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La Policía Local de Santander llora la pérdida de uno de sus miembros, Valto, un pastor alemán de trabajo que en 2019 entró a formar parte del cuerpo de la capital cántabra, cuando éste puso en marcha su Unidad Canina. El agente Javier Seco, echa ... mucho de menos a su compañero desde que, el pasado mes de mayo, con nueve años, falleció de forma inesperada a causa de una afección estomacal, «hasta ahora no estaba preparado para hablar de la pérdida, porque para mí era un compañero, un amigo que ha estado conmigo los últimos seis años», explica.
Valto fue adquirido junto al otro perro de la Unidad, Ciro, en el Centro de Educación Canina de Maliaño. «Son perros con una base de obediencia y de defensa. Para nosotros hacía un trabajo dual, por un lado de localización de drogas en controles, como hachís o cocaína, y por el otro de defensa cuando fuese necesario». Aunque lo habitual, en cuerpos con unidades caninas más grandes, es que los perros estén muy especializados, en Santander, que dispone únicamente de dos canes, se busca una mayor versatilidad. Destaca Seco la importancia de la labor del perro con el que estuvo trabajando durante tantos años: «ha participado a diario en muchos controles, registros e incautaciones de drogas. Una vez llegó a localizar hasta 400 gramos de marihuana y 100 gramos de cocaína. Sobre todo ha participado en registros en coches, pero también en otros sitios como fumaderos ilegales. Tener un perro es muy útil porque te ayuda a encontrar lugares ocultos. Tú puedes buscar y rebuscar y no encontrar nada. Sin embargo el perro te va a decir dónde mirar», relata. Añade, además, que «el mero hecho de ver al perro hace que la gente saque la droga de forma voluntaria. Muchas veces no hace falta nada más». Valto también participaba en operaciones preventivas y de seguridad, en eventos como conciertos o manifestaciones.
Javier Seco
Policía Local de Santander
El trabajo de Javier Seco está muy determinado por las necesidades de los perros de la Unidad Canina porque recuerda que «no son una herramienta de trabajo, son compañeros y tienen unas necesidades y unas rutinas que hay que atender». Relata que en cada jornada laboral «comenzamos el servicio y vamos a esparcir al perro», ese es un tiempo de juego, de cuidado, de paseo... «Luego hay un tiempo de entreno, que dependiendo de las necesidades del servicio puede ser mayor o menor, y luego se le lleva a controles o a operaciones puntuales. Es un trabajo diario pero al final el perro es tu amigo, es tu compañero y pasas muchas horas con él». El entrenamiento es lo más importante: «hay que hacerlo de forma diaria y sobre todo preservar la obediencia, que es fundamental. El llevarle al lado, el que se siente, el que esté quieto... Para que no se le olvide y que esté focalizado hay que practicar todos los días. A partir de ahí puedes controlar todo lo demás».
Y como compañero y amigo, Javier Seco lo describe: «te defendía con una valentía increíble. Era súper noble, súper cariñoso y, a pesar de tener nueve años, era juguetón como un cachorro». Javier Seco y Valto pasaban juntos cada una de sus jornadas laborales, ocho horas al día, por eso dice el agente que «al final teníamos una conexión brutal que es difícil de explicar, pero existe».
El otro perro de la Policía Local de Santander, Ciro, se ha quedado solo. Sin embargo no será por mucho tiempo porque confirma Javier Seco que «en principio estaba previsto adquirir dos perros más, pero aún hay que concretarlo con Jefatura».
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