Alguien se ha llevado el cartel de Jack Daniel's
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El popular letrero del Café-Bar Soto, cerrado desde hace años, desapareció hace un par de semanas. «El que lo tenga, por favor, que lo devuelva»Secciones
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El popular letrero del Café-Bar Soto, cerrado desde hace años, desapareció hace un par de semanas. «El que lo tenga, por favor, que lo devuelva»Abrieron en el 87 y el Jack Daniel's, desde el primer momento, se movía con soltura por la barra. Tanto, que los hermanos Soto, los dueños del garito, hablaron con el distribuidor de la marca y les pusieron el cartel un año después. Fondo ... negro, como la etiqueta del 'Old No. 7' que se filtra gota a gota a través de tres metros de carbón de arce sacarino. Con las letras típicas del popular 'Whiskey de Tennessee' acompañado de un 'old time distillery' (algo así como destilería de antaño). Eso y, por supuesto, el nombre del establecimiento. Todo estaba en el letrero. «Había gente que paraba allí y otros que, por pasar, sabían cuál era el local, pero lo conocían como el Jack Daniel's por el cartel, cuando en realidad se llama Café-Bar Soto o Soto Bar», cuenta Felipe Soto. El caso es que el cartel ha permanecido allí casi durante cuarenta años. En la calle Marqués de Santillana. En los tiempos esplendorosos del local y también desde que cerró sus puertas. Como un adorno más de la ciudad, reconocible. Hasta hace bien poco. Alguien se lo ha llevado. «El que lo tenga -pide Felipe-, por favor, que lo devuelva. Porque tenía propietario. Si lo hace no le voy a denunciar. Pero si no lo devuelven sí que tendré que denunciarlo».
Muchos sabrán de qué cartel se trata. Era muy popular. Llamaba la atención y estaba muy a la vista. Si usted circula por la zona del Palacio de Festivales, en el arranque de Reina Victoria y cerca de la parada de autobús de San Martín, a mano izquierda se abre una calle que se bifurca en dos (León Felipe y Marqués de Santillana). De frente, visible desde cierta distancia, justo en esa bifurcación estaba el bar y allí lucía el cartel. En una fachada con toques de local americano, como escribió hace años el artista cántabro Jimmy Barnatán en un blog que firmaba por entonces en la web del diario 'El Mundo'. «Quizás el Soto sea uno de los garitos con más gracia y solera de esta vieja ciudad del norte. Su exterior de madera estilo americano o su ya mítico cartel de Jack Daniel's se convierten en una pintada fresca y distinta de la nocturnidad santanderina».
El Soto Bar fue un lugar muy transitado, sobre todo, por músicos. «Era muy de músicos. Un punto de encuentro de todos los que andaban en ese tema en Santander en aquella época», dice uno de los habituales, con historia en grupos de la ciudad y que apunta, precisamente, a la trayectoria musical de uno de los propietarios (José María, hermano de Felipe).
Allí se organizaron conciertos, se escuchaba buen material, se hicieron videoclips y hasta se grabó algún disco en directo. Más de uno. Con Los Deltonos como protagonistas, un par de ellos. Felipe recuerda uno de la banda cántabra con versiones de temas de ZZ Top y otro en el que sus integrantes -con un nombre distinto para la ocasión- acompañaron a un pianista austríaco que vino varios veranos a la ciudad y que se bajó el piano al mismísimo bar para tocar en las noches de calor santanderino (Albert & The Blue Kings).
Los Soto llevaron el bar directamente hasta el año 2002. Luego, lo alquilaron en un par de ocasiones hasta que cerró definitivamente en 2012 (lleva doce años con la persiana bajada). Pero el cartel ha seguido allí. Al menos, hasta la noche entre el 24 y el 25 de abril. Hace algo más de un par de semanas. «Calculo que debió de ser en esa fecha porque el viernes por la mañana (el día 25) le mandaron una foto a mi hermano para decirle que ya no estaba».
¿Y quién ha podido ser?, le preguntan. Felipe no lo sabe, pero sospecha que «tal vez, algún nostálgico del local o de la marca Jack Daniel's». Cuenta, de hecho, que en estos años alguna vez le ofrecieron comprárselo. Pero les daba «pena» quitarlo y pensaron que, llegado el momento de deshacerse del local, ya lo venderían o se lo regalarían a alguno de sus antiguos clientes.
Cuando se enteró, el propietario (porque insiste en que el cartel tenía dueño, pese a que el bar esté cerrado) lo contó a través de las redes sociales pensando en que, si alguien lo veía, «supiera que el que lo tiene es un chorizo». Creyó que sería «socialmente útil» colgarlo en internet, aunque no ha habido respuesta por ahora. «La verdad es que no hay derecho y estas cosas te tocan la fibra sensible», dice.
Da pena, sí. Verlo de esa manera. Se han llevado el letrero y queda la carcasa vacía en esa vieja fachada de madera a la que se le notan los años de cierre. En el soporte destacan ahora los fluorescentes que tenía por detrás, con cables sueltos. Y también el foco con el que se iluminaba por las noches desde arriba cuando el Soto estaba abierto. «Es que el cartel -termina- ya como que formaba parte de la ciudad. Eran casi cuarenta años...».
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