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En agosto de 2022, en pleno verano, El Diario publicó la foto de un par de señoras con sillas de playa y limpiándose los pies que saltaban la barandilla para irse a casa tras un día de sol y baño. La rampa para bajar ... desde el paseo a la Segunda del Sardinero, la que está frente a las letras de Santander en la rotonda de García Lago, estaba cerrada. Vallas y cadenas con letreros de 'Prohibido el paso' -que a las señoras en cuestión (y a otros muchos) no les hizo detenerse-. El acceso no era seguro. No llegaba hasta abajo y la placa de hormigón se quedaba colgando por falta de arena debajo. Lo mismo que en otra foto de julio de 2020 que también publicó este periódico. Un señor sentado en ese borde de la rampa que quedaba colgando sobre la playa. Para la última Semana Santa -la de 2023- la rampa volvió a abrirse. Había arena justo hasta el final y la zona se había adecentado un poco. Pues bien, estos días, ese acceso muestra un aspecto distinto. Hay tanta arena que llega prácticamente hasta la mitad del recorrido y parte de la barandilla (oxidada en varios tramos) ha quedado sepultada. Eso supone un par de metros de grosor entre las distintas escenas.
El oleaje, las corrientes, las mareas... Traen o muerden arena en determinadas épocas del año. En mayor o menor medida. Hay un ciclo natural que, en caso de temporales fuertes, se distorsiona. La fuerza con la que se lo ha llevado en ocasiones no permite luego la recuperación de lo que había de forma natural (más allá de obras que hayan variado las dinámicas). En la Segunda del Sardinero, desde hace años (también allí se hicieron obras), las mareas altas cubren de agua ese lateral que da a García Lago, que a veces hasta deja ver hileras de lastras al final de la playa. Todo eso ha influido en estos años en la rampa del fondo. Castigada por el oleaje es uno de los puntos habituales de los fotógrafos que se la juegan con los temporales.
El miércoles, a eso de las cuatro (hora de bajamar con un coeficiente pequeño), la barandilla de la rampa se clavaba en la playa. Se perdía en ella. Parecía como si la arena escalase por el acceso de camino al paseo, algo que llamaba la atención de algunos de los habituales del paseo por la zona. La playa, en general, tiene arena. Se sigue cubriendo al fondo con las mareas altas, pero no hay rocas a la vista. De camino en dirección Piquío se forma un escalón a media altura y, más arriba, paseo y playa están casi a la par. «Mira, no hay escalones», comentaba una pareja.
Habrá que ver cómo evoluciona con los siguientes temporales. Cómo llega a las épocas de mayor disfrute (Semana Santa y, sobre todo, el verano). En otra zona, la de Los Peligros y Gamazo, los cambios han transformado tanto el paisaje que hace tiempo que se han formado nuevos arenales. El último tiene que ver con otra rampa, la que se usó para el Mundial de Vela. El Diario ya contó que la arena que se escapa de la parte más próxima de Los Peligros (ahora está cortada en dos) emigra hacia el interior de la Bahía. En su viaje formó La Fenómeno (ahora venida a menos), las playas del Marítimo y Gamazo (que van a más) y ese último tramo en la rampa, justo al lado de las tumbonas que instaló el Ayuntamiento. Allí, primero, asomó un poco. Luego fue conquistando altura palmo a palmo. Ahora -la estampa el miércoles era llamativa- ya no deja ver el cemento de la estructura por la que bajaban los barcos. Está completamente tapada y tiene altura. Tanto, que de la pasarela lateral que se colocó en su día, apenas asoma un trozo.
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