La batalla de los horarios comerciales
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A pesar del auge del turismo, solo las grandes cadenas pueden abrir ininterrumpidamenteLucy había escuchado «muchísimo» hablar sobre Santander en los últimos años. Es de Londres y todos los veranos hace un viaje con su marido y sus dos hijos. Así que, ante tanta insistencia de su entorno por los «bonitos paisajes» de la capital cántabra, en ... febrero decidieron planificar las vacaciones. En su caso, el cambiante tiempo que está caracterizando este verano no es un problema porque «está acostumbrada». Aunque reconoce que le gustaría volver a Inglaterra «un poco más morena». El miércoles, que había más nubes que sol, decidieron hacer un plan alternativo y recorrieron las calles del centro de Santander «para mirar tiendas». Con la «sorpresa» de que en una de las principales arterias comerciales de la ciudad, la calle Juan de Herrera, no estaban abiertos todos los establecimientos más allá de las dos y media de la tarde. En su caso, la sorpresa se explica porque viene de una gran ciudad. Pero la realidad es que el auge del turismo está propiciando que el comercio minorista de capitales más pequeñas, como Bilbao, aproveche el tirón de visitantes y esté abierto también al mediodía. De hecho, en la ciudad vecina los emprendedores han realizado una serie de cambios en su forma de trabajo para atraer a los visitantes y un 40,5% de los establecimientos ya ofrece un horario ininterrumpido. Una radiografía que dista mucho de la de Santander, donde «prácticamente solo las franquicias se pueden permitir estos horarios», explica Gonzalo Cayón, secretario general de la Federación del Comercio de Cantabria (Coercán), que reconoce que es una tendencia a la que sí que se han sumado las cadenas.
Situación Para un comercio local, abrir al mediodía puede suponer un gran riesgo e incluso podría llegar a perder dinero
Contraste El 40,5% de los establecimientos de la vecina Bilbao ofrece ya un horario ininterrumpido, al contrario que Santander
En verano Los días que hace bueno las tiendas del centro de la ciudad asumen que tanto vecinos como turistas estarán en la playa
Basta con pasear por las zonas comerciales del centro durante la hora de comer para comprobar que es cierto. Incluso hay quienes anuncian con carteles en la entrada que abren al mediodía -excepto los sábados- y que también lo harán durante los días festivos. La principal diferencia entre unos comercios y otros radica en su plantilla de trabajadores. «Hay tiendas grandes que abren ininterrumpidamente porque tienen los datos de facturación y saben el horario que deben seguir porque les funciona y se lo pueden permitir», añade Cayón, que entiende que para algunos comerciantes de Santander eso resultaría imposible ya que supondría contratar a más trabajadores y no todo el mundo se lo pueden permitir. Por norma general, los comercios abren a eso de las 10.00 horas hasta el mediodía. Y no es hasta las 16.30 horas cuando suben de nuevo la persiana. «La extensión de las horas de trabajo podría funcionar en determinados días del año e incluso de la semana. Por ejemplo, los viernes».
Aunque Cayón insiste en que en un comercio «hay que pensar en la rentabilidad», por lo que una decisión así debe estar muy meditada ya que puede implicar la pérdida de dinero. «En los negocios con plantillas grandes el riesgo es mucho menor que el que tenga dos o tres trabajadores. Si alguien decide extender el horario y hacerlo de forma ininterrumpida, pagar a alguien más para que se quede y luego solo entran dos personas a la tienda, y además no compran, pues está claro que no es una opción viable. Por eso el que lo hace es, o porque se lo puede permitir, o porque ha comprobado que le funciona».
Resulta inevitable, pero Cayón cree que las situaciones que viven Santander y Bilbao son «muy diferentes». Allí no solo ha crecido el número de los que no bajan la persiana para ir a comer, también ha crecido el de los que no tienen problema para abrir un domingo o incluso un festivo. Aunque de forma más contenida. «Respecto al comercio son ciudades completamente diferentes». Por ejemplo, cuando sale el sol en la capital cántabra, en las tiendas ya «dan por hecho» que nadie va a ir al mediodía a comprar. Ni los turistas ni los propios vecinos, que también aprovechan para ir a los arenales, muy próximos al centro de la ciudad. Y más en un verano como el que vivimos, en el que escasean los días de playa.
Precisamente el miércoles, que no hacía muy bueno, María Antonia, una vecina de Santander, apuró el horario de las tiendas al mediodía y aprovechó para cambiar «un par de cosas» de las rebajas. «Si no les sale rentable no van a abrir porque les venga bien a unos pocos. Quiero decir, los meses de mucha gente son ahora, pero luego en invierno la cosa está más tranquila y muchos de los comercios de Santander tienen clientela fiel. Aunque está claro que el turismo les viene bien en cuanto a las ventas», añade. En la misma línea se posiciona Maite, que es de Santander pero vive en Madrid, ciudad en la que «siempre están las tiendas abiertas, incluso los domingos». Una realidad que entiende que no pueda asumir la capital cántabra. «El comercio local está ahogado desde hace años con las infinitas rebajas y los horarios. No pueden competir y no deben porque eso les abocará al cierre», añade.
Y es que la situación del sector es «difícil» desde hace años. En concreto, desde que el 1 de enero de 2015 finalizara la prórroga de los alquileres de renta antigua. Fue entonces cuando empezó a producirse un goteo de cierres de negocios que ha sido imposible frenar. En consecuencia, las grandes franquicias -tanto de tiendas como de locales hosteleros- se han instaurado en el centro de Santander al ser capaces de asumir los alquileres. Un ejemplo de ello es la calle Isabel II, otra de las arterias de la ciudad, que aunque fue remodelada en 2020 para, entre otras cosas, dinamizar el comercio, actualmente acumula locales vacíos. Igual que la calle San Francisco, próxima a Juan de Herrera y remodelada hace un año, donde a pesar de los esfuerzos por impulsar el comercio de la zona, han ido bajando la persiana muchos negocios de toda la vida. Negocios tan consolidados como fue la librería Estvdio, que tenía un local de dos plantas.
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