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Hace 14 años, varios científicos españoles, entre ellos dos del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Sánchez-Velasco de Inmunología, Leyva-Cobián de Neurología), publicaron en ... los ‘Annals of Human Genetics’ el resultado de sus estudios sobre los orígenes biológicos de la población de Cantabria. No es el único ni el último estudio que incluye a las gentes de nuestra comunidad, pero no deja mantenerse como una referencia muy interesante.
Las células de nuestro cuerpo tienen, aparte del ADN de su núcleo, el de unos pequeños órganos que producen energía para ellas: las mitocondrias. Este ADN mitocondrial se transmite inalterado de las madres a las hijas. Por tanto, el análisis de este material genético nos permite remontarnos muy lejos por vía materna.
A su vez, el cromosoma que nos hace varones a los que nos ha tocado serlo se denomina Y, y se transmite también directamente del papá al nene (pues si el nene tuviera este cromosoma como X, sería nena). Así pues, se nos ofrece otra línea de investigación para remontarnos por línea paterna en varios milenios.
Los investigadores tomaron muestras de ADN mitocondrial y (en los varones) del cromosoma Y de 82 pasiegos, 72 lebaniegos y 88 cántabros ni pasiegos ni lebaniegos. Se recuperaron, como punto de comparación adicional, para el linaje paterno los estudios de 90 asturianos, 45 vascos y 19 pasiegos más; para el linaje materno, 167 vascos y 135 gallegos.
Sus conclusiones principales fueron que Cantabria es «una comunidad genéticamente heterogénea». Mientras los lebaniegos no son muy diferentes de los vascos occidentales y los asturianos orientales, los pasiegos y los demás cántabros no-lebaniegos parecen distintos de estos. La línea paterna de los pasiegos incluye rasgos genéticos comunes en el Norte de África y el Norte de Europa. Su línea materna apunta también a Europa septentrional. Pero no parecen tener vínculos genéticos con Oriente Medio (por tanto, no vendrían de judíos ni árabes), lo que confirma que han sido un grupo relativamente aislado, aunque quizá recientemente.
Lo más sorprendente para los investigadores fue la diferencia lebaniega. Genéticamente los lebaniegos se parecen más a asturianos y gallegos que a los cántabros actuales. En cuanto a estos y los pasiegos, los indicios apuntan a una mezcla entre sustratos indígenas antiguos e inmigrantes más recientes, que posiblemente vinieron desde el norte de Europa en las oleadas de invasiones de la Península antes de la conquista romana. Los autores del citado estudio llegaban a esbozar que genéticamente los cántabros (lebaniegos excluidos) muestran un perfil incluso más acusado que los vascos, un ejemplo siempre destacado por su singularidad lingüística.
Naturalmente, nada de esto era la última palabra sobre nada; solo un estupendo ejemplo de los esfuerzos de la ciencia por esclarecer procesos históricos de los que apenas tenemos más documentación o ‘monumentación’ que nuestro propio código genético. Que todas las poblaciones ibéricas son biológicamente mezcladas y remezcladas (y culturalmente super-requete-mezcladas) está fuera de toda duda. Pero cómo ocurrió todo ello sigue siendo una historia apasionante de colaboración entre genetistas y arqueólogos. La de los remotos ‘abuelos’ es la aventura misma de la humanidad. Los códigos sirven para generar signos, pero ellos mismo son también un signo.
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Ana del Castillo
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