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La Navidad en el Parlamento de Cantabria ha durado casi hasta carnaval. 45 días después, casi siete semanas más tarde, ha resucitado la actividad. Los ... ciudadanos no habíamos reparado en este calendario tan europeo de nuestros representantes públicos. No les hemos echado de menos. Tampoco tenemos nada que objetar porque enero, junio y julio son tres meses inhábiles, como en cualquier convenio laboral.
Otras administraciones no toman vacaciones, pero tampoco deslumbran por su diligente capacidad de reacción. El otro día, diez años después de empezar la crisis, el Ayuntamiento de Santander nos anuncia un plan de choque contra la exclusión social. Recuento de pobres que costará trece mil euros. Resulta insólito que a estas alturas no tengamos esa información y, sobre todo, que esta cuestión no haya sido una prioridad hasta antes de ayer.
La iniciativa llega cuando Moncloa dice que se ha acabado la crisis. Pero el año pasado aumentaron las quiebras empresariales en Cantabria. Menos mal que estábamos viendo la luz al final del túnel de Saltacaballo, delirio político tan efímero que no dio ni tiempo a plasmar en infografía. Se anunció un lunes y se desinfló al domingo siguiente porque produce mucha incertidumbre su viabilidad. Qué eufemismo tan tierno. Inmediatamente Fomento reemplazó la ocurrencia por otra más ambiciosa. Las ‘smartgaitas’ santanderinas han inspirado un tren ‘inteligente’ –emulando nuestra smartcity- entre Madrid y el núcleo intermodal de El Prat, que es como el intercambiador Metrotus de Valdecilla. Alta velocidad ‘low cost’ que en lugar de AVE se llama EVA, que es como dar vuelta a la camiseta cuando ya está muy gastada por un lado. Cualquiera diría que el palíndromo, advocación femenina de las compañeras bíblica de Adán y civil de Revilla, es una corriente de transmisión patriótica directa al epicentro nacionalista catalán. Aunque siempre es un billete de ida y vuelta. En cuestión de género, nada cambia. La alta velocidad femenina, el EVA, es un tren barato para jóvenes. La versión adulta, el AVE, sigue siendo masculina. En plena tempestad reivindicativa hasta la maldita catenaria tiene nombre de mujer.
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