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Cargas contra la puerta del portal y empujones. Lidia, desde su casa -en La Albericia-, asustada y sin saber cómo actuar. Aunque los miembros de la plataforma Stop Desahucios le habían dicho que harían todo lo posible por frenar su lanzamiento, el revuelo que ... se había montado varias plantas por debajo de su piso le hacían dudar. Tanto, que llegó a replantearse salir a entregar las llaves para evitar que alguien terminase herido. «Han arrastrado a gente, una señora se ha caído cuando le han apartado... No quería que nadie tuviera que pasar por eso para ayudarme», lamenta la mujer, de 33 años y madre de dos niños de 6 y 7 años.
Todo pasó muy rápido. Hace diez días, en medio del estado de alarma, recibió la notificación de que ayer, a las diez de la mañana, tenía que abandonar el inmueble. «Mi abogada estaba muy sorprendida porque la fecha fuera tan cercana, no da tiempo a reaccionar». Más aún en medio de una crisis sanitaria y con dos hijos que sacar adelante. «Por suerte, tengo a mi familia cerca y, en el peor de los casos, podría ir a su casa. Pero somos tres, no es tan fácil hacer hueco». Durante el lanzamiento, los niños estaban en casa de sus suegros. «Se lo he querido maquillar todo para que no supieran qué estaba pasando, pero igualmente ven sus cosas en cajas y bolsas y algo intuyen», explica la joven madre.
La familia se mantiene con una renta social básica y vive desde septiembre de 2019 en esta vivienda. La propietaria y demandante del inmueble, Beyos y Ponga, inició demanda en noviembre. Tres meses después, el juzgado emitió sentencia condenando a Lidia por usurpación a una multa de 180 euros y al desalojo del piso. «Al mes siguiente empezó el estado de alarma y mi abogada me dijo que quedaría parado unos meses, pero no», cuenta Lidia. El 10 de junio recibió la notificación de que en diez días tenía que irse definitivamente.
Cuando se puso en contacto con Stop Desahucios, la plataforma le dio su apoyo y le aseguró que ayer estarían allí para tratar de evitarlo. Y así fue. Una hora antes de la hora fijada, cerca de 50 personas estaban en su portal. Varios entraron dentro para hacer una barrera y el resto hizo otra desde fuera. A las 10.00 horas llegó una primera pareja de agentes. «La cosa pinta mal. Me han dicho que vienen más y que tienen intención de llevarlo a cabo», afirmó el portavoz de la plataforma, Roberto Mazorra. Poco después aparecían más, equipados con cascos y porras, para sacar a Lidia de su casa.
Aunque en un primer momento los agentes pidieron a los manifestantes que se retirasen, los quitaron a la fuerza ante su negativa. Una de las mujeres de la plataforma, tras ser apartada, se desmayó y tuvo que ser atendida por una ambulancia. Tras superar esta primera fila, cargaron contra la puerta y, al ver que no podían acceder con todas las personas que hacían fuerza desde dentro, se detuvieron. «Estaba aterrada, se pusieron a dar golpes y pensé que iban entrar. Aunque me habían avisado de que normalmente frenan los desahucios, sí temí que consiguieran echarme», cuenta Lidia. En torno a las 11.30 horas, los agentes recibieron un aviso para retirarse, noticia que fue acogida por Stop Desahucios entre vítores y gritos de «¡sí se puede!».
Ahora, Lidia respira tranquila, pero no se relaja. Teme que, en cualquier momento, intenten echarla de nuevo. «El lunes voy a ir a Gesvicán, se supone que en esta situación deben ofrecerme una vivienda. Si me dan una fecha ya no podrán echarme hasta que me traslade. Eso sí, no puedo alejarme de Santander porque aquí tenemos nuestra vida».
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