Adiós al tiovivo de la plaza Pombo

Entre ayer y hoy, el icónico tiovivo de Pombo se ha ido desmontando hasta dejar un espacio vacío. No habían avisado a nadie de que su estancia allí había llegado a su fin, así que muchos vecinos vieron asombrados cómo los caballitos, en vez de seguir girando, estaban colocados en el suelo de la plaza, listos para cabalgar hacia Madrid, su nueva ubicación. Esta mañana, se han retirado las últimas piezas de su estructura.

Aunque durante las dos últimas décadas estos caballitos se han convertido en un icono de esta histórica plaza, han dado vueltas en otros céntricos espacios de Santander como la Plaza de las Farolas o el Paseo Pereda. Y en todas esas ubicaciones han recibido el mismo cariño por parte de la gente. Han conocido a niños incluso antes de que nacieran, desde que sus madres estaban embarazadas. Y han llegado a atender a los hijos de esos niños. Por eso, aunque Amparo y José no han sido padres, sienten que han tenido más hijos que nadie. «Son muchos años y se han convertido en nuestra familia, no podemos contener nuestra pena al despedirnos. Estaremos siempre agradecidos por la acogida que hemos tenido siempre», asegura la pareja.

¿Y por qué nadie seguirá regentando los caballitos de Pombo? No será por falta de pretendientes. Aunque ha habido varias personas interesadas en continuar el legado, la concesión municipal de este negocio sólo contempla que lo siga explotando algún familiar, pero el matrimonio no tiene hijos que puedan seguir gestionándolo.

Gran parte de su 'familia' es de Santander, pero otros tantos están repartidos por España. Amparo y José también tienen mucha relación con personas que sólo visitan la ciudad en verano, durante las vacaciones, y que con el paso de los años se han convertido en mucho más que clientes. «Algunos nos traen hasta regalos cuando vienen». Este verano, si el covid lo permite, llegarán y encontrarán vacío el espacio que durante más de 20 años ha acogido a estos caballitos.

El matrimonio tiene claro que Pombo seguirá siendo su hogar. Aunque ya estén jubilados, aseguran que seguirán visitando la plaza para tomar un café en sus terrazas o disfrutar de sus bancos. Allí, se encontrarán con los amigos que les han acompañado durante tantos años.