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Javier Cayón nació en Suances en 1952 y allí vivió hasta los 18 años. Ahora, instalado en Marbella, se sigue escapando a su pueblo natal, «que está mas bonito que nunca. Cuando vengo, me hospedo en el hotel Soraya, donde cada mañana leo El Diario ... Montañés». El fútbol y el tenis han marcado su vida. Con el primero jugó como profesional. Con el segundo, da clases en Marbella a la jet set. Pero Cayón siempre ha sabido guiarse por la vida. Salió de casa a penas con la mayoría de edad y sin unos grandes conocimientos académicos, se fue marcando unos hitos, que culminaron cuando se licenció en Audición y Lenguaje, Pedagogía y Traducción e Interpretación en la Universidad de Málaga, de la que terminó siendo profesor. A día de hoy sigue vinculado al tenis (gestiona el Tenis Marbella Hill Club). Pero recuerda que el reconocimiento con el que cuenta no se lo dio nadie, salvo su esfuerzo.
–Con 67 años alcanzó uno de sus sueños: ser profesor en la Universidad de Málaga.
–Cuando jugaba al fútbol, mi gran frustración era no poder estudiar una carrera. Pero si uno pone empeño, las cosas llegan. Ya en Marbella, compaginé las clases de tenis, que era de lo que vivía, con las de la Universidad de Málaga, donde me licencié en Audición y Lenguaje, Pedagogía y Traducción e Interpretación. A este último grado le siguió un máster y finalmente, un doctorado, del que me gradué cum laude. Todo ello me abrió las puertas a ser profesor en la Universidad de Málaga. Mi último curso fue dando Alemán, durante la pandemia. Pero cumplí 70 años y, por ley, me tuve que jubilar, algo que lamento, porque sigo con las mismas energías y conocimientos. Con 70 años no se es mayor para enseñar.
–Impartió la asignatura de Traducción e Interpretación en lengua Alemana y de Interpretación Bilateral. Los idiomas siempre han formado una parte importante de su vida.
–Hablo seis idiomas: inglés, francés, alemán, italiano, portugués y español, lo que me abrió la puerta a poder ser profesor y colaborar con los juzgados de Marbella y de otras partes de la provincia, además de con la Policía Nacional, Local y la Guardia Civil, como traductor e intérprete. Tengo muchas anécdotas. A algunos de los detenidos, por la mañana, les había dado clases de tenis. Saber idiomas me ha abierto muchas puertas y si no se puede viajar, es una manera muy bonita de conocer otras culturas.
–Pero en lo que realmente ha centrado su profesión es en el deporte. Jugó en la Gimnástica de Torrelavega.
–El deporte siempre ha estado muy presente en mi vida. Primero fue la bici, hasta que en mi vida se cruzó un balón y la dejé a un lado. El primer equipo que me fichó fue El Satélite, de Barreda. Y el último de Cantabria, el juvenil de la Gimnástica. Formamos el mejor equipo de todos los tiempos, con el fantástico entrenador Guillermo Curiel, al frente. Así comencé mi carrera como futbolista profesional, que me llevó a jugar en el Palencia. Tras la mili estuve a prueba en el Real Madrid y en el Deportivo. Finalmente fiché por el Santiago de Compostela. Con 25 años llegó el Viena (Austria) y el Ginebra (Suiza). Pero para ganarme un sueldo, terminé trabajando en el mejor hotel que había por aquel entonces, el Intercontinental. ¡Pero ni con esas dejé el balón! Seguí jugando con la liga de los Interhoteles.
–Después llegó el tenis. Fue profesor de buena parte de la jet set durante años en el Marbella Hill Club. ¿Cómo llega hasta allí un suancino?
–Después de Suiza, me lancé a la aventura y aterricé en Marbella. Eran los años 80 y todavía estaba en su época dorada. Iba a trabajar en el Marbella Club, pero descubrí la primera pista de pádel de España y aprendí a jugar. Se me dio bien, y así comencé a dar clases, también de tenis, de las cuales di a toda la familia Preysler, a los Bismarck (la familia de la mítica Gunilla) y a los Hidalgo o Blanca Fernández Ochoa. He dado clases de tenis en todos los hoteles de Marbella, pero llevo 35 con la gestión del Tenis Marbella Hill Club, una urbanización de lujo donde veraneaba la jet set.
–Santander siempre ha tenido fama de tener una buena base de jugadores de tenis. ¿Cree que es algo del pasado o que hay posibilidad de forjar a buenos profesionales?
–El clima es el peor enemigo del tenis. En Santander siempre se ha jugado buen tenis, pero no se practica como en zonas como Marbella. Santander tiene, en proporción, un importante número de deportistas destacados, lo cual me produce un gran orgullo.
–Después de la universidad, ¿qué reto le queda?
–Me gustaría recorrer los países de los que he aprendido su idioma y poder seguir yendo a Suances y a su hotel Soraya donde me tratan como si fuera mi casa.
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