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Marcos (nombre ficticio) salió con su hijo de casa este sábado, 11 de diciembre, sobre las doce y media de la mañana para hacer unas ... compras, comer por ahí y echar la tarde. Pero a las 15.00 horas tuvo que cortar su plan al recibir una llamada del administrador de su edificio para darle la noticia: «Te han entrado a robar. A ti y a tus vecinos de rellano». Él es uno de tantos con segunda vivienda en la calle Ernest Lluch de Santander, un vial paralelo a la S-20 de carácter residencial y de paso, donde muchos vecinos ni siquiera se conocen porque solo van de vez en cuando. «Me reventaron la cerradura. Parece que la arrancaron con un destornillador. Cuando llegué a mi piso ya estaba la Policía dentro. La sensación es horrible», cuenta Marcos a este periódico. Hizo recuento y solo echó en falta un ordenador portátil y una mochila en la que guardaba un disco duro, que piensa que los ladrones se llevaron simplemente para guardarlo dentro. «Yo no dejo dinero en casa ni tengo joyas, que es a lo que van estos delincuentes», cuenta. Al parecer, precisamente ese fue el botín en la casa de sus vecinos, que tampoco en esa franja horaria del sábado estaban dentro de casa.
Todo sucedió a plena luz. Encaja con el 'modus operandi' que predomina últimamente. Según ha podido saber este periódico, las franjas horarias más habituales son de 11.00 a 13.00 horas y de 17.00 a 19.00, momentos en los que la gente se ausenta aunque solo sea unos minutos para ir a buscar a los niños al colegio, hacer la compra o para realizar cualquier otra gestión cotidiana. En estos últimos años los robos en viviendas han cambiado por completo. Ya no son de noche y en casas aisladas, y el perfil del delincuente ya no responde al estereotipo que había antes. Investigadores de estos delitos desvelan que ahora en Cantabria los robos en viviendas los están perpetrando «chicas jóvenes, extranjeras (normalmente de países del Este) pero que dominan el español a la perfección, y muy buen aspecto». Aunque formen parte de grupos organizados, ellas se mueven en transporte público -van a robar en autobús- y, cuando se asientan un tiempo en una ciudad para cometer los robos, se alojan en pisos turísticos. Así es mucho más difícil rastrearlas y la Policía pierde una herramienta básica de prevención. Antes, con sus nombres recogidos en los registros de hoteles o pensiones, el seguimiento era más sencillo. Se cotejaban informaciones, se comprobaba si tenían antecedentes. Toda esa información ya no existe porque los pisos turísticos no recogen esos datos.
Las jóvenes son buenas profesionales, la cara más visible de unas mafias bien organizadas. Saben hablar español, tienen buen parecido y visten con estética europea. Llevan bolsos voluminosos donde cargan todo el botín: joyas y dinero en efectivo. Y se mueven en transporte público para que el movimiento en coche particular por un barrio concreto no resulte sospechoso a los agentes, y es que la Policía Nacional ha intensificado su presencia en estos barrios y en los horarios más susceptibles para el robo.
Estos dos robos en viviendas ocurridos el sábado en Ernest Lluch se suman a al menos otro caso registrado días antes no demasiado lejos, en la calle La Torre (ya en la zona de Monte). En todos los casos, son edificios modernos, en zonas residenciales de gama media-alta con muchas viviendas y no todas habitadas de forma habitual. Y una característica importante: son vías muy bien comunicadas con salida directa a la autovía para llegar, robar y escapar al instante. Ernest Lluch, además, está en una zona con poca vida 'de calle', en la que apenas pasa gente andando y se entra y se sale de ella en coche. Se sospecha que los que entraron en los pisos este sábado no llevaron a cabo una vigilancia especial de sus objetivos, sino que llamaron a los telefonillos de forma más o menos aleatoria y eligieron aquellos en los que en esos momentos pensaban que no había nadie. Y en estos casos acertaron, porque meses antes hubo otro robo en esta misma calle en la que trataron de forzar la puerta de un piso con los residentes dentro que, al percatarse por el ruido, llamaron a la Policía y los ladrones se marcharon «con toda la tranquilidad, sin ponerse siquiera nerviosos», cuenta un allegado de la víctima, que remarca, también, «que la Policía vino al momento, actuaron muy rápido».
Este periódico se ha puesto en contacto con el Cuerpo Nacional de Policía para recabar más datos sobre lo que está ocurriendo en la zona de Ernest Lluch, pero no ha facilitado más datos ni ofrecido la versión oficial sobre este nuevo mapa de los robos en viviendas. Marcos (la víctima de uno de los dos robos del sábado) cree que la calle en la que tiene su segunda residencia «es en la que más están robando en Santander, y así me lo dijeron los de la Científica que vinieron a tomar huellas», pero la portavoz del CNP que sí responde a esto no lo cree así: «Concretamente esa calle no es de las más victimizadas en lo que llevamos de año» y se limita a indicar que ahora mismo «hay en marcha dispositivos especificos para la prevención de robos con fuerza en viviendas, así como investigaciones activas por parte de los agentes especializados en la investigación de esta tipología delictiva».
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Ana del Castillo
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