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Es uno de los edificios más antiguos de Santander. Está muy unido a la historia de la ciudad y durante años ha sido testigo de su crecimiento y de cómo el paso del tiempo ha ido dibujando el mapa de barrios. Además, es también ... una de las paradas incluidas en la etapa del Camino de Santiago que recorre la capital cántabra. Por eso por allí pasan a diario peregrinos procedentes de todas partes que se acercan para sellar sus credenciales (el pasaporte del peregrino). La Iglesia de la Consolación, ubicada en la calle Alta (frente a los juzgados), celebra este año su 250 aniversario. La parroquia comenzó a construirse en 1757 y las obras se prolongaron durante 16 años, hasta septiembre de 1773. Al frente de las cuales estuvo Francisco Pérez del Hoyo, el constructor de la iglesia de San Vicente de Toranzo en 1754.
De estilo barroco, el edificio se erigió en el siglo XVIII sobre los cimientos de otros dos. El antiguo «y pequeño» hospital San Pedro y una ermita dedicada a Nuestra Señora de la Calzada, que pasaría después a ser de Consolación. Además, si se pudieron llevar a cabo las actuaciones fue gracias a la donación de un indiano mexicano que, en un primer momento, ofreció una aportación económica para la ampliación de la ermita que se encontraba allí, pero que finalmente se utilizó para la edificación.
Así, durante muchos años, el templo santanderino era el «único» en la ciudad, explica su actual párroco, Juan Carlos Fernández. De modo que servía como punto de encuentro y de acogida de numerosos vecinos. Es más, su área de influencia llegaba casi hasta Peñacastillo. Por eso, conforme Santander creció y la población se extendió, de esta iglesia salieron hasta siete parroquias como la Bien Aparecida, los Franciscanos de Perines o las del Barrio Pesquero. En sus inicios era, más bien, una capilla dependiente de la Catedral, «pero que no tuvo pila bautismal hasta hace 155 años», añade Fernández.
Además de los 250 años de historia, el templo tiene una función muy importante y es su «labor social», subraya el párroco. Un aporte a la comunidad que es «mucho más que la caridad». Presta ayuda cada día. Allí, Cáritas da respuesta a las necesidades de mucha gente. En concreto, la parroquia «atiende mensualmente a 120 familias» a las que ofrece apoyo. También sirve de acogida para las personas inmigrantes que viven en esa zona de Santander. La iglesia busca el modo de «acogerles e implicarles en la vida de la propia parroquia y de la ciudad».
Y las puertas están abiertas para todo el mundo. Incluso quien acuda fuera del horario -abre por la mañana de 10.00 a 13.30 horas y a lo largo de la tarde de 18.00 a 20.30 horas- puede encontrarse con alguien porque «siempre hay una persona de la comunidad sentada en los bancos», cuenta el cura. Siempre hay gente pendiente de asistir a quien lo necesite. Como a los peregrinos que pasan por allí durante el Camino de Santiago. Incluso «las hijas de la caridad de la calle Alta ayudan también en este servicio». Por su ubicación, es una zona de tránsito. Se sitúa frente a los juzgados por donde pasan muchos vecinos que se acercan a menudo a «hacer una visita», admite. Y a mostrar devoción por el Cristo de la Salud y la propia Virgen de Consolación. «Constantemente, todos los días». Durante el año hay más celebraciones clave, como el homenaje a San Pedro durante las fiestas del barrio que se celebran a finales del mes de junio.
Y, además, otra de las actividades que acoge la Iglesia de la Consolación todos los años, «con motivo de la solemnidad del Corpus Christi», es una tradición del siglo XIX conocida como, 'Las Cuarenta Horas Eucarísticas'. Así, a lo largo de ese periodo de tiempo, los fieles se acercan para adorar a Cristo sin interrupción. Una fecha en la que «viene también mucha gente de la ciudad», comenta Fernández. Se trata de una costumbre que, valora el párroco, casi seguro se quedó después de que desapareciera el Convento de las Clarisas que, según anunció el Gobierno de Cantabria, no se utilizará finalmente como sede judicial.
El templo es, así, un punto de referencia en la ciudad. Con el paso de los años, también ha hecho falta acometer nuevas actuaciones en el edificio. En concreto, se han llevado a cabo obras de recuperación de la Sacristía (que era del siglo XIX) con el apoyo del Obispado y del Gobierno de Cantabria, a través de la Comisión de Patrimonio. Ha hecho falta «consolidar las paredes, quitar el peso del tejado y hacer uno nuevo» porque al tirar una de las casas contiguas a la parroquia «se partió» parte de la pared.
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