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Íñigo Fernández
Miércoles, 17 de febrero 2016, 20:58
Cada uno tiene una historia. Y las de todos ellos, unidas, configuran la memoria colectiva del incendio de Santander. Eran niños en 1941, pero los recuerdos, las situaciones y las imágenes han permanecido en la memoria de todos y cada uno de ellos. Algunos colaboraron ... en las tareas de extinción, pese a la edad; otros fotografiaron aquellas escenas la destrucción y reconstrucción de la ciudad; muchos tuvieron que abandonar sus casas; algunos jamás regresaron a ellas... El incendio dejó una huella profunda. Hay escenas que no se olvidan, aunque hayan transcurrido, ya, 75 años.
Al hablar de aquellos sucesos, cada uno pone el acento en un aspecto distinto: el viento, la noche iluminada, los soldados con la orden de desalojo, la llegada de familiares, la gente por la calle, las mujeres llorando, la ciudad devastada... La memoria es selectiva: no todo se graba con la misma intensidad.
Es común mezclar los recuerdos del incendio con los de la Guerra Civil. Al hablar, saltan de uno a otro indistintamente. Es lógico: fueron los dos episodios más dramáticos de su infancia. Lo que les distingue es el tono. Quien no sufrió ningún desgarro personal por ejemplo la pérdida de la casa, lo recuerda como una aventura. Quien lo perdió todo, como un drama.
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