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Enrique Luzuriaga Martín falleció ayer en Sevilla, a los 60 años. Repasando su trayectoria -dividida entre faros, puertos, escenarios, calles u oficinas-, atendiendo al recuerdo de amigos y compañeros, se adivina una capacidad de iluminar caminos nuevos o conocidos, de agitar la vida. «Un ... hombre creativo, curioso, profundo y comprometido con los que siempre lo tienen más difícil», le evocó su amigo José Antonio García del Río.
Fue, entre otras cosas, uno de los últimos fareros de Cabo Mayor (residió allí, junto con la familia de Arturo García, hasta que los faros dejaron de ser hogares y lugares de trabajo). En 2004 contó en este periódico cómo, en la década de 1980, había cambiado el rumbo de su vida -aparcando la docencia- para presentarse a las oposiciones a torrero, que logró. Era entonces uno de los cuatro fareros que, en Cantabria, aún residía en uno de estos baluartes. «Filólogo de formación, farero de profesión y músico de afición», resumió ayer en primera instancia Carlos Limorti, miembro del Comité Asesor de las Actividades Culturales del Puerto, uno de sus amigos, y con quien trabajó durante años armando la programación cultural en la Autoridad Portuaria de Santander (APS). En esa plantilla se integró en enero de 1993, momento en que las administraciones portuarias asumieron la gestión de las señales marítimas, aunque Enrique Luzuriaga ya hubiera ejercido, tiempo atrás, como farero en varios enclaves.
Su relación con la APS, por tanto, también se tradujo en la coordinación de las Actividades Culturales en Santander. «Participó en numerosos eventos culturales impulsados por esta institución. Su mayor implicación tuvo que ver con la gestión y coordinación de las actividades escénicas, entre las que destacan las realizadas en el dique de Gamazo y en la Estación Marítima», apunta Limorti. Luzuriaga gestionó el festival multidisciplinar 'Mar Sessions-Escena Gamazo' -puesto en marcha en 2005, y reeditado en 2006 y 2007- y el 'Santander Show Hall', celebrado ya en la Estación Marítima, un ciclo de referencia por su capacidad de aunar música y artes escénicas, y hacerlo de forma constante durante todo el año -se celebraron cinco ediciones, hasta 2010-. Nico Wayne Toussaint, Paul Collins, Jerry Marotta, Hisao Suginaka, Javier Krahe, Ruper Ordorika, Los Amaya o Pepín Tre fueron algunos de los artistas que se subieron a ese escenario.
Luzuriaga también se ocupó de redactar muchos textos de las publicaciones de la Autoridad Portuaria. Prologó la última edición de la novela gráfica 'El Faro', de Paco Roca, texto «donde se dan cita muchas de sus inquietudes y conocimientos», señala Limorti. «Era un tipo fantástico, entrañable, culto, que dejó en el Puerto, aunque sea una frase manida, un recuerdo realmente imborrable», añade.
La música fue otra de sus pasiones. En su familia abundaron los artistas reputados, como su tío, el pianista Enrique Luzuriaga, o su prima, la bailarina clásica María del Carmen Luzuriaga. Su hija María es también una reconocida saxofonista, formada, entre otros centros, en el Imperial College de Londres. El arquitecto Francisco Rebollo compartió con Luzuriaga ensayos y escenarios, entre ellos, con la banda Paquito y el Serbio Malo. Aprendieron juntos a tocar la guitarra y ensayaron alguna vez en el faro de Cabo Mayor. Luzuriaga, indicó ayer Rebollo, tocaba la guitarra, la trompeta o el banjo; y como bajista tenía muy buena reputación. El arquitecto también le recuerda como una persona comprometida y entusiasta.
La música también se cruzaba con su compromiso social y político, indica Limorti. Una de sus citas ineludibles, si se encontraba en Santander (ahora residía en Sevilla), era cada 14 de abril, en el cementerio civil de Ciriego, donde interpretaba el himno de Riego con su trompeta.
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