y a encontrar alternativas de alojamiento a largo plazo. La idea era que la propia organización gestionara el uso de la vivienda en función de las necesidades. Sin embargo, la plataforma, en un escrito enviado a la concejala de Servicios Sociales, rechazó esta oferta al considerar que supone «un parche que no remedia en modo alguno el problema de vivienda de las personas en riesgo de desahucio en nuestra ciudad». También apuntan a «los problemas que provocaría tener que decidir sobre qué familia debería de ocupar esa vivienda».
Sor Encarna vive en Cazoña, en José María de Cossío. En el mismo patio se encuentran los otros dos pisos «que mantenemos íntegramente gracias a las ayudas del Gobierno». Las plazas están subvencionadas por el Ejecutivo regional. El nuevo inmueble (que pertenece al proyecto Red Enlace del Ayuntamiento) está situado un poco más adelante, pero en la misma calle.
Las mujeres «nos llegan a través de los servicios de Psiquiatría de Parayas y de Valdecilla. Son personas que no tienen a nadie. Que cuando les dan el alta, no tienen a dónde ir. La mayoría no tienen familia, y si la tienen, tampoco puede atenderlas. El problema es que, cuando salen, se encuentran bien y dejan de tomar su medicación. De esta forma, vuelven a recaer. Es un círculo vicioso. Aquí, nosotras les damos estabilidad y cariño. Vivimos como si fuéramos una gran familia», señala.
Afirma que las inquilinas son mujeres «que no son agresivas, ni hemos tenido ningún problema con ellas, ni tampoco los vecinos». De esta forma da fe de lo que ya se ha oído la pasada semana durante la celebración del Día Mundial de la Salud Mental.
Las mujeres tienen entre 40 y 60 años. «No es una edad para estar en una residencia, pero tampoco pueden vivir con sus familias. Unas por que no las tienen y otras porque esa convivencia, por distintas circunstancias, no es posible», apunta.
Sor Encarna asegura que «cuando toman su medicación, están muy bien. Hacen una vida normal, como el resto de la sociedad. El problema es que deben tener un control para que no dejen la medicación. Es habitual en estos enfermos que, cuando los fármacos han hecho su efecto, dejen de tomarlos porque consideran que ya están curados. Pero no es así. Se corre mucho peligro de recaer si no llevan un orden y control exhaustivo».
La religiosa agrega que la vida en estos pisos «es como la de cualquier hogar. Cada una se tiene que ocupar de su cuarto y tener la casa limpia. Desayunan y después cada una tiene su ocupación».
Así, unas acuden a trabajar a Ampros, otras a Amica o a otros centros ocupaciones. Precisamente, durante el Día Mundial de la Salud Mental, el presidente del a Asociación Cántabra Pro-Salud Mental (Ascasam), Ignacio Fernández Allende, demandó el aumento de las plazas en los centros ocupacionales, ya que en estos momentos hay lista de espera en todas las unidades de salud mental de Cantabria. Son necesarias, sobre todo, en la zona oriental, donde hay al menos 40 personas en lista de espera y donde el centro que tiene allí Ascasam, situado en Colindres, «está al cien por cien».
Esta rutina laboral, junto a la sensación de tener un hogar al que acudir cada día después del trabajo, «las hace ser felices. Yo las veo muy bien. Tienen una vida que de otra manera sería muy triste y dura», apunta la hermana. Cada una tiene su propia habitación y «comemos todas juntas. Así no es tanto lío lo de tener que cocinar, y hacemos tertulia, que siempre es bueno», añade. Por las tardes, un poco de descanso, «y muchos días suelen salir a dar un paseo. Van juntas o en grupitos. Van a una cafetería o a dar un paseo. Como cualquier otra mujer con sus amigas».
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