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Juan Carlos Flores-Gispert
Jueves, 18 de febrero 2016, 18:01
«El comercio que desapareció en 1941 era familiar, pequeño, que atendía con cariño a sus clientes, que le conocía y sabía lo que precisaban». Pedro Jaime Casuso, tercera generación en el comercio La Conchita (establecimiento con 108 años de historia) habla de que eran ... tiempos de la perragorda y la peseta, donde los comerciantes como mi abuela eran grandes luchadores. La clientela de aquel centro urbano de Santander era típicamente de provincias y del mundo agrícola, ganadero y pesquero. Tiempos de boina y pantalón de mahón. Los comerciantes no tenían estudios de publicidad o de marketing pero eran despiertos y decididos y fundaron los pilares del comercio santanderino de hoy».
La Botica del Puente de la familia Navedo estaba (como bien recuerda su nombre) junto al puente que unía la Catedral y La Compañía. Tras ser destruida por el incendio pasó a un barracón a la plaza de José Antonio y después se instaló en CalvoSotelo. Al frente del veterano negocio está Antonio Navedo Camazón, su hijo Antonio Navedo Álvarez y la esposa de éste, Paula Alonso del Olmo. También fue arrasada por el fuego la librería religiosa Hernández. Estaba instalada en La Ribera número 25 (hoy CalvoSotelo) y pasó a un barracón junto al Mercado delEste, para instalarse después en Juan de Herrera (1950) y desde 2015 en la calle de Cádiz. Al frente del negocio está José LuisHernández y su hija Laura. En Atarazanas número 9 estaba La Novedad: «El fuego se lo llevó todo.Solo pudimos salvar algunos mostradores que hoy están en nuestra tienda en la calle Ataúlfo Argenta». Tras el incendio estuvo en los barracones de la plaza de Pombo. En el negocio sigue el veterano Francisco Inda Casuso (ya jubilado) y sus hijos Francisco y Virginia.
En el pabellón número 4 de la calle de Amós de Escalante estuvo la pañería y sastrería Garayo, tras ser destruido por el fuego su tienda entre las calles de San Francisco yJuan de Herrera. Ángel Garayo, actualmente al frente del negocio familiar con sus hermano Manuel, explica que «el comercio anterior al incendio y el inmediatamente posterior era familiar, con clientela muy fija que, en su tienda de confianza, tenía relación muy estrecha con el propietario y con otros cliente. La gente se conocía y, hoy, los que entonces eran niños aún recuerdan aquellos buenos ratos». De la misma opinión es Ana Pico: «Eran tiempos de mucho trabajo, con tiendas pequeñas que funcionaban muy bien, con mucha clientela de los de toda la vida». Ella es la tercera generación al frente del negocio de regalos que estuvo en la Plaza Vieja (entre San Francisco y La Blanca), pasó a un barracón en la Plaza de Pombo y después a la nueva calle de San Francisco.
Uno de los comercios más antiguos de Santander es Pedro Ruiz, dedicado a los regalos, complementos y confección. «El comercio de la época del incendio y posterior era muy clásico, solo había dos o tres importantes y el resto eran tiendas sencillas, con muy poco género y con falta de iniciativa». Lo explica la matriarca del establecimiento, Pilar del Río, viuda de Pedro Ruiz. Hoy sus tres hijos, Nacho, Pilar y Pedro están al frente del negocio que fue fundado en el año 1848, en la calle de El Puente, de donde fueron desalojados por el fuego y se instalaron en un barracón en la Plaza de Pombo. Pilar del Río es hija, nieta, sobrina y esposa de comerciantes. Sus padres José del Río Olivares y Pilar Barba Sierra tuvieron el bazar Sepi, frente al Ayuntamiento, hasta que el edificio fue derribado en 1963 para ampliar la plaza. «Recuerdo los años cuarenta como muy tristes y muy pobres. Y recuerdo, perfectamente, la reconstrucción de Santander y cuando se levantaron los barracones para el comercio».
Pilar, que se casó en 1958 con Pedro Ruiz, recuerda los barracones en Becedo y la Acera del Correo, como se llamaban entonces las calles, hoy Amós de Escalante yJesús de Monasterio. «En esos barracones estaban calzados Pakar; Milo, dedicada a ropa de caballero y la confitería Santiago. En los barracones de la Alameda Primera se instaló la tienda de guantes, bolsos y complementos de señora de la familia Hermosilla y en los jardines de Pereda estuvieron mis abuelos Pedro del Río y Emilia Oliveros con su Casa de las Medias, que el fuego desalojó de su local de la calle de La Compañía». Pilar explica que «los barracones era muy malos, pero en los Jardines de Pereda estaba uno elegantísimo, con una entrada como de un patio andaluz, con un arco y dos grandes jarrones. Era el de Mafor. También en los jardines de Pereda estaban los bolsos Quinito y la Joyería Salamanca».
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