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Línea de Playa. Casi, incluso, calle Panamá. Solo mentarlo es arriesgarse a un lacónico y provocador 'OK, boomer'. Son nombres de otra época y otros tiempos; los nombres de la movida cuando a la movida se la llamaba movida. Antes del móvil y los raiders, ... aunque algunos ya había para repartir pizza. A domicilio o donde cuadrara, en realidad, aunque no siempre fuera buena idea atender ciertos encargos en una época en la que además no se podía pagar por adelantado.
El Sardinero. Una noche cualquiera de un verano cualquiera. Suena el teléfono. Hay pedido, pero no es a domicilio. Han llamado desde una cabina y esperarán en la calle. Poco habitual pero tampoco es la primera vez. Mal servicio, eso sí. ¿Una pizza en la calle, al lado de la discoteca? ¿En la calle Panamá? El riesgo de encontrarse con unos niñatos es mucho, pero quien sabe, tal vez no lo sean, trabajo es trabajo y tampoco están las cosas para rechazar pedidos; o eso opinará el jefe.
Así que nada: Vespino, casco, una caja de cartón humeante en el maletero y rally urbano hasta El Sardinero para escrutar quién está esperando en la calle Panamá. O preguntar a los porteros, no hubieran sido ellos mismos o el personal de la discoteca. Mejor así, porque lo que está claro es que no le iban a dejar pasar con el casco y la pizza a preguntar a la chavalería.
Ni lo uno ni lo otro. Ni muchachada en la puerta esperando la cena ni nada que hablar de los porteros. Solo alguna mueca burlona, risas mal contenidas y poco más. La gracieta de turno de algún imbécil. Lo habitual en estos casos. No era la primera vez que alguien hacía la gracia de pedir pizza a cualquier dirección. Vaya gracia. Un viaje perdido.
Ojalá hubiera sido solo eso. Afortunadamente todo es una leyenda urbana. En caso contrario el tono sería otro. Lo que ocurrió –lo que se rumoreó falsamente que ocurrió, en realidad– aquella noche muy cerca del Línea de Playa era mucho más escabroso y desagradable que una broma infantil y de dudoso gusto.
Les sigo contando. Según el Santander de los ochenta, cuando el repartidor ya se marchaba hacia nuevo hacia la moto, jurando por el tiempo perdido, las molestias y las burlas, el sintió que algo raro sucedía, pero ya era tarde. De pronto, un grupo de chavales apareció de la noche, agazapados como estaban entre los coches y los arbustos, para inmovilizarle y robarle la comida, los cambios y todo lo que llevara en cima. O eso parecía, pero no; la situación aún podía empeorar más, porque lo que hicieron fue arrastrarle a un callejón a salvo de cualquier mirada para, protegidos por la noche, agredirle sexualmente.
Afortunadamente nada de todo lo relatado es verdad, sino fruto de una imaginación desbordada y algo retorcida que inventó una historia –o fabuló otra real– que hizo fortuna en la ciudad. Pero por suerte de nada de aquello ocurrió, más allá de la gamberrada recurrente de pedir pizzas –o cualquier otro tipo de comida– a otra dirección para mofarse, más que de los raiders, del destinatario.
Aquella historia caló. La precisión y organización del grupo –que nunca existió– invitaba a pensar que aquello no había sido una agresión improvisada, sino el trabajo de un grupo organizado que se dedicaba a hacer falsos pedidos para atacar sexualmente a los repartidores. De hecho, los rumores de nuevos asaltos comenzaron a multiplicarse pese a que no se registró ni una sola denuncia. Los medios no se hicieron eco de ello ni una sola vez. De hecho, cada vez que se preguntaba el nombre o paradero de una víctima o se buscaba información de primera mano todos los testigos y las fuentes 'de buena tinta' se volatilizaban. Lo de siempre en estos casos.
La leyenda permaneció latente durante años, aunque cada vez con menos intensidad hasta que se diluyó definitivamente con el declive de la zona de copas del Sardinero. Los GenZ ya ni siquiera saben que una vez existió una discoteca llamada Línea de Playa.
En realidad nunca hubo ningún tipo de asalto, al menos que se sepa y de ese tipo, y el único riesgo al que estaban sometidos los repartidores era, además de que sus habituales enduros por la ciudad para llegar con la comida caliente terminaran en accidente, era, como sigue siendo, el robo de los pedidos en un descuido.
Lo que sí se pueden encontrar ahora en la antigua Línea de Playa son infinidad de pizzas, porque el local en torno al que se alumbró la leyenda es ahora un supermercado que las ofrece de todo tipo: tanto frescas como congeladas.
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