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Sentada en la sillita de paseo, una niña de tres años intenta incorporarse para ver qué sucede. Entre las piernas de más de un centenar de personas que forman un semicírculo en la Plaza del Ayuntamiento, la niña, al fin, consigue ver: «¿Por qué llevan ... máscaras esos niños?», pregunta asombrada. La concentración está delimitada por pancartas que piden un entorno educativo seguro, con dibujos en ellos que un surtidor echa fuel sobre la fachada del edificio bajo la mirada triste de un sol pintado. En el medio, diez menores están sentados en pupitres con unas máscaras de goma negra que les cubren la cabeza para protegerlos de una intoxicación. «Protestan porque están constuyendo una gasolinera al lado de su clase», le responde la madre, que al cabo de un rato prosigue su camino mientas le explica a la niña qué es una gasolinera y el riesgo que puede haber. En su camino se cruzarán con otros santanderinos, con turistas y personas mayores, con familias que llevan bolsas con el nombre de algunos puestos del Mercado de la Esperanza.
Es sábado, es día de compras y paseo, pero también el día que el AMPA del IES Cantabria ha elegido para llevar su protesta «hasta la plaza del pueblo, hasta la plaza de todos», dice Gabriel Moreno, portavoz de las familias que llevan varias semanas protagonizando una cruzada contra la burocracia y la «legalidad» con la que se está construyendo una gasolinera de autoservicio a diez metros de las ventanas de las aulas donde estudian sus hijos, donde salen al recreo, donde hacen educación física.
«Y esta gente, ¿qué pretende, que nos movamos en burro en vez de en coche?», dice un hombre que se detiene ante la manifestación. Son las 12.00 de la mañana, la hora a la que está convocada, y Macano empieza a sonar en varios altavoces. 'Moving, all the people moving, one move for just one dream', canta el músico, y su estribillo de amor fraternal tropieza con el tono de protesta del hombre que, sin embargo, cuando descubre la razón de la convocatoria, cambia el gesto: «Si es porque hay tres gasolineras ya construidas en la misma calle, ¿qué necesidad hay de hacer otra más pegada al instituto?».
Las gasolineras de la calle Repuente (la vía que une la S-20 con la rotonda de La Albericia) están a 45 metros del centro educativo una de ellas, y las otras dos a menos de 200 metros. Que la ciudad «tome conciencia» de lo que está pasando en un barrio de Santander es lo que, en buena medida, han buscado esta mañana los miembos del AMPA del IES Cantabria, donde estudian 1.300 alumnos y trabajan 200 personas entre docentes y personal: «Hoy nos ha tocado a nosotros, pero mañana puede ser cualquiera, no hay ninguna ley que prohíba que te construyan una gasolinera enfrente de tu casa. Así que es precisamente lo que pedimos y por lo que estamos luchando, porque no se puedan construir junto a centros educativos ni centros sanitarios», dice Gabriel Moreno, que cita la web de la empresa de hidrocarburos para advertir de que la siguiente apertura es en la calle General Dávila: «Enfrente del Colegio Salesianos», advierte.
«Hemos convocado el acto ante el Ayuntamiento porque la alcaldesa es la que tiene la capacidad de revocar la licencia, pero también porque queremos que la sociedad se involucre, que sepan lo que está pasando», insiste Moreno, portavoz de una lucha que no saben si podrán ganar. ¿Pararán la obra? Es la pregunta que sobrevuela entre los corrillos. En uno de esos grupos están Lucía e Irene, estudiantes de 10 de Bachillerato del instituto afectado. «Tengo la esperanza de que sí se puedan parar, pero también tengo la sensación de que lo han hecho sin contar ni decir nada para que, cuando empezaran las obras, fuera demasiado tarde para pararlas», se lamenta la primera. «Creo que la gente de Santander no es consciente de lo que está pasando en nuestro instituto, ni saben dónde está, pero ya hay tres gasolineras en esa calle, y da la sensación de que lo que quieren es echarnos del barrio, que sea solo un polígono industrial», dice su compañera.
El turno de las reivindicaciones empieza con los diez alumnos, que han estado sentados en los pupitres cubiertos con las aparatosas máscaras, y micrófono en mano, uno por uno, empiezan a leer artículos de la Constitución Española, de la Carta Universal de los Derechos Humanos, del Estatuto de Autonomía de Cantabria, de la Ley Orgánica de Educación, textos todos en vigor que hacen alusión a la protección de la salud pública y al derecho de los menores a un entorno saludable y seguro, textos que llevaban impresos en folios que, una vez leídos, han arrugado y tirado a una papelera de reciclaje como una elocuente metáfora.
Con algunos concejales del PSOE en las filas de los asistentes, con Quique Setién como padre afectado, con Jesús Cabezón, otro histórico socialista, apoyando la causa, la concentración ha ido ganando curiosos y adeptos, que poco a poco iban descubriendo lo que está pasando al otro lado de la ciudad hasta sumar más de de 200 personas sosteniendo una protesta que está a la espera de abrir la vía judicial, una vez se resuelva la vía administrativa iniciada en el Ayuntamiento de Santander (tienen un mes de plazo).
Si el punto final de la protesta ha sido un corro gigante en el que han bailado cogidos de la mano una versión del contestatario 'Bella Ciao', la batalla tendrá su continuación este próximo martes, cuando el manifiesto leido por Gabriel Moreno en representacion de las familias y profesionales del centro, llegue al Consejo Escolar.
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