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El valor «histórico, cultural y bibliográfico» de la Biblioteca de Menéndez Pelayo es el mantra más reiterado por la gestión municipal. Ahora más que nunca, además el mensaje encaja como un guante en la necesidad de que «la mejora de esta dotación» se sume ... a los «proyectos culturales estratégicos» como el Espacio Pereda o el futuro Centro Asociado Reina Sofía-Archivo Lafuente. La rehabilitación de la muchas veces olvidada Biblioteca del polígrafo, integrada en el anunciado proyecto de la Florida -donde se ubican el MAS, la Biblioteca Municipal, el antiguo Archivo Histórico Provincial y la Casa de Menéndez Pelayo (sede de la Fundación Gerardo Diego y la Sociedad Menéndez Pelayo), un conjunto catalogado como Bien de Interés Cultural- compartiendo el conjunto arquitectónico de Rucabado, no es más que el mascarón de proa de una de las joyas esenciales del patrimonio cultural de Cantabria.
A la reforma de la BMP hay que sumar asociado un proyecto de futuro que, como se ha venido especificando, pasa por: acercar la dimensión de sus fondos a la ciudadanía, potenciar la imagen social del centro, recobrar su importancia más que simbólica entre los espacios culturales internacionales y, en paralelo, abordar el proceso de digitalización y modernización de la catalogación existente, y la dotación de unas instalaciones de manera integral que contempla la restauración de las fachadas, cerramiento exterior y del propio jardín.
Tras varias demoras, las obras en activo (paralelas al proceso de reforma del MAS) cuentan con un plazo de ejecución de 16 meses.
Pero la institución cierra su 'annus horribilis' inmersa en el descrédito tras sucesivas polémicas enquistadas sobre los daños y el grado de afectación de los libros «más valiosos» de la Biblioteca, a consecuencia del agua empleada por los bomberos en la extinción del incendio del Museo Municipal (MAS) producido hace ahora cinco años.
Un informe elaborado por la empresa TSA, encargada del traslado y desinsectación de todos los libros con motivo de las obras de rehabilitación, desató la caja de los truenos sobre el estado de deterioro que presenta una buena parte del legado bibliográfico. Además de los efectos del incendio, se aludía a problemas de humedades y goteras registrados a lo largo del tiempo. Los informes no solo referían los excesos de humedad por problemas constructivos del inmueble como la única causa responsable de las alteraciones que mostraban los fondos, sino que además apuntaban a otros factores corresponsables en el deterioro, como el exceso de temperatura e iluminación. En paralelo, un informe de los bomberos no solo revelaba que las fachadas de la Biblioteca se encontraban secas el día del siniestro antes de acabar con el fuego, sino que se acusaba a TSA de «frivolidad y falta de rigor absoluto».
Lo cierto es que desde finales de septiembre -cuando el Ayuntamiento de Santander pide a la empresa de patrimonio TSA, responsable de la custodia de los fondos, que «rectifique su informe, «especialmente en lo referente a los daños derivados de las labores para la extinción del incendio»- hasta este cierre de año todo lo que rodea a la Biblioteca del polígrafo es una enredadera política. El último peldaño de esta escalada fue la propuesta del portavoz naranja, el concejal de cultura Javier Ceruti, destinada a poner en marcha una comisión (ya lo hizo en un artículo en El Diario) enfocada a descubrir qué pasó en la Biblioteca de Menéndez Pelayo y por qué parte de sus fondos estaban en mal estado. Mientras, el PP recordaba que ya había solicitado una investigación y se preguntaba por qué, al conocer la situación de los libros reflejada en el informe de TSA (de 2020), «no se actuó de urgencia con medidas extraordinarias».
En el último debate municipal sobre la BMP el acuerdo que salió adelante abordó la necesidad de crear un plan de recuperación de los fondos que incluyera un «cronograma de actuación» para dar respuesta a una «catástrofe cultural de primera magnitud», según los regionalistas. Y la exigencia de abrir esa citada investigación interna.
Mientras, los fondos bibliográficos, más de 40.000 ejemplares, se custodian en la Biblioteca Central de Cantabria hasta que su 'hogar' sea rehabilitado. Un restaurador y la técnico municipal se ocupan de la reparación y catalogación, siempre pendiente de partidas presupuestarias que se aprueban con cuentagotas.
Asimismo, en verano se reanudaron las obras de rehabilitación tras una sorprendente modificación del proyecto, por que supuestamente «no tenía en cuenta las condiciones de conservación que requieren los fondos y carecía de medidas de seguridad para vigilar la colección». Tras los informes y polémicas, numerosas voces del mundo de la cultura subrayan que el presente es la consecuencia de muchas décadas de desidia, falta de atención administrativa e institucional y carencia de medios para dar respuesta a las necesidades de conservación del singular centro bibliotecario.
«Lo más urgente es preparar lo necesario para poder conseguir una muy cualificada plantilla, desde la dirección a todas las demás escalas, para que la Biblioteca se enfrente con todas las garantías de éxito a esta nueva era». Las palabras pronunciadas en 2018 tienen hoy la misma validez y actualidad. En realidad formaron parte del testimonio de Rosa Fernández Lera, directora en funciones de la Biblioteca, expresadas hace cuatro años con motivo de su jubilación. Poco antes de la pandemia, el Boletín Oficial de Cantabria publicaba el Convenio de Colaboración entre la Consejería de Cultura del Gobierno de Cantabria y el Ayuntamiento de Santander «para la mejora y modernización de la Biblioteca de Menéndez Pelayo». Uno de los aspectos enquistados durante décadas, y aún hoy asignatura pendiente que se antoja clave para el futuro del centro, ha sido el de la ausencia de dirección del centro. Marcelino Menéndez Pelayo especificó y dispuso en su testamento que al frente del fondo bibliográfico legado a la ciudad tenía que haber alguien que, ademas de estar ligado al Cuerpo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos del Estado, superase una oposición especial. Lo cierto es que desde hace más de dos décadas la plaza permanece vacante y los pasos dados tras la pandemia, en paralelo a la rehabilitación, aún no han encauzado el objetivo.En el BOC citado se especificó que el Ayuntamiento asumía la Dirección de la Biblioteca «con personal propio, a cuyos efectos llevará a cabo las actuaciones y trámites necesarios para su efectividad». En este sentido, se apuntaba «la habilitación del crédito y modificación de la plantilla de personal funcionario y la modificación» de la relación de puestos de trabajo. El documento señalaba un «crédito anual para dotación de la plaza de 70.000 euros», y aludía a la «inclusión de la plaza en la correspondiente Oferta Pública de Empleo». Hasta ese momento las labores de dirección estaban cubiertas por un técnico ayudante de la biblioteca, perteneciente a la plantilla municipal, y figuraba en la relación de puestos de trabajo del Gobierno.
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