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Violeta Santiago
Lunes, 15 de febrero 2016, 22:27
75 años después, un 15 de febrero lluvioso y traspasado por el viento del Norte que dejaba la sensación térmica en los 4ºC acompañó el arranque de una conmemoración que se extenderá en el tiempo, para que no se olviden «las cicatrices, ni la urbana, ... ni la humana» que dejó el incendio de Santander. La virulencia del fuego de 1941 dejó una marca en el plano, que se quedó sin casi 400 edificios en el corazón de la ciudad. Y dejó otra entre los 10.000 santanderinos que perdieron su casa y a los que se desplazó a los arrabales.
El Ayuntamiento quiere convertir ahora aquel desastre en bagaje cultural y turístico de la capital, tal como muchas otras han hecho antes con sus hitos históricos. Ayer se celebró la primera cita, al resguardo del claustro de la Catedral. Allí, al aperitivo musical a cargo de la Banda Municipal, le siguió una recreación del suceso que duró 10 minutos: las luces se apagaron, se escuchó cómo corría el viento y caían cristales, las galerías de piedra se tiñeron de rojo en recuerdo de ese otro cielo rojo que recuerdan los santanderinos y tocaron las campanas de la catedral.
Lo revivieron cientos de personas, apiñadas, que fueron encontrando hueco como podían mientras la banda interpretaba piezas como Santander, de Ernesto Rosillo; La Storia, de Jacob de Haan; Danza del Fuego, de Manuel de Falla; o un fragmento de Cavalleria rusticana, de Pietro Mascagni. Junto a la entrada se había ubicado un gran panel con una infografía de la zona que las llamas se llevaron por delante y que generó cierto debate entre algunos de los más mayores.
En el acto se contó, por medio de un vídeo, lo que significaron aquellas 43 horas de fuego que cambiaron para siempre la ciudad, con detalles: hicieron falta tres días para frenarlo por completo y más de 17 para dar por apagados todos los rescoldos. Más de 120.000 metros cuadrados del Santander antiguo desaparecieron y el 90% del comercio se convirtió en cenizas.
«Calles tristes y casi vacías»
Participó con un breve testimonio José Luis Araúna, uno de los testigos de los días 15 y 16 de febrero de 1941, momento en que tenía 11 años. Su padre era entonces fotógrafo de prensa y «salió a trabajar», así que iba dando a la familia «las noticias: el fuego se ha llevado tal calle», o aquella otra «ya no existe». Araúna relató siete décadas después que, sobre todas las demás, retiene en la memoria la sensación de «las calles tristes y casi vacías en las que la gente no hablaba. Eso era impresionante».
Profesional de la imagen como su padre, Araúna les dijo ayer a sus convecinos que ha donado su archivo fotográfico de entonces a la ciudad «porque esas fotografías no eran mías, sino de Santander».
El alcalde, Íñigo de la Serna, señaló que el incendio lo «abrasó todo menos la memoria» e hizo virtud de la tragedia, porque el suceso «nos transformó en este Santander abierto, cosmopolita y solidario».
De la Serna apuntó que la convocatoria (con su música, la recreación sonora de la tragedia y el vídeo) eran en realidad pilares de otro recordatorio imprescindible: el de la solidaridad de los santanderinos con los 10.000 vecinos que se quedaron en la calle. «La cicatriz urbana, con ser tan grande como cabe imaginar en un solar que ocuparon 37 calles, es inferior a la cicatriz humana», remarcó, si bien recordó que solo hubo que lamentar una muerte, la del bombero madrileño Julián Sánchez.
El alcalde aludió a que el del 41 fue el «segundo» gran incendio de Santander que, por su magnitud, redujo a anécdota al primero, que se cebó con las casas de la calle La Blanca en 1877. También evocó que la ciudad perdió a todos sus bomberos en las dos explosiones del vapor Cabo Machichaco, que se produjeron en 1893.
El alcalde se mostró seguro de que nunca volverá a producirse en la capital «una tragedia de este fuste», ya que el archivo audiovisual que prepara el Centro de Documentación de la Imagen de Santander (CDIS) «se ocupará de mantener viva la llama de lo que destruyeron otras» y los relatos de los supervivientes sirven hoy para «vacunar» al resto de los ciudadanos «de la desmemoria».
«Si entonces perdimos la batalla contra los elementos, ahora nos aliamos con la tecnología para escribir el Santander de antes y de después del incendio». Con este objetivo, el Ayuntamiento abrió recientemente la página web incendiosantander.com y también tiene en marcha un Taller de la Memoria, en el que colabora todo el que tiene un recuerdo que rescatar.
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