Las asignaturas pendientes de la bahía de Santander
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La metamorfosis sufrida por la acción humana y los efectos del cambio climático obligan a repensar el estuario y su entornoLa bahía de Santander, el mayor estuario de Cantabria, tiene en la actualidad una superficie de 23.460.000 metros cuadrados (2.346 hectáreas) y un perímetro de 90 kilómetros, con solamente un 15% de costa natural. Desde finales del siglo XIX ha perdido ... entre el 37% y el 50% de su extensión original -según diferentes estimaciones- por la acción humana, debido a las labores de desecación, relleno, dragado y cerramiento que se han llevado a cabo en paralelo al crecimiento urbano e industrial de su entorno y a las actividades económicas y nudos de comunicación ligados a él. De ellos, se estima que, aproximadamente, 400 hectáreas (ha) son recuperables. Igualmente, la mitad de sus márgenes naturales (45 km) han sido sustituidos por diques, paseos marítimos, motas...
Sobre los márgenes de la bahía se han ido desarrollando un considerable número de núcleos de población, hasta el punto de que el 45% de los habitantes de Cantabria viven en la actualidad en los municipios situados sobre sus riberas (Santander, Camargo, El Astillero, Marina de Cudeyo y Ribamontán al Mar). Un crecimiento encabezado por la ciudad de Santander: en la actualidad, gran parte de la ciudad, el puerto y el aeropuerto se sitúan en lo que antiguamente eran marismas, habiéndose ocupado la mitad oeste de la primitiva bahía.
En paralelo, las numerosas modificaciones hidromorfológicas que ha sufrido la bahía respecto a su situación original han alterado sustancialmente su comportamiento hidrodinámico y su régimen sedimentario.
A la acción humana se unen los efectos, cada vez más evidentes, del cambio climático, dos claves que obligan a buscar fórmulas para repensar este espacio natural. Un reto que ha unido al Ministerio de Transición Ecológica, el Gobierno regional, la Autoridad Portuaria y los ayuntamientos del entorno de la bahía que, bajo el paraguas del conocimiento y la experiencia del Instituto de Hidraúlica Ambiental (IH) de la Universidad de Cantabria, se han comprometido a colaborar para poner en marcha a lo largo de la próxima década un Plan Integral de Gestión de la Bahía, que aspira a crear también un marco regulatorio específico. El objetivo es detectar qué medidas concretas garantizarían que se cumplen los objetivos económicos, medioambientales, sociales, culturales y recreativos de su entorno partiendo de sus dinámicas naturales actuales.
A día de hoy, ¿cuáles son las principales afecciones que sufre la bahía fruto de los cambios que ha experimentado en el último siglo y medio? ¿En qué ha consistido esta metamorfosis que ha dibujado una nueva geometría del estuario? ¿Cuáles son los problemas a los que hay que enfrentarse a corto plazo?
1. Playas de La Magdalena y Los Peligros
La pérdida de arena cada invierno de las playas de La Magdalena, Bikinis y Los Peligros es uno de los signos de la metamorfosis de la bahía. Y también de la dificultad de buscar soluciones que satisfagan a todas las administraciones implicadas, científicos, colectivos ecologistas y plataformas de vecinos. La construcción de los espigones para proteger estos arenales y evitar que se queden desnudos cada invierno despertó hace tres años una polémica que aún sigue viva.
El Ayuntamiento de Santander quiere reanudar las obras y terminar el segundo espigón, previsto junto al acceso a la playa de Los Peligros. Y el Gobierno regional pide derribar el ya habilitado y buscar otra solución que, compatible con el mantenimiento de la playa, respete los valores biológicos, morfológicos, paisajísticos, sociales y patrimoniales de la zona. Lo que no es útil es dejar un solo dique: o se construye el segundo o se derriba el existente y se continúa con las aportaciones de arena anuales, opción económicamente más costosa. Una tercera alternativa parece hoy en día inviable. En definitiva, la arena se va en invierno pero no regresa y la única ruta de entrada posible ahora mismo, a la espera de lo que suceda con los espigones, es con camiones que rellenen las playas.
El principal problema de La Magdalena radica en que es una playa «artificial y, además, inestable. No tiene nada que ver con el cambio climático», explican César Vidal y Antonio Espejo, investigadores del IH. A lo que se une que «el proyecto que se aprobó para corregir la pérdida de arena se ha dejado a medias». «Allí no habrá playa, con cambio climático o sin él, si no se realizan medidas de ingeniería o los rellenos habituales de arena de forma artificial». Los expertos, especialistas en clima marino, cambio climático e ingeniería costera y 'offshore', son partidarios de los diques -aunque Vidal asume que «se podría mejorar la discutible tipología elegida» y sugiere hacerlos transitables y colocar bancos o gradas- porque los trasvases «tienen un impacto ambiental importante ya que cada vez que se echa arena se cubren todas las rocas y se matan los organismos vivos. Si se hacen unas obras fijas, se estabiliza la playa y la fauna».
Vidal y Espejo aseguran que el crecimiento del Puntal hacia el interior de la bahía (ha aumentado 558 metros desde 1972), y su consiguiente efecto sobre el oleaje, no ha tenido una influencia decisiva sobre las playas santanderinas. «Ha modificado un poquito las corrientes, pero no el hecho de que el oleaje siempre se lleva la arena hacía el interior de la bahía. Cuando llega el oleaje a La Magdalena, aunque sea con una altura muy pequeña, no es capaz de girar desde el noroeste a la playa, que está orientada al sur. Siempre llega con cierto ángulo. Es como si tuvieran a alguien barriendo la arena continuamente», reflexionan. Explican que el objetivo de los diques es «corregir la dirección de esas olas y que, en vez de que lleguen a la línea de rotura con ese ángulo, lo hagan de forma totalmente perpendicular a la orientación de la playa artificial que se quiere. Esa es la función del espigón que ya está construido junto al balneario. Y respecto al que falta, su misión es frenar el escape de la arena que se está produciendo, dar un apoyo, lo cual permitiría mantener un avance progresivo de arena en la playa de Los Peligros que facilitaría el trabajo al otro dique».
2. El Puerto de Santander
El Puerto de Santander ocupa en la actualidad una superficie de unas 3.500 hectáreas y tiene unos seis kilómetros de muelles. Su evolución ha sido pareja a la de la ciudad: el territorio en el que se desenvuelve su actividad está asentado sobre superficies ganadas al mar y todas las ampliaciones de capacidad y mejora de las instalaciones se han hecho dentro de la bahía, adaptándose a los sucesivos escenarios de desarrollo económico, demográfico y comercial. Sobre la totalidad de la extensión que ha sido ganada a la bahía, un 13,5% corresponde a terrenos ocupados por el Puerto, en un proceso que se aceleró a lo largo de la pasada centuria. Así, a mediados del siglo XX, el panorama productivo y las necesidades del comercio mundial se transformaron. Para llevar a cabo esta adaptación al nuevo modelo industrial era necesario trasladar las actividades portuarias desde el centro de la ciudad hacia espacios con mayores calados, superficies de almacenamiento y menor impacto en la población. Las condiciones de abrigo y operatividad que ofrecía el interior de la bahía resultaron claves para decidir ampliar el Puerto en la zona de marismas.
El emplazamiento escogido para efectuar el relleno y, por tanto, el nuevo núcleo del Puerto, fue la ría de Raos, en el límite municipal entre Santander y Camargo. A partir de los años 70 se desarrollan el Espigón Norte de Raos y más tarde el Espigón central, que se unieron a la dársena del Barrio Pesquero como principales focos de actividad. Este crecimiento se acompasó con el abandono paulatino de los muelles tradicionales del centro de la ciudad. El último paso en este sentido fue la liberización de los terrenos ocupados de Gamazo y de los comprendidos entre la Grúa de Piedra y la estación del Ferri, donde se construyó el Centro Botín.
Tras dedicar los últimos años a la gestión de los suelos y muelles obtenidos en las décadas anteriores, ya no va a haber más rellenos en la bahía por la actividad del Puerto ya que las posibles futuras ampliaciones se realizarán a través del polígono industrial del Llano de La Pasiega (Piélagos).
3. Bocana de la bahía
Periódicamente, se draga en la bahía una superficie de 5,9 ha y un volumen de entre 40.000 y 60.000 metros cúbicos para permitir el acceso de los buques a la zona portuaria. Las operaciones se realizan en la zona comprendida entre El Puntal y La Magdalena hasta la altura de San Martín para habilitar la canal de navegación de acceso al interior de la bahía y en una segunda zona desde San Martín hasta la entrada en la dársena norte de Raos.
4. Contaminación
Las aguas residuales de los municipios de Santander, Camargo, El Astillero y Villaescusa se vierten al mar Cantábrico a través del emisario submarino de la Virgen del Mar, tras un tratamiento secundario en la estación depuradora de San Román, desde el año 2001. Este saneamiento se completó en 2010 con la entrada en funcionamiento del saneamiento del arco sur de la bahía, que engloba los municipios de Ribamontán al Mar, Medio Cudeyo, Marina de Cudeyo y Ribamontán al Monte. Estas aguas residuales se vierten a la bahía, tras someterse a un tratamiento terciario, en la depuradora de Suesa. Por otra parte, en el entorno de la bahía se desarrolla una importante actividad industrial -los polígonos de Raos, Heras y Guarnizo, los astilleros de Astander (El Astillero)...- que genera vertidos al medio estuárico, además de los ligados a la actividad portuaria. Aunque los aportes de sustancias contaminantes a la bahía se han reducido considerablemente en las últimas décadas, persiste un problema de contaminación histórica, generado por la intensa actividad industrial y minera que se producía en su entorno, incluyendo el relleno de zonas de marisma con materiales contaminados. Esta problemática se refleja, fundamentalmente, en la calidad de los sedimentos de la zona más interna.
5. Estuario del Miera
El principal aporte de agua dulce a la bahía procede del río Miera, que desemboca en la margen derecha de la misma, entre los municipios de Ribamontán al Mar y Marina de Cudeyo, en lo que se conoce como la ría de Cubas. Casi la mitad de la extensión original de este estuario ha sido rellenada: desecaciones, construcción de diques, rellenos.... Esta intensa presión antrópica a la que ha sido sometido han alterado la pendiente natural de las riberas, la composición de los fondos y sus propiedades. También es uno de los puntos de mayor acumulación de basura marina de la bahía, sobre todo, de origen terrestre, ya que recibe vertidos de aguas residuales urbanas de Somo y Pedreña.
6. Canal entre Somo y Pedreña
Los problemas de los temporales y el continuo movimiento de arena siguen afectando mucho a la canal de navegación entre Somo y Pedreña, que se queda «impracticable» cuando se producen mareas cercanas al coeficiente 100, tal y como explican desde los Reginas. La empresa de transporte de viajeros que cubre el servicio en la bahía es una de las principales afectadas por la escasez de calado, que también salpica al resto de embarcaciones deportivas y de recreo. El problema ha aumentado con el paso de los años, ya que cada vez hay más arena y menos calado, lo que obliga a las lanchas a medir periódicamente el calado y suspender el servicio. La solución, tal y como piden desde los ayuntamientos de estos dos municipios vecinos, sería el dragado de esta vía de mar que las une.
7. El Puntal
La playa del Puntal, uno de los puntos más emblemáticos de la bahía, ha sufrido un estrechamiento y alargamiento paulatino a lo largo de la historia. Así, en la actualidad se ubica más al sur de su posición original y se ha alargado unos 800 metros hacia el oeste, creciendo por la zona conocida como Punta Rabiosa.
Vayamos por partes. En cuanto a su anchura, El Puntal ha retrocedido 410 metros desde 1875, casi medio kilómetro entre el sistema dunar y la línea de costa, según los últimos resultados puestos de manifiesto este pasado otoño por un estudio científico realizado por distintos investigadores españoles y publicado por la revista 'Remote Sensin'. Esta reducción del arenal se ha producido de forma uniforme tanto entre el extremo de Punta Rabiosa y Somo como en el tramo Somo-Las Quebrantas-Loredo, pero no de manera regular en el tiempo, ya que la mayor menguante, de 375 metros de ancho, se registró entre 1875 y 1985. Desde entonces, la playa se mantiene más o menos estable y el estudio revela que sólo retrocede -30 metros en las últimas tres décadas- con temporales atmosféricos en los que coincide fuerte oleaje, de ocho metros, en pleamar, con coeficientes elevados de marea, de más de 100. Pero la mayor agresividad de los temporales, uno de los efectos más visibles del cambio climático, hace temer que pueda seguir estrechándose.
En cuanto a su extensión a lo largo, El Puntal ha crecido unos 800 metros en un siglo, 558 de ellos desde 1972, a una media de 13 metros por año. Mapas de finales del siglo XIX marcaban el límite del arenal a la altura de la isla de la Horadada, bastante inferior al actual. Este aumento, por un lado, limita la propagación de los oleajes del sur y, por otro, obliga a dragar anualmente la desembocadura del estuario para evitar que el final del Puntal interfiera con la navegación.
8. Dunas de Somo y Loredo
El estrechamiento que sufre el arenal del Puntal también lo sufre la contigua playa de Loredo, lo que ha provocado una notable erosión sobre el sistema dunar, cada año más visible. Su avance demoledor no encuentra freno. Esta erosión se concentra con mayor virulencia en lo que los habituales de la playa conocen como la 'duna gorda', entre Loredo y Somo, coronada por un pinar. Los temporales del invierno de 2018 causaron el derrumbe de pinos, vegetación y rocas calizas del antiguo acantilado, que asoma con nitidez ante la cada vez mayor escasez de arena después de haber estado cubierto, por lo menos, los últimos 5.000 años. Tal es así, que esta gran duna, que mide 20 metros de altura, ha retrocedido 60 metros en los últimos 40 años debido a la continua pérdida de arena hacia la bahía.
«Cuando ya no quede más arena y sólo haya roca, el oleaje buscará otra zona donde cogerla, que presumiblemente será Somo. El peligro es que es una zona urbanizada y se llevaría por delante la primera línea de playa», alerta César Vidal, también catedrático de la UC. Los vecinos de la urbanización 'El delfín' ya se han llevado varios 'sustos' a raíz de diferentes temporales que llevaron la mar -que reclama su sitio perdido- hasta los chalés, causando destrozos de importante consideración.
Otro de los escenarios posibles de este proceso natural es «la rotura de la lengua de El Puntal si el río Cubas se cansara de dar toda la vuelta y decide abrir una brecha por el arenal», como ha ocurrido por ejemplo en El Rompido (Huelva).
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