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La playa de Los Peligros se despide del edificio del antiguo Balneario de La Horadada. Tras una espera de diez años, Demarcación de Costas iniciará ... hoy el derribo de un inmueble que es también un símbolo de la capital cántabra y que ha servido para diferentes usos, desde el hostelero hasta el deportivo. Las actuaciones que llevará a cabo la empresa Tragsa –a la que se le otorgó la obra previa salida a concurso– tienen un plazo de ejecución de tres meses.
El arranque estaba pendiente del desalojo de un grupo de okupas que se instaló en 2019 y que hizo caso omiso al anuncio del Boletín Oficial del Estado (BOE), colgado en la puerta, que les prohibía estar allí. Su desahucio era la última traba que quedaba para poner en marcha unas obras que parecían no llegar nunca. Pero ya está solucionado y hoy se procederá a demoler el edificio del balneario y las construcciones anexas. El objeto del proyecto que tantas idas y venidas ha vivido en la última década no es otro que la demolición del edificio.
-Se adopta la decisión. En el año 2011, Demarcación de Costas de Cantabria decreta el derribo del inmueble.
-Traslado. Ya en 2018, sus concesionarios abandonan la instalación y se trasladan al Balneario de La Magdalena.
-Retraso del derribo. En 2019, un grupo de okupas se instaló en el edificio, lo que impidió que Tragsa pudiera derribarlo.
La actuación estaba acordada en la resolución por la que se extinguió la concesión con la correspondiente liberación del suelo para incorporarlo al terreno de la playa. Las obras previstas también incluyen extraer los escombros del arenal, balizar la zona de trabajo así como la limpieza del actual emplazamiento y la regeneración de la zona donde se encuentra el edificio.
Lo cierto es que el aspecto descuidado del inmueble, cubierto de pintadas, resultaba notorio para cualquier vecino o viandante que se paseara por la zona. Tras dar mil vueltas, a este inmueble de 1.353 metros cuadrados ya no le quedan oportunidades. Ocurre que la Ley de Costas de 1988 es clara y firme y el inmueble no se ajusta a lo que el papel recoge: no se permite en dominio público marítimo-terrestre las instalaciones que superen los 150 metros cuadrados.
El primer paso se dio en 2010 cuando Fermín Ramón Ruiz, el entonces concesionario de la instalación, recibió por parte de la Dirección General de Costas la orden de desalojo. El 2 de agosto de ese mismo año se había terminado la concesión, aunque hubo una prórroga que se extendió hasta mediados de octubre para cubrir el servicio de la temporada estival. Aquella carta no fue más que un paso previo a la orden de derribo que ya se tramitaba en Madrid.
Poco después, en 2011, Costas tomó la decisión definitiva de tirar La Horadada. En concreto su sentencia de muerte se firmó en febrero de aquel año. Doce meses en los que el Ayuntamiento de Santander, con Íñigo de la Serna como alcalde, también se interesó por la concesión. Para aquel entonces sólo faltaba que la Dirección General marcara una fecha en el calendario y tirara abajo un edificio que en sus bajos albergaba un restaurante. Una decisión que se ha demorado en el tiempo más de lo previsto porque el día de inicio del derribo ha llegado una década después.
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En 2013, el proyecto de demolición todavía aguardaba junto a otros miles de documentos a los que Costas da el visto bueno para que puedan salir a concurso. Mientras tanto, Fermín Ramón Ruiz, el entonces concesionario del Balneario, fue tirando año tras año a la espera de que cada temporada le renovaran el permiso de explotación. Precisamente él, a principios de 2015, mandó una solicitud a Costas para una nueva concesión «de un club náutico» que incluía la construcción de «un nuevo establecimiento de 150 metros cuadrados para la parte de hostelería y otros 150 para la escuela».
Fue dando pasos y trató hasta el último momento de conseguir que le otorgaran esa nueva concesión, una vez concluida la suya después de 25 años de actividad. Pero los esfuerzos por no dejar atrás el edificio se quedaron en intento. Agotadas todas las balas, en 2018 él y sus socios decidieron trasladarse al cercano Balneario de La Magdalena, donde actualmente siguen desarrollando su actividad deportiva. Tras un sinfín de idas y venidas, la ciudad se despide ahora de la que fue la sede del primer club de windsurf de Santander hace ya 50 años. Antes, la instalación era utilizada con fines hosteleros y para el baño (préstamo de sombrillas y vestuarios).
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