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De la memoria, al futuro. Es una de las ideas, aunque no la única, que recorrió el sábado un 'paseo de Jane' (Jane's Walk), al que se sumaron en Santander 25 personas que dieron 5.000 pasos (en dos horas y media) para reconocer ... rincones ya conocidos, aprender de proyectos viejos y nuevos y, sobre todo, visualizar 'in situ' lo que supondría para Castilla-Hermida la losa con la que los gobiernos central y regional y el Ayuntamiento de Santander quieren tapar las estaciones ferroviarias en el corazón de la capital.
Son numerosas las ciudades donde se organizan caminatas bajo la etiqueta de Jane Jacobs, activista por los espacios urbanos a la medida de los seres humanos y no al revés. En teoría, estas salidas sirven para reivindicar las calles como lugares de encuentro. En la práctica se mezclan historias de urbanismo, recuerdos de los asistentes y críticas a algunas decisiones del poder establecido. Las de Santander están promovidas por la concejalía de Urbanismo de Javier Ceruti. Su colaborador Antonio Bezanilla, director general de Urbanismo, ejerció este sábado de cicerone arropado por los también arquitectos Luis de la Fuente y Luis Fernández del Arco.
Este último, por ejemplo, explicó al arranque de la cita las singularidades del antiguo almacén de Tabacalera, que acaba de ser convertido en centro cívico por el Ayuntamiento en un punto que Bezanilla designó con humor como una de las esquinas «más nobles» de la ciudad, porque allí confluyen tres marqueses: el de la Hermida, Antonio López (marqués de Comillas) y la aledaña dárseña de Maliaño. Hoy es conocida así, pero nombrada Marqués de Manzanedo en planos antiguos.
En la ruta hacia el barrio Pesquero se alaba el rescatado tramo de Antonio López -sin naves portuarias, más ancho, sin tanto tráfico, mucho más luminoso, por fin arbolado y con su tramo de carril-bici- hasta la Biblioteca Central, en donde se reflexiona sobre el lugar elegido para ubicar la estación en construcción en la que pasarán a atracar los ferrys. Carlos García (de la asociación Arca) ilustra sobre la escasa repercusión económica que tienen los cruceros en Santander y Juanjo de la Torre, de la asociación vecinal Los Arenales de Castilla-Hermida, sobre la pérdida que supuso el derribo de la vieja Lonja.
A escasos metros, el grupo -y cualquiera- se da de morros con el área de naves que lleva a la entrada al barrio pesquero con su extenso catálogo de basuras. Alguien dice que los santanderinos están «tan acostumbrados» a la suciedad y el desorden de la zona «que ya ni lo vemos». Pero que nadie se engañe: se ve y se huele. Con los barcos de fondo, se abre otra línea de debate sobre el uso del suelo del Puerto, que almacena vehículos y vehículos en metros y metros de terreno. Luis de la Fuente recuerda que Santander estuvo a punto de ser una ciudad totalmente distinta, ya que se valoró ubicar las instalaciones portuarias en El Sardinero. Una veterana vecina rememora cómo se fueron levantando todos los bloques en fila de Marqués de la Hermida.
En la cuarta parada -en la pasarela ante los ascensores que conectan con la calle Alta- se mete el dedo en una llaga sangrante. De la Torre reparte un volante con tres palabras: «LOSA NO. Resiste». Sobre la playa de vías, los argumentos se amontonan: Bezanilla sostiene que el proyecto que defienden el PP en el Ayuntamiento y los gobiernos central y autonómico debe ser «repensado. Existen mejores opciones». El integrante de Arca asegura que en el 80% de los sitios donde la gente se ha movilizado contra una losa «han ganado los ciudadanos», así que llama a las barricadas.
Junto al Parlamento, en otro alto de este viacrucis civil, De la Fuente desgrana sus recuerdos sobre cómo se rehabilitó el antiguo hospital y recapacita sobre cómo evoluciona la sensibilidad social a través del tiempo a la hora de pensar en sus entornos. En los años 80, la calle Alta no parecía «digna» para acoger la Asamblea de Cantabria y se valoró llevarla al edificio del Casino. Pensamientos de altura con el ruido del tráfico de fondo. Hay alguna propuesta irónica para recuperar el convento de Las Clarisas, comido por la mugre pese a tratarse de un BIC (Bien de Interés Cultural).
Ya en el Parque del Agua, un tiempo para valorar la tipología de las casas de la calle Alta, a la que, en tiempos, llegaba el mar. Desde allí se veía la antigua y pequeñita iglesia de Santa Gema, que fue sustituida por la mole. Profesores, vecinas, arquitectos, políticos y representantes vecinales se despiden en la bajada a la rampa Sotileza... No sin alarmarse -una vez más desde las alturas-, de lo que supondría la losa.
Son las 14.30, hora de un vermú. Allá donde estés, Jane Jacobs, gracias por inspirar este recorrido tan ilustrado.
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